Shen caminaba de regreso a su casa, luego de asegurarse que el mástil que hacía años no se usaba para atar a los sirvientes desobedientes, estuviera limpio y sin astillas que pudiera dañar la piel de Dalia, algo ridículo, si alguien se tomara el tiempo de pensar en ello, pues lo que él deseaba era humillar a Dalia, la queria doblegar, pero a la vez no queria herirla, ilógico, claro que lo era, pero aun así no comprendía lo que le sucedía con esa regordeta mujer. Pero cuando poco le faltaba para llegar a su hogar, fue interceptado por su padre Loan Zhao. — Shen Kun. — lo llamo con seriedad, y el rubio giro para verlo, ¿de dónde había salido? No lo sabía, pero tratar de escuchar a su padre en modo sigiloso, era algo imposible. — Padre. — respondió sin saber muy bien que hacer o donde meter

