Me vuelvo a mi habitación en la posada. Por un instante sentí que si lo intentaba lo suficiente podía hacerlo, es una pena que no fue así. Escucho la frustración latir en mi corazón. ¿Será que no tengo los poderes de mi madre? Quizás no soy una bruja, o al menos no una de corazón. Nunca en esta vida he sentido que tenga algún don especial, ¿por qué los demás se empeñan en creer que sí? Me tumbo sobre la cama y por la puerta que había dejado abierta se asoma alguien. –¿Eres Elena? –pregunta una chica de cabellos cortos. –Si, yo soy –contesto rápidamente y me pongo de pie. –Mi nombre es Rebeca, ¿puedes acompañarme? La miro desconfiada. ¿Por qué debería irme con una extraña? –Soy una bruja de agua –afirma–. Estoy aquí para entrenarte. Suspiro. Después de mi fracaso no me quedan ganas