Capítulo 3. LAS COSAS QUE SE COMPLICAN

2061 Words
Tenía ya buen rato despierta cuando escuché la voz de Aron y una de las enfermeras.  —Estoy preocupado —dijo mi hermano—. Aunque sus signos vitales son estables, han pasado dos días, y también está su condición...  —¿Cómo cree que lo tome, Doctor? —preguntó la voz femenina.   —No lo sé —confesó Aron— y francamente tengo miedo de su reacción. Anton era la persona que ella amaba, se iban a casar. Pero en su último adiós, más que amarlo, parecía odiarlo. No imagino como se pondrá cuando sepa que está embarazada.  «¿Embarazada?, ¿qué?, ¿quién?, ¿yo?»   Después de considerarlo un poco no pude evitar ponerme a reír. Era tan ilógico que no podía dejar de ser hilarante. Yo embarazada era lo único que me faltaba.  Desde el momento en que la eufórica risa escapó de mí, pude ver a mi hermano verme. Así que le tocó presenciar todo el show que estaba ofreciendo. Le tocó ver como de la risa pasé a las lágrimas, le tocó ver la furia con que golpeaba la cama. Estaba furiosa. No podía creer que me estuviera pasando eso. No podía creer que mi pastel pudiera tener una cereza. Una roja y maldita cereza en el pastel era lo único que me faltaba.  —Ilia, ¿estás bien? —preguntó mi hermano, preocupado.  —¿Cómo podría? —pregunté furiosa.   Y es que no podía estar bien. No después de lo que escuché.  —¿Escuchaste lo que dije? —cuestionó con una expresión difícil de interpretar. No sé si era dolor o miedo lo que su rostro reflejaba.   —¿Qué? —pregunté—, ¿que estoy embarazada? Lo escuché... ¡lo escuché!  —Oye linda, todo va a estar bien —aseguró.   Pero sus palabras no me daban calma, me molestaban demasiado, pues mi adorado hermano acababa de usar el mote con que mi odiado difunto novio siempre me había llamado. Me dolía tener que escucharlo.   —¡No me digas linda! —exigí a gritos—. Detesto que me digas así... no lo vuelvas a hacer... por favor… por favor…   Terminé llorando.   —Está bien, Ilia —dijo mi hermano enfatizando mi nombre—, no volveré a hacerlo, solo tranquilízate, te puede hacer daño, y al bebé.   Bufé una risa de pura ironía.   —El bebé me importa un cacahuate, así que no te atrevas a pedirme que haga nada por él, porque no lo haré —aseguré—. ¡Maldición! ¿Cómo pudo pasarme esto?  —Ilia, no digas tonterías —me reprendió Doc—. Es tu hijo. No deberías maldecir, muy por el contrario...  —Muy por el contrario ¿qué? —le interrumpí rabiosa de que ni siquiera estuviera intentando entenderme—. Es el hijo de ese idiota —le recordé y le dejé ver una parte de mí que ni siquiera yo conocía—. ¿En serio crees que me pondría a brincar de gusto y lo amaría sin más?, ¿Cómo puedo hacer eso?... ¡Explícame!  —Ilia, relájate —pidió mi hermano suspirando—. Tus condiciones de salud no son las mejores, te puede hacer daño —señaló resignado.   Él me conocía demasiado bien como para enfrascarse conmigo en una pelea sin sentido. Yo no era de las que cambiaba de opinión fácilmente, así que no me obligaría a usar mi poca energía en defender mis tonterías.   —Ay, por favor, Aron. A mí ya nada me puede hacer más daño, justo como me encuentro ahora es lo peor que me puede pasar, justo ahora la muerte es más bien salvación para mí —dije intentando cerrar la conversación.   Tampoco quería gastar mis pocas energías. Pero, después de mis palabras, Aron desistió de rendirse.   —¡Déjate de estupideces, Ilia! —gritó—. ¿Cómo puedes decir eso? Recién...  —¿Recién?... Ah, te refieres a Anton. Él se lo buscó, ¿qué no? ¿Por qué habría de tenerle consideración a alguien que no pensó en mí o en lo que yo quería?, ¿por qué pensaría en alguien tan egoísta que no le importó romper su promesa?... Por mí que él, y todo lo que a él respecta, se vaya al demonio. Incluyendo mi amor por él, y su hijo también.  La cara de mi hermano estaba completamente horrorizada. Sus ojos me desconocían por completo y era completamente comprensible. Una semana atrás yo no habría pensado siquiera en las cosas que hoy estaba diciendo. Pero en una semana habían pasado cosas demasiado complicadas y fuertes como para que yo pudiese ser la misma que había sido siempre. No sabría ponerlo en palabras, pero los hechos lo dejaban claro.  » Oye, Aron, ¿sabes quién soy? —pregunté cuando asimilé la dolorosa mirada de mi hermano, cuando entendí que yo no tenía ni pizca de razón.   —¿De qué estás hablando? —cuestionó en tono cansado mientras caminaba hasta mí.   —¿Me conoces, Aron? —pregunté—. Porque yo no sé quién soy. Me desconozco completamente y no puedo evitarlo.   Aron suspiró, acarició mi cabeza y la besó. Yo pensé que no diría nada pero, además de confortarme, dijo lo que justo en ese momento necesitaba escuchar.  —¿De qué estás hablando? —preguntó sonriendo—. Eres mi hermanita hermosa, esa es quién eres tú. Un poco confundida y con el alma rota, pero eres Ilia Cora, la mejor en el rango del ejército de la resistencia, la heroína de la última batalla. Esa eres tú.  Pensé que eso podría volverme a la normalidad, pero no podía ser así. Hay cosas que después de rotas no tienen arreglo, yo era una de esas cosas. Lo entendí cuando dije que aun así no quería al bebé.   » Necesitas tiempo —aseguró Aron—. Respira profundo y piénsalo bien, piensa en él, en Anton y en el bebé. Antes de eso no decidas nada y, más importante, no hagas nada aún si decides algo, primero consúltame, ¿sí?  —Está bien —dije—, haré eso.  —¿Tienes hambre?  —No en realidad, pero comer no es opcional, ¿o sí?  —No. Traerán la comida en seguida y quiero que la comas toda. Pediré que te supervisen.  —Fueron dos días, ¿verdad?  —Sí, estabas exhausta y deshidratada. ¿Qué hiciste esos tres días encerrada?, ¿aeróbicos?   Aron quiso bromear, pero yo aún no estaba lista para tomarme mi maldita vida con humor.   —No, llorar —dije sintiendo como un líquido caliente volvía a llenar mis ojos.   —Bueno, no importa ya —dijo—. Regreso en cuanto pueda. Tú solo come y no te preocupes mucho.   Como si pudiera hacer eso. Yo no podía dejar de preocuparme. Las cosas estaban más que complicadas. Yo estaba embarazada y nada psicológicamente preparada para la noticia. Además, lo último que quería era algo que interviniera en mis planes y esto, como todo lo que había pasado recientemente, venía a cambiarlo todo.  * *  Pasaron los días y volví a casa y, a pesar de que el tiempo pasaba, para mis las cosas no cambiaban mucho.  «¿Qué voy a hacer?» la única cosa en mi cabeza. Pero la respuesta estaba lejos de ser obvia.  A pesar de que un bebé no era lo que yo quería en ese momento, era cierto que, aunque estaba detestándolo tanto por hacerme daño con sus idiotas decisiones, amé a Anton con toda mi vida. Un hijo de él sería lo mejor que pudiese habernos pasado a ambos, pero no estaba tan segura de que fuera lo mejor para mi sola, mucho menos en las condiciones emocionales en que me encontraba en ese momento.  Era curioso como algo que pudo hacerme hecho inmensamente feliz en otro tiempo, me estaba torturando. No solo porque venía a cambiar mis planes, sino porque sería el recuerdo permanente de lo que ya no podía tener, de Anton.  Sea como sea, en realidad no había mucho qué pensar. No es como si me atreviese a cambiar las cosas; lo hecho, hecho estaba y solo quedaba seguir adelante. Pues, aunque tiempo atrás había elegido el camino de la destrucción, no es como si me fuera a poner a matar a mi propio hijo.   Tras pensar todo eso, supuse que lo que tenía que hacer no era aceptarlo, sino asimilarlo.  —¿Qué piensas? —una voz no muy agradable me sacó de mis pensamientos.   —Nada —dije para el hombre que entraba a la cocina donde me encontraba—, me cansé de eso y dejé de hacerlo.  —Y, ¿cómo estás? —preguntó llenándome de confusión.   Jean interesado en mí era más difícil de asimilar que mi recién descubierto embarazo. Igual respondí, ser agradecida era algo que me gustaba practicar.   —Tal y cómo puedo —dije.   Y es que era así. A tales alturas de la vida, y con todo lo que había vivido, yo solo podría estar tan bien como se pudiera.   —Qué mala respuesta —dijo—, teniendo en cuenta tu condición.   Jean me miró casi compasivo.   —Ya que lo mencionas, voy a decir que es justo mi condición lo que me tiene así.  —¿Qué te preocupa, Ilia? —cuestionó como si no entendiera mi postura.   Aunque puede que en serio no la entendiera, a mi alrededor no había ninguna persona que pudiera entenderme. Nadie había pasado por lo que yo pasé, al menos no de la forma en que yo lo sentí.   —Justo ahora, nada —aseguré—. Tampoco es como sí preocupándome pudiera arreglar algo, ¿o sí?  —No es como si estuvieras en una situación que necesitara arreglo —aseguró—. Solo estás embarazada.  —Uy, qué poquito —ironicé—, nada relevante, ¿verdad? Me pregunto cómo es que lo sabes.  —Somos del mismo escuadrón y vivimos en la misma base, es común que me entere lo que sucede contigo.  —Suponiendo que a esta hora no es todo el mundo el que se ha enterado, fue por Aron o por Sonia. ¿En qué estarán pensando al difundirlo de esta manera? ¡Como si fuese importante!  Aunque esta última parte la dije más bien para mí, el ceño de Jean se frunció y me regaló una mirada de total desprecio. Entonces recibí la respuesta a una pregunta que no puse en palabras pero que pasó por mi cabeza.  —Me molesta porque es muy importante, es tu hijo —dijo y rodé los ojos.  —No —dije—, yo no voy a discutir esto contigo, es algo que no te incumbe y yo soy libre de hacer con mi vida lo que yo quiera.  —Esto no se trata de tu vida, es la vida de tu hijo.  —¡Exacto! —dije—. Es mi hijo, algo que solo a mí me concierne. Así que no intentes meter tu cuchara en esto, por favor.  —Ilia, no voy a permitir que atentes contra su vida.  —¿Disculpa? —hablé sorprendida y casi divertida— ¿A ti quién te dio derecho de permitirme o no permitirme hacer algo?  —No necesito el permiso de nadie para salvar una vida —dijo.  —¿En serio? Pues quiero verte intentar lograr algo —sonreí—. Buena suerte con eso.  —No es broma, Ilia —dijo con seriedad—. Jamás te perdonaría que hicieras algo como eso.   Reí de nuevo.  —Bien entonces —solté—. No es como si yo necesitara tu perdón, ¿o sí?  —Ilia —comenzó a hablar, pero yo no lo escuché, me alejé sin decir nada, sin contestar a su llamado, solo me fui sin decir una palabra, pero con un mundo de ideas atrapadas en mi cabeza.  «¿A él que diablos le importaba lo que yo hiciera?» Además, no podía creer que él me creyera capaz de hacer tal atrocidad. Era cierto que nuestra relación era más del tipo conflictiva, y que no había dado lugar para que nos conociéramos bien, pero él había dicho que me veía más del tipo que salva vidas.  —Idiota.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD