Cuando ya pensaba reiniciar el deletreo del Futhark, y la cifra conducía a Fehu, su orgasmo estalló en mi boca. Cenicienta tuvo un espasmo donde toda su columna serpenteó y su pelvis se movió hacia mí, frotándose contra mi boca, ahogándome, y yo me fundí engullendo el caos húmedo que brotaba desde su intimidad silvestre, de su delicada y salvaje ánima que brotó de su boca en forma de un gemido hondo.
Dejó de respirar y, por un momento, su cuerpo se quedó completamente tenso, con mi cara atrapada entre sus piernas. Volvió a respirar y sus piernas volvieron a ser las piernas suaves que comencé a oler y lamer, y mi cara fue liberada.
Subí por su monte, besando su cintura por toda su extensión. Tomé sus caderas y la dejé boca abajo sobre la cama, mientras me subía sobre ella hasta llegar a sus hombros, los que mordí. Olí su pelo, pasé mis manos bajo su pecho y llegué a su cuello, dedicándome a lamer su espalda, para despertar a Kundalini. Me detuve en todos sus chakras, uno a uno, buscando activarlos todos, con mi lengua trazando sigilos en su piel para llamar a la serpiente antigua.
Bajé por su espalda, mordiendo y besando todo al paso de mi boca. Tomé sus glúteos suaves con mis manos, los mordí y exploré buscando la senda al Muladhara, y ahí estaba: ante mí, sólo que debía cerrar mis ojos para buscarlo. Lamí y pasé mis dedos por su espalda, como buscando desgarrar y arar su piel, y ella encorvó su espalda. Primero convexa, luego cóncava, y mis manos tomaron sus pechos, uno a uno, sintiéndolos tibios.
La volteé y me subí sobre ella, tomé su cara con ambas manos y la besé. Lamí su lengua, mordí sus labios suavemente, froté mi mentón contra el suyo y comí su cuello, jadeando como si me hubiera vuelto una bestia de presa, hambrienta, feral. Nos besamos y fui Shiva; nos besamos y fue Shakti. Mi instinto bramaba por entrar en su calor, y mi piel aullaba por la suya.
Yo un animal... ella, un valle de jazmines.
Flora y fauna. Y sus pecas que me susurraban cantos de deseo y éxtasis.