KEMEROVO, RUSIA. Ir a Italia. Que se abriera la posibilidad realmente le gustó. Fue emocionante pensar en que podría ver a Gianni y Marcello, inclusive a sus padres. Quiso abrazarlo de felicidad pero sería demasiado y aún tenían cosas importantes que hablar. No iba a ocultar más tiempo lo que estaba pasando porque se iban a malentender y eso provocaría peleas. —Sé que no confías en mí pero te agradezco que no intentes. No quiero que creas que tomé estas decisiones porque estoy enfadada o porque quiero ocupar tu lugar. Solo quiero que mejores y todo vuelva a ser como antes. ¿Comprendes? —Para comprender necesito escucharte. —Ordené que el ministro de economía tuviera un contratiempo—dijo en voz baja mirando sus uñas—. Cuando mencioné a Ekaterina Baeva, fue porque esa noche acababa

