Una niña enamorada era para Reginald un regalo caído del cielo, aunque en realidad caer en manos de un hombre como el Barón Reginald de Ziend era para la joven Claudia como un pequeño infierno. Después de Arthur Reginald se portó como un galante caballero con Claudia pero no se acostó con ella. En el fondo le provocaba asco la muchacha que sin escrúpulos se había acostado con su amigo sin resistirse. Con Amelia todo era diferente, con ella su resistencia era placer y Reginald la amaba. Así qué recordaba cada noche lo que habían vivido como amantes por varios años. La relación de él con Amelia llevaba su historia a cuestas y aunque solo podía acostarse con Amelia en algunas ocasiones era más que suficiente para Reginald el desenfreno violento que vivían cada vez que durmieron juntos.

