Prólogo

1740 Words
¿Qué haces aquí? -le cuestionó al abrir la puerta con la frente arrugada. En su mirada se refleja la rabia y el dolor. -Miranda yo.. yo... -da un paso adelante con la intención de entrar, pero la chica le detiene la puerta con su cuerpo. -Creí que las cosas habían quedado claras entre tú y yo -lo escudriñó con la mirada de arriba abajo como si de un extraño se tratara. -Tenemos que hablar -dice con exigencia mirándola de arriba a abajo, traía ese pijama que tanto le gustaba, aunque la bata se mantenía cerrada; sabía lo que ocultaba debajo de ella, un conjunto de encaje color azul, le encantaba como se veía su trasero con eso. No podía evitar que la boca se le hiciera agua.. la deseaba -No Alejandro. Vete, ya no quiero verte -tomó la perilla con fuerza con la plena intención de cerrarla en sus narices, pero él adivina sus intenciones y coloca su pie para impedirlo. -Miranda escúchame, tú eres importante para mi por favor -forcejea con la puerta, con un poco más de fuerza logra abrirla, logrando entrar e invadir el espacio personal de Miranda. -Alejate -chilla al ver como se aproxima a ella. -¿Cómo me pides eso? Miranda yo te amo...-la mano de Miranda se estrella con velocidad en su mejilla. -¡No te atrevas! -le grita en su cara -No te atrevas a decirlo, tú...-lo señala con su dedo índice -Tú no amas a nadie, eres incapaz de hacerlo. -Yo tengo la culpa -apunta a su pecho, sus ojos se llenan inmediatamente de agua salada -Creí que lograría hacer que me amarás, pero no me aceptaste tal y como soy, ¡nunca lo hiciste! -reconoce con dolor -Solo venías a mi cuando no encontrabas alguna mujer a quien llevar a la cama -lo ve directo a los ojos con indignación y asco. -Eso no es verdad y lo sabes muy bien -se aproxima más a ella en busca de su cercanía, su calor. -Estoy harta, yo necesito a un verdadero hombre que no le de vergüenza estar conmigo, que no suelte mi mano cada vez que una chica linda pase, que se sienta afortunado de tenerme. -Miranda.. -Miranda nada, termina por irte y no regreses ¡VETE! -lo pasa de largo llegando a la puerta, la abre por completo -Sal de aquí. -hace un ademán con sus manos mostrándole la salida. -¡No me iré! -con paso decidido se aproxima a ella, cierra la puerta de un golpe aprisionando su cuerpo entre sus brazos -Tú eres mía, -se acerca más a su cuerpo -Conozco cada parte de ti, lo que te hace estremecer, fui el primero que te hizo mujer, y escucha bien... seré el único Miranda -le dice en su oído pegándose más a su cuerpo, sintiendo su calor y su pecho subiendo y bajando con violencia   -Eras consciente de lo que estaba pasando entre tu y yo, lo aceptaste... nunca te engañé -roza su nariz por su cuello, su aroma lo volvía loco                                                                                                              -Los puntos quedaron bien marcados en nuestra relación, no te puedo ofrecer algo más, esto es lo que soy -se golpea el pecho ¿Cómo se atrevía esa mujer a exigir algo más? -Yo soy real, no como los personajes que inventas en tus cuentitos -habla con burla, esbozando una sonrisa altanera, sabía las palabras correctas para lastimarla. -Te odio -susurró con la voz entrecortada, cuando un momento de lucidez llegó a su cerebro. Lo odiaba con todo su corazón, odiaba como la hacía sentir, como su cuerpo reaccionaba a él, como a pesar de ser un idiota siempre lo amaría. -¿Qué? - Alejandro quedó confundido ¿había escuchado bien? No, ella lo amaba, se lo demostraba a cada momento con sus actitudes ¿por qué le decía eso? -¡Te odio! Te detesto, me das asco -le escupe cada palabra con desprecio, aprovecha su distracción y sale de su agarre, corre cruzando la sala llegando a su habitación, al dar la vuelta para cerrar la puerta lo ve como corre hacia ella. Cierra con llave rápidamente la puerta de su recámara. -Abre la puerta -le exige golpeando con fuerza -Abre la puerta -al no tener respuesta de parte de ella se recarga en su puerta dejándose caer al piso ¿porque tenía que importarle? Si eso era lo que quería, terminar lo que fuera que tuviese con ella solo quería dejar las cosas claras eso era todo ¿cierto? -Vete, dejame sola -No me iré hasta que abras la maldita puerta, por favor Miranda -ella no podía dejarlo, ella lo amaba. -Pediré ayuda, hablaré con la policía, diré que eres un ladrón -grita desde su cama con la voz ahogada. -Haz lo que quieras, no me moveré de aquí. -¿por qué era tan obstinada? Esto solo era un capricho de su parte ¿acaso no entendía que la única relación que podían tener era meramente s****l? El único lugar donde no se matarían era en la cama. Se levanta como un resorte del piso estaba cansado de la situación, corre directo hacia el baño, abre la puerta de las toallas y encuentra el juego de llaves de repuesto que Miranda guarda ahí, ha estado tantas veces ahí que conoce el lugar a la perfección. Miranda escucha como se aleja corriendo, se da un golpe mental al recordar las llaves, sabe como se pondrán las cosas. Él entrará y ella volverá a caer entre sus brazos y  en sus palabras, no lo puede permitir. Con poco tiempo y la adrenalina recorriendo por todo su cuerpo toma una decisión, saca el primer pantalón que se encuentra y su móvil, abre la ventana, que suerte que su casa sea de una planta, y que su habitación da a la calle, termina de acomodar su pantalón deportivo y salta por la ventana, corre rodeando la casa. Se amarra bien su bata,  y comienza su camino. Después de 15 minutos de camino llega a su destino. Sonríe al ver el auto aparcado y la luz de su habitación encendida, se planta en la entrada con seguridad toca la puerta, la luz de la planta de arriba se enciende, después la de la sala y por último la de la puerta. Abre la puerta con sorpresa, algo no va bien. -¿Sirena? -la ve de arriba a abajo, su boca se seca ante tal vista, tiene unas pantuflas de conejitos, un pantalón deportivo enorme, y una bata que deja ver el color de la prenda diminuta que lleva por debajo. -¿Estás bien? -pasa su mirada por la calle buscando algo sospechoso. Pero no encuentra nada Lo ve un instante, camina hacia él y lo envuelve en un abrazo que él no tarda en responder, es tan cálido estar ahí. -Pasa -le ayuda a entrar, cierra la puerta sin soltarla, caminan hacia la recamara, llegan a la espaciosa habitación -¿Necesitas algo? ¿Café, leche, té? -Miranda Niega con la cabeza. -Solo te necesito a ti -se quita la bata, desabrocha su pantalón dejando ver su pijama de dos piezas la parte de arriba una blusa de tirantes, con pequeñas transparencias no dejando nada a la imaginación y la parte de abajo era un corto bóxer de encaje. Maximiliano no podía creer lo que sus ojos veían ¿había muerto y estaba en el paraíso? Rápidamente se recupera del trance al ver como Miranda pretende despojarse de su blusa. -Miranda -llama su atención -No lo hagas. -la confusión en la chica es palpable. -¿Lo quieres hacer tú? -pregunta seductoramente mordiendo el labio inferior. -No, no lo vamos hacer -levanta la bata del piso y le ayuda a ponérsela. -¿No ... me ..deseas ? -cuestiona tímida -Miranda mirate, eres una diosa ¡claro que te deseo! Tengo prueba de ello -sonríe pícaramente  -Quiero esto más que tú, sólo que cuando lo hagamos, quiero que sea porque lo quieres -frota sus brazos para tranquilizarla -Yo te estaré esperando, no me iré, ven, vamos a dormir. Abre y cierra los ojos con rapidez, la luz de la habitación es demasiado fuerte y la obliga a volverlos a cerrar. Echa un vistazo fugazmente a su alrededor; su acompañante no está a su lado. Lleva las manos con fuerza a su cara -¡IDIOTA! -se recriminaba mentalmente ¿Por qué lo hizo? Si Maximiliano no la hubiera rechazado ¿se hubiera acostado con él? No sabía porque se había comportado así. De hecho sí lo sabía; era tanta la rabia de sentirse suya que quería borrar cada rastro de sus caricias y qué mejor que Maximiliano.. - Buenos días floja -Maximiliano se acerca con una charola de comida, la coloca con cuidado en la cama, Miranda no se mueve pero sabe que está despierta                                                                           -Se que estas despierta, vamos que se me hace tarde. -se acomoda en la cama, toma un vaso de jugo de zanahoria su favorito y el de Miranda también. Estaba apenada ¿con qué cara lo vería? ¿qué pensaría de ella? Da un suspiro y con un poco de valor afronta las cosas. -Buenos días -se descubre dibujando una sonrisa tímida en su rostro, es imposible no hacerlo con semejante hombre. -Desayuna -señala la charola que está en medio de la cama -tengo que ir a la oficina, salgo de viaje -toma un trozo de fruta del tazón -¿A dónde irás? -se acomoda dejando su espalda pegada a la cabecera, toma un vaso de jugo de zanahoria -Me voy a Londres -ahora que Diana se había ausentado el trabajo se acumulaba y el se tenía que hacer cargo. -No conozco Londres -comenta con aire despreocupada, algún día lo haría, visitará Londres y otros países que estaban en su lista de deseos -Dicen que es hermoso ¿cuando vuelves? -No lo sé, ven conmigo -le dice con anhelo en su voz, le encantaría tenerla con él y alejarla del estúpido de Alejandro. Escucha con atención, es una invitación tentadora, podría alejarse de la ciudad, darse su tiempo, relajarse, pensándolo mejor; no es mala idea poner tierra de por medio entre Alejandro y ella. -Sí, me voy contigo, pero con una condición -le dice seria viéndolo a los ojos. -Lo que sea -haría lo que fuera necesario para que ella esté con él. -Promete que nadie se enterara en donde estoy. -Cuenta con eso...
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