26. CAZADOR DESCUBIERTO

2264 Words
Nika Después de la increíble primera cita que tuve con Kirill, acordamos tener otra, aunque él quiso dejarlo como una sorpresa en la que debía presentarme con un atuendo que me dejó separado en una tienda, junto a la dirección del encuentro. Intrigada, seguí sus pasos hasta llegar a un lugar muy particular que me dejó sin palabras y más porque él ya se encontraba en la entrada aguardando por mí con su imponente porte y una galante sonrisa que se expandía al detallarme con cada paso que daba hacia él. —Imaginé que cenaríamos en algún restaurante cerca de una montaña, pero no creí que me harías madrugar para llegar aquí —comenté, con una sonrisa nerviosa que él calmó con un beso—. ¿Haces esto en todas tus citas? —No, pero considerando que no eres mucho de lo que imaginaba, creí que sería bueno descubrir algo más de ti. —¿Qué descubrirás esta vez? —¿Sabes conducir? —señalé obvia mi auto, a lo que él señaló al otro lado donde había unos perros que eran atados a dos trineos—. Están bien entrenados, no te preocupes, pero si es demasiado para ti… —¿Estarás a mi lado por si se voltea mi trineo? —pedí nerviosa. —Todos estaremos atentos para cuidarte. Su seguridad despertaba bellos recuerdos con la familia de Vicky y Alek cuando pasaba las vacaciones con ellos, ya que mis padres nunca estaban en casa y rara vez preguntaban por mí, así que esas familias me dieron los recuerdos más hermosos que he tenido y las aventuras más increíbles, pero también me dieron muchas lecciones que Kirill desconocía. —¿Alguna pregunta? —cuestionó el encargado, tras darnos las instrucciones de manejo y qué debíamos hacer ante ciertas situaciones, a lo que ambos negamos. —Descuida, iré a la par contigo por si necesitas algo. —Gracias, Kirill, eso me ayudará muchísimo —comenté enamorada, y aseguré las correas en mis manos, dándoles otra vuelta. A la señal, agitamos las correas y los perros emprendieron la carrera. En ocasiones veía a Kirill con inocencia y nerviosismo, él me señalaba que no perdiera de vista el frente para así acelerar un poco más, aunque fue el temerario giro que él dio lo que disparó mi adrenalina. Aguardé hasta acercarnos a una pequeña pendiente que había a unos metros, me incliné un poco y golpeé más fuerte para que los perros saltaran, dándonos una caída que incrementó la velocidad. Kirill comprendió en ese punto que no estaba con una primeriza y menos una novata, así que fue con todo hasta alcanzarme en el camino y se acercó tanto como pudo. —¡La bandera roja! —vociferó enérgico. En el camino había varias banderas, pero solo la roja significaba el final, siendo evidente que quería competir. —¡Serás mi cena y la de mis perros, Kirill! —solté una malévola risa y aceleré temeraria. La adrenalina se mezclaba con la felicidad en mi interior, memorables recuerdos me invadían con cariño y mi deseo por ganar me hizo dar lo mejor, aunque Kirill no lo hacía nada mal, de hecho, se notaba que era un profesional en la materia y también ansiaba la victoria, pero yo había obtenido la ventaja gracias a otro salto que di dos banderas antes del destino y con ello, saqué la bandera roja antes que él y celebré con mi equipo canino en cuanto nos detuvimos. Lo mejor era la risa que él soltaba por mi tramposa y muy silenciosa jugada. —¿Algo más que deba saber de ti, Nika? Porque esto debería considerarse trampa. —La carrera fue limpia y yo nunca dije que no había conducido trineo con perros —reclamé inocente. Él me levantó dichoso, dándome un increíble beso que me supo a gloria y deseo—. ¿Quieres la revancha? —Deja de humillarme o no me apiadaré de ti a la primera oportunidad. Conocí a muchos hombres con el ego por los aires, el cual destruí en múltiples ocasiones con competencias como esta y hasta situaciones insignificantes, pero él no perdía su seguridad, no se intimidaba por nada y antes celebraba conmigo, como si yo fuese el mejor descubrimiento de su vida. —Vamos, si quieres te daré una ventaja. —No la necesito —contestó tranquilo—, puedo ganar sin problemas. —¿Qué? ¿Me dirás que me diste ventaja? —Solo cuando empezamos porque hiciste una buena actuación, pero no te la di en la carrera. —¿Y cuándo me la darías? —No lo sé, procuro no darle ventajas a nadie, aun si es una mujer —algo en su tono resultó profundo e indescifrable, pero a la vez era como si comprendiera el trasfondo—. Sigamos. Con carrera o sin ella, quiero ver qué más sabes hacer. —De acuerdo, pero quiero mi premio cuando salgamos. —Te daré más de un premio —Kirill mordió lujurioso mi oreja, estremeciendo cada parte de mi ser. Hicimos un par de carreras donde fuimos más aguerridos; sin embargo, por curioso que parezca, uno de los huskies no se me quiso separar después de hidratarse. Kirill estaba tan intrigado como yo por la actitud del perro, aunque fue la intervención del cuidador lo que más nos sorprendió ya que, según él, este perro en particular no era sociable con ninguna persona u otro animal, solo se limitaba a hacer lo que le ordenaran, lo peor era que el pobre había quedado en el olvido cuando su abusivo dueño falleció de un infarto hace poco más de un año. —Es horrible, no imagino cuánto habrá sufrido —comenté dolida, sin dejar de acariciar el lomo del husky. —Horrible o no, quizás fue entrenado para lo peor y solo aguardaba por un mejor cuidador —dijo Kirill con un tono particular que no supe descifrar—. Sea como sea, te conseguiste un admirador. —¿Celoso? —No, igual nos iremos y no tendré que competir por un lugar en la cama con el perro —una profunda tristeza me invadió por esa bofetada de realidad. El perro en verdad era muy tierno y, desde que volvimos, me daba suaves golpes con su cabeza pidiéndome caricias, claro que no bajaba la guardia y seguía muy al pendiente de cualquier amenaza, pero se le notaba sumamente tranquilo conmigo. —Podría adoptarlo —sugirió el cuidador, asombrándonos por completo—. Conocí a su anterior dueño y aunque el viejo era bueno en su trabajo, también era un hijo de puta con los perros. Aun así, este en particular la escogió, así que debería llevárselo. —Pero este no es un lugar de adopción. —No, pero ningún perro me dio tanta lástima como este y más porque fue el único de su camada que sobrevivió. Es un perro fuerte y si él cree que estará bien a su lado, confío en que así será. —Es tu decisión —murmuró Kirill ante mi duda. —¿Te importaría continuar la cita con otra compañía? —Descuida, el perro puede venir —rodeó mi cintura y dejó una mordida en mi oreja—, pero ni creas que me lo follaré esta noche —no sé de dónde saca ciertos comentarios tan particulares, pero este fue un detalle significativo para mí—. ¿Cómo lo llamarás? —No lo sé, quiero un nombre que lo haga sentir a gusto, así que me tomaré mi tiempo. —Me parece bien, merece uno que suene a un guerrero, que es él, a fin de cuentas. (…) Ni en mis más locos planes creí que terminaría adoptando un perro de esta forma, jamás tuve mascotas ni interés en eso, pero estaba cautiva con el husky y entre más pasaba a mi lado, más me enamoraba de él. Lo mejor era que las siguientes horas las dedicamos a continuar la cita con el canino y dimos sugerencias de nombres que no lo animaron. Con la temperatura descendiendo, fuimos al hotel que estaba cerca de la zona y pedimos una suite, aunque nos ordenaron dejar al husky en una zona especial para mascotas, ahí le compramos un filete como cena, nosotros tuvimos la nuestra cerca de él, aunque la lujuria no tardó en aparecer al detallar provocativos los cuchillos. —¿Qué te parece si vamos a la habitación? —quería ir con Kirill, pero me ganaba la culpa de dejar al can aquí—. Tranquila, ya te dijeron que alguien viene a cuidarlos y en la mañana nos levantaremos temprano para asegurarnos de que esté bien. —Está bien, pero al menos podrías hablar con el encargado para que le dé una manta y todo lo necesario para su comodidad. Conmovido, él accedió y se alejó un instante de la mesa, lo que Kirill no sabía, era que esta había sido una excusa para poner un relajante en su bebida. Me pareció curioso que el husky se me quedara viendo como si comprendiera lo que hacía, así que le hice una señal de silencio y él respondió con un corto y muy agudo bramido, quedando tranquilo. —Quizás eres más inteligente de lo que pareces. —¿Decías? —cuestionó Kirill al acercarse de vuelta. —Nada, algo con el perro —contesté desentendida—. ¿Un último brindis y vamos por el postre? —le extendí su copa, bebimos sin apartar la atención del otro y seguimos a la habitación después de despedirnos del can. Si bien no haría daño a Kirill, sí quería que durmiese profundo hoy para averiguar un poco más quién era él y para eso debía revisar su identificación y todo lo que trajese a mano, así que tuvimos otro encuentro salvaje que me dejó sorprendida, pues su rendimiento no cambió un solo minuto, pero después de unas horas de desfogue, caímos agotados en la cama y me dirigí al baño para ganar tiempo. Al salir, él dormía profundo, quizás la energía gastada hoy, sumado al relajante y el sexo, hizo que cayese más rápido. No perdí tiempo y revisé sigilosa sus bolsillos, no hubo nada fuera de lo común en las pocas pertenencias que encontré en el abrigo, eso, hasta que encontré un bolsillo secreto que pesaba un poco y abrí curiosa el compartimiento encontrando un pequeño estuche, pero fue su contenido lo que me aterró. Kirill guardaba un par de jeringas junto a dos frascos de Pentotal, un fuerte somnífero que también sirve para interrogatorios al ser conocido como “el suero de la verdad”, pero, en mi caso, esto resultaría mortal al ser alérgica y si él tenía planeado usarlo conmigo, era obvio que no terminaría bien, menos si sabe quién soy yo y para quién trabajo, aunque no le habría servido de nada pues me habría llevado los secretos a la tumba en cuestión de minutos o segundos. Rápidamente busqué su billetera para dar con alguna identificación, pero su móvil vibró con un mensaje y lo desbloqueé (al haber visto antes la clave,) solo que no esperaba descubrir que se trataba de un trabajador de él, lo peor del asunto era que le llamaba Luzhin y le informaba que Serik estaba en Kazajistán con “la zorra”. Ahí conecté las piezas, dándome cuenta de que nuestros encuentros no fueron casuales, sino que mi instinto tenía razón, todo fue planeado y seguro el tipo que me acosó trabaja para él, y como yo siempre conocí a este sujeto por el nombre de Luzhin y no tenía su rostro registrado, no hubo forma de reconocerlo, pero mi instinto no falló, aunque ahora esta bella fantasía debía terminar de la peor forma, aun cuando me negaba en el fondo a creerlo y más por la conexión que pareció haber entre nosotros. Por desgracia mi incredulidad me jugó una mala pasada cuando golpeé la lámpara con mi codo, ya que él despertó, y bastó una mirada para comprender que sabía la verdad, así que él, por increíble que parezca, marcó esa lobuna expresión que me había dado en previas ocasiones e intentó levantarse a pesar del relajante que le recorría. —Esperaba follarte un par de veces más antes de someterte al interrogatorio —espetó cruel—, pero supongo que no podrá ser, o al menos no con la misma entrega de tu parte. —Lo que sea que busques, Luzhin, no lo obtendrás de mí con esto, te lo aseguró. Me matarías antes de tiempo —advertí tajante, mientras retrocedía a paso lento y él enarcó una ceja al llamarlo así—. Por cierto, tus hombres escribieron. Tu amigo Serik está con buena compañía, o quizás en un gran problema. —No me digas —soltó irritable—. Bueno, ya me encargaré de él, primero vamos contigo. Él no dudó en atacarme a mano limpia, yo enrollé su abrigo en el brazo y lo doblé hacia la espalda para después patearlo contra la pared, golpeé su cabeza con la lámpara e intenté recuperar el cuchillo que habíamos traído, pero él me arrojó al suelo tras sujetarme del tobillo. Por suerte el relajante todavía lo afectaba y bastó un par de patadas para liberarme, cubrirme con el abrigo en tanto recuperaba un par de prendas y mi bolso y corrí hacia donde estaba el can, huyendo rápidamente al auto con él y emprendiendo otra carrera, pues Luzhin ya había salido de la habitación en mi búsqueda.
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