–Creo que aun podemos salvarnos de esta –propone Juan–. Si remamos con fuerza evitaremos entrar en el remolino.
–No, es justo lo que no debemos hacer –insiste Antonio–. Si mostramos resistencia terminaremos ahogados en estas aguas turbias.
–¿Tú como sabes eso?
–Créanme, he estudiado al respecto. Solo sujétense fuerte y dejen que el remolino engulla nuestro bote.
Entramos en medio de la tormenta, damos vueltas en el lugar.
–Miren, Antonio tiene razón –añade Madeleine señalando el fondo del lago. El agua se abre en dos y permite ver un suelo arenado.
–Cierren la boca y los ojos –advierte Antonio.
–¿Por qué? –pregunta Madeleine y justo en ese instante nuestro bote atraviesa el fondo del lago.
Aparecemos enterrados en la arena, en la orilla de una playa.
–¿Cómo hemos llegado hasta aqu
