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1958 Words
Las cosas con Nick no se dieron de una forma que pudiera predecir. Él es un año mayor y lleva mucho más tiempo que yo saliendo a fiestas y haciendo ese tipo de cosas. Hace dos meses entré en la universidad y tuve mi primera fiesta en el campus que nada tiene que ver con las fiestas a las que iba en el instituto: "—¡Eh! ¡¿No es ese Nick?! —me grita Laura sobre la música y casi no puedo ver a dónde apunta, pero lo veo—. ¡No resoples! Está buenísimo y no sé cómo no te ha dado por colarte en su habitación cuando se ducha si lo tienes a tiro de piedra. —Porque lo que quiero es tirarle una piedra. Empino el codo y me termino mi ¿cuarta? copa. No lo sé. Esta fiesta sí que mola: hay alcohol, hay gente fumando y nadie se preocupa por romper las cosas. Todo da igual esta noche: la primera fiesta del año y mi primera fiesta universitaria. —No te pases ¿eh? —me advierte ella. —Tú tampoco vas bien ya. Y dejo de ir bien a eso de las tres de la mañana. Veo borroso, no puedo casi ni sostenerme y he perdido a Laura cuando se ha enganchado a un tío en la cocina. —Puaj. Qué asco —reniego. De camino al baño alguien me mancha el vestido y el pelo, y casi me resbalo con algo que no sé si es alcohol o pis. —¡Erin! Un tío en las escaleras me toca la pierna desnuda a ras de rodilla y estoy por darle una patada pero solo sigo subiendo. ¿Pero cuántos estúpidos escalones tiene esta fraternidad? —¡Erin! A mitad de la subida alguien me sujeta del brazo con fuerza y le doy un golpe que ni le afecta. —Oh, ¡Nick! Qué bien que estés aquí, me alegro un montón —¿pero qué digo?—. Bueno... Nick siempre me vigilaba en las fiestas de instituto cuando él aún iba, yo le cuidaba su culo borracho cuando se pasaba de copas y tenía que saltar de mi balcón al suyo para que sus padres no le pillaran. Con Nick siempre voy a estar a salvo aunque sea un imbécil. —¿Cuánto has bebido? Estás borracha. Me está mirando fatal, tiene las cejas oscuras fruncidas y las facciones de su cara están enfadadas. Demasido para estar en una fiesta. Además, ¿a quién va a regañar? Tiene las pupilas dilatadas seguro que por algo que no es alcohol y parece sonrojado cuando en realidad estará bebido también. —Relax... Estoy... ¡bien! Estoy de maravilla... Lo escucho resoplar como un toro y su brazo grande y fuerte me abraza por la cintura llevándome escaleras abajo y a la salida de la fraternidad. —No quiero salir —me quejo. —Claro que quieres. Vamos a que tomes el aire, borracha. Me quejo más pero yo nunca he podido ni podré con Nick. Me saca unas dos cabezas de altura y cuando dejó de estar gordito en el instituto y se metió al fútbol se convirtió en el chico popular y musculado que todas queríamos. Que todas querían. Ellas querian. Yo para nada. Creo que empuja a un par de personas para poder salir, luego me deja en mitad del jardín delantero y a saber de dónde saca una botella de agua. Le quita el tapón y se moja la mano. —Quítate el pelo de la nuca —me ordena. —¿Qué? Él mismo se enreda mi pelo castaño oscuro entre los dedos y me empapa la cabeza. El agua está tan fría que parece sacada del ártico, o de Canadá. —¡No! ¡Nick! Está fría. —Pues no haber bebido tanto. Toma, bébetela. —Vale... —musito y lo escucho reírse—. No tiene gracia. Imbécil. —Sí que la tiene. —No me quita los ojos de encima—. ¿Desde cuándo tú usas estos vestidos? Se te ve todo. Agacho la mirada, casi me hace dudar de si tengo un pecho fuera o si la falda corta del vestido morado ha dejado ver mi ropa interior. No es así. Sigo perfecta, perfectamente mareada y borracha pero bien vestida. —No se me ve nada. —Beber agua me tranquiliza un poco y lentamente el peso de la noche me cae encima—. ¿Podemos ir a sentarnos? Nick asiente, el pelo casi le tapa los ojos y no puedo contenerme cuando levanto la mano y se lo quito de la cara. Nick es delicado cuando quiere, deja que vaya enganchada a su brazo todo el camino hacia su coche que está aparcado a cinco minutos de la fraternidad pero se me hace eterno. —Es la primera vez que te veo tan bebida, en el instituto te las cogía mejores. —Puede que haya fumado un poco —admito—. Y no me has visto este último año, las fiestas mejoraron cuando te fuiste. —Era el rey de las fiesta. —Eres un puto arrogante. Conduce un coche algo grande. Me siento de copiloto con la puerta abierta y Nick se queda de pie rozándome las rodillas como si tuviera miedo de que me fuera a caer de boca. Menuda nochecita. He venido con tres amigas y me he quedado sola. Vaya noche. —¿De qué te ríes? —me pregunta. —De que no esperaba terminar así mi primera fiesta universitaria. Él se ríe también aunque Dios sabe lo molesto que será mañana. —No voy a estar siempre para vigilarte. —No te necesito. —Al levantar la mirada soy más consciente que nunca de lo guapo que es. Sus ojos oscuros al igual que los míos me miran, no sé si se está burlando o quiere hacerme perder la cabeza como a las otras chicas con las que está. Su mano me quita el pelo revuelto de la cara, seguro que está apestoso en una mezcla de alcohol y agua... Pero él me lo pasa por detrás de la oreja y sus nudillos me acarician la mejilla. —Deberías aprender a darme las gracias de vez en cuando. —¿Sabes la de veces que yo he salvado tu culo borracho? Me lo debes. Lo empujo para salir del coche y ponerme de pie, empiezo a agobiarme un poco y casi no me queda agua. Me apoyo contra el coche y Nick se queda tan cerca... huelo su colonia, el alcohol... huelo que él también ha fumado. Y le queda muy sexy esta camiseta negra que se le ajusta a los brazos. Sé lo que hago cuando le toco y le paso las uñas por el pecho, pero le echaré la culpa al alcohol si me preguntan. —Erin —escucho que me llama—. Estás muy borracha. —No tanto. El pecho se le infla bajo mis dedos y al subir la mirada lo tengo aquí, cerca y mirándome. No es el Nick que conozco de toda la vida, es el Nick que le gusta a todas las chicas, incluso a mi me pone. Y de repente me besa, o yo me lanzo. O nos lanzamos los dos. No estoy muy segura de lo que pasa esa noche pero estamos besándonos y pasamos a los asientos traseros de su coche. Nick me toca como quiere y yo le toco como me da la gana. Sea lo que sea que pase en estos asientos traseros, nuestra vida ya ha cambiado. Abro la boca para coger aire. Las manos de Nick se pasean por debajo de mi vestido y antes de que pueda preguntarme cualquier cosa o echarme a un lado, vuelvo a besarlo. —Erin —intenta avisarme, pero no me importa. —Cállate. Es Nick quién me tumba, se me echa encima y aunque el coche sea grande parece bastante pequeño estando aquí los dos intentando montárnoslo. Al final vuelve sentarme en su regazo, noto el bulto de sus pantalones presionarse contra mi entrepierna y gimo sin distinción. —¿Estás segura? —me pregunta, pero sus manos me están amasando el culo. Asiento. —Sí... ¿y tú? Me aprieta más contra él y sus dedos se hunden en mi piel. No nos desnudamos ni nos vemos mucho. Levanto las caderas, Nick se desabrochas los pantalones, lo escucho y lo noto y yo me hago a un lado la ropa interior; cuando voy bajando es la mejor sensación de la noche. Las ventanillas se empañan, el coche se mece y yo solo puedo pensar en que esto se siente de maravilla. La respiración de Nick es pesada, se mezcla con la mía y cada vez es todo más intenso, más rápido y más pesado. Hace tanto tiempo que no tengo sexo que el orgasmo es inminente e intenso, viene seguido de el de Nick que me mantiene apretada contra él mientras nos relajamos. —¿Quieres que te lleve a casa? —me pregunta al rato. Pienso en mis amigas y luego en que ellas me han dejado por irse con unos universitarios. —Vale. Su mano me da un golpe en el culo y me levanto de él. Gran parte del camino a casa es silencioso, lo noto mirándome y yo voy con la frente apoyada en la ventanilla. Dios. Acabo de hacerlo con Nick. —Oye, lo que ha pasado... —No importa. —Me ha gustado —dice—, pero sabes que no quiero una novia. Se me escapa una risa. —Que me guste el sexo no quiere decir que quiera ser la novia de nadie. —Uh... —sisea—. ¿Has estado con tantos? Chasqueo la lengua aunque por mi cabeza ahora mismo solo pasan tres chicos con los que lo he hecho. Mi exnovio Conrad, un chico de otro instituto llamado Mario y ahora Nick. —No me hagas preguntarte eso, ¿acaso llevas la cuenta? —Sé que esta noche se ha añadido otra —dice de esa forma tan de Nick que te hace gracia. Le doy un sutil golpe en la pierna y volvemos al silencio. Mi relación con Nick ha sido toda la vida un tira y afloja: él me molestaba y yo me quejaba, yo le molestaba y él me molestaba el triple. Nunca he llegado a odiarlo porque eso es imposible, pero le cogía mucha tirria por momentos. Ya entrando en nuestra calle él aparca dónde siempre: justo en la entrada del garaje de su casa, muy pegado a la derecha para que el coche de sus padres pueda salir. El silencio se hace muy incómodo cuando ni el ruido del motor está de fondo. —No tenemos que fingir que esto no ha pasado —dice, la cabeza se me gira como una poseida—. Podemos repetirlo sin compromiso. Espera. —¿Me estás proponiendo ser tu follamiga? —he estado a punto de gritarlo pero por lo menos mi subconsciente sabe que en el fondo no me parece tan mala idea. Se encoge de hombros y se aparta el pelo de la frente, cuando lo hace sus músculos aprietan la manga de la camiseta. Lo veo capaz de decirme que si no es conmigo tiene a otras dispuestas, y la verdad es que he escuchado tantas cosas de Nick que ahora que lo he probado tengo intriga de más. —Vale —la palabra se me cae de la boca con determinación. Le apunto con un dedo—. Esto es un secreto. —Solo entre tú y yo"
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