PALERMO, ITALIA. Las luces inundaban el bar. Una mujer de caderas anchas bailaba seductoramente sujetada al tubo, poniéndose de cuclillas con rapidez para después levantar sus largas piernas y darle al ruso una buena imagen de su redondo trasero. Valery mantenía las manos extendidas sobre el sofá mientras la observaba. Tenía las mangas de su camisa negra de lino arremangadas hasta los codos, mostrando esa hilera de peligrosos tatuajes. En su brazo izquierdo tenía un “Anubis” tatuado en tinta oscura que más bien parecía una malévola obra de arte. El enorme perro del inframundo decoraba ese brazo musculoso, mientras que sus dedos tenían algunas letras rusas que simbolizaban diferentes cosas. Hogar. Muerte. Familia. Bratva. En su mano derecha reposaba una copa de un costoso Vod

