Después de tanto andar en la isla, atravesar el río, llegar al bosque, salvar a nuestros amigos del pantano, estamos aquí, sentados en la hierba fina, esperando el milagro que nos haga encontrar la cueva del Infierno. −¿Que hacemos ahora? –pregunta Madeleine–. A penas paramos de caminar y parece que mientras más avanzamos la cueva cada vez se nos oculta mejor. −Tienes razón− afirmo. Espérenme aqui, se me acaba de ocurrir una buena idea –dice Antonio. –¿Qué va a hacer? –pregunta Juan que descansaba con la cabeza sobre mis piernas. Ambas nos encojemos de hombros. Antonio camina delante de todos, con la mirada perdida hacia arriba, buscando algo en el cielo. Se sube al árbol más alto de todos, lo escala con gran facilidad. Al llegar a la cima mira con determinanción todo el lugar.

