Continuación del capítulo anterior... Laura le vió alejarse, consciente de que se había equivocado otra vez, pues acababa de ser enteramente injusta con aquél hombre. Quiso ir tras de él, llamarle al menos; decirle que no se fuera, que la perdonara pues había sido majadera e injusta con él, pero no pudo. Se quedó allí, inmóvil, quieta, con la niña a su vera. Luego se sentó, realmente desalentada, en un banco de la calle que junto a ella allí había. Se sentía mal, no sólo por la injusticia cometida, sino también, y de manera muy particular, porque intuyó que, muy probablemente, acababa de espantar de su lado al, tal vez, único amigo de verdad que le quedaba. Tan mal se llegó a sentir que hasta las lágrimas pugnaron por correr a lo largo de sus mejillas La niña se le acercó un tanto desor

