Lo despierto agitando su cuerpo. –Juan, necesito que vengas conmigo, por favor. Se pone de pie y restrega sus ojos. Lentamente camina hacia mi. Me quedo en silencio viendo como se estira su cuerpo. Tiene los brazos bien definidos y fuertes. Se peina el cabello rojo con las manos y bosteza. –Vamos –dice y me toma de la mano. Aún estoy embobada con semejante espectáculo. Agito la cabeza para volver a la realidad. Asiento y me dejo guiar hasta casa de la tía. –¿Qué es tan urgente? –Irrumpo en su sala sin llamar a la puerta. –Deben partir cuanto antes –afirma con voz severa. –¿Hacia dónde? –pregunto. –A las montañas de Andradas –se pone de espaldas a mi y observa por la ventana–. El sitio donde permanece cautiva tu madre. –¿Cuándo? –balbuceo. –Esta misma noche. Juan tú irás con ell