La Fuente Mágica

3602 Words
Camino al lugar donde se encontraba la fuente mágica, Denisse se sintió extremadamente extraña, era como si una presencia, la abrazara, envolviéndola en las notas de una canción muy diferente a la que diariamente escuchaba en la radio o en su MP4. Aun sin saber la hora; el tiempo se había congelado, pero ella se desplazaba hacia ese lugar inhóspito, como si lo conociera de memoria, hipnotizada, en ese trance que la ató, desde el momento en el que escuchó el llamado a su encuentro. - ¿Qué me está pasando? ¿Por qué no me puedo devolver? Se preguntaba Denisse, en su subconsciente. - ¿Hacia dónde me dirijo? Mientras sus pies, iban en dirección a la entrada de un destino inesperado. Al llegar al rincón, donde reposaba la fuente de cuarzo rosa, el lugar, se iluminó con rayos magenta en degradé, lloviendo azules sobre sus hombros, mientras que de las paredes brotaba escarcha plateada. Nunca en su vida, había visto algo semejante, tan extraño y magnífico a su vez. Divisó a Bruno, quien se encontraba justo enfrente de la fuente, perplejo, inmóvil y taciturno. Se acercó a él, muy despacio, para no asustarlo y susurrándole, le llamó la atención, con una palmadita en su espalda: - Bruno, Bruno, ¿estás bien? ¿Me escuchas? Al voltearse, el muchacho responde asombrado: - ¡Señorita Denisse! - Sí, soy yo. ¿Qué haces aquí? ¿Te sientes bien? Cuando llegué, estabas como ido, mirando hacia esa fuente. -  No sé cómo llegué aquí pero su belleza me dejó embelesado, pensativo. - Tampoco sé cómo llegué, solo recuerdo que Don Álvaro me dijo que estabas al final del pasillo y me ofrecí a buscarte. - Es hermosa, ¿verdad? - Sí, lo es. Así como también, muy extraña. Su forma, su luz, el agua que va derramando, va cambiando de color. Jamás vi algo así, ni en mis viajes hacia las Cuevas de Goldenllow, donde cuenta la leyenda que existen cataratas y fuentes naturales con características semejantes a las que aparecen en los cuentos de hadas. - Y la música, ¿la escuchaste? Era un idioma extraño. - Sí, es Irish Gaélico, una lengua muerta usada por los celtas antiguos. Denisse y Bruno, se miran fijamente a los ojos, durante su diálogo.   De pronto, el agua de la fuente comenzó a salpicarles un tenue rocío, mojando sus rostros. Sintiendo la frescura de sus gotas, cerraron los ojos, levantando las palmas de sus manos. Éstas, se unieron, como si en el Cinturón de Venus, la Línea de Saturno y la Línea del Corazón, tuvieran un imán incrustado. Escuchando nuevamente, la melodía que los llevó al reencuentro en ese sitio mágico, sintiendo llover polvo de estrellas. “Athair ar neamh, Dia linn Athair ar neamh, Dia liom M’anam, mo chroi, mo ghloir Moladh duit a Dhia Fada an la, go samh Fada an oiche, gan gruaim Aoibhneas, athas, gra Moladh duit a Dhia Moraim thu, o la go la Moraim thu, o oiche go hoiche Athair ar neamh, Dia linn Athair ar neamh, Dia liom An ghealach, an ghriain, an ghaoth Moladh duit a Dhia”.   Danzando en unión de sus almas, evocando sentimientos ocultos en sus corazones, como si en ese instante, hubiesen dejado de ser independientes, para ser uno sólo. Bruno y Denisse, se abrazan, levitando en una mágica ola rosa pálido. Una voz desconocida, inunda el espacio, como si de un mantra, se tratase: - “Dos espíritus, fervientes, enamorados, latentes en el universo paralelo, separados por el inclemente tiempo, vuelven a unirse, en una sola alma, en un solo corazón, en una misma lengua, en el eco azul, de una misma voz”.   Mientras ambos danzan el himno celta que inunda el lugar... - Agatha, ¿Qué te sucede? Tienes rato pensativa, no desvías la mirada del rincón, ni siquiera espabilas. Volviendo en sí, ésta le responde a Constanza: - No, no, nada. Sólo estaba pensando que... que algo está por venir. Lo presiento. - ¡Bah!, tú siempre con tus misterios. Termina de contarnos ¿qué es lo que dices que está por venir? Replica Regina. - Está cerca, muy cerca. Más de lo que pude imaginarme o de lo poco que pude ver en mis sueños. Dice Agatha, un poco nerviosa. - Sigo pensando que cada día, enloqueces más en esa tienda y con esas cosas que haces ahí. Dice Caridad, algo incómoda con el comentario.   De pronto, aparece Don Álvaro con el pedido hecho por Constanza. - Señoritas, aquí tienen su orden. Que la disfruten. - Gracias. Espere, espere, aún Denisse no vuelve. ¿Pasó algo? - Pregunta Caridad, angustiada. - No, señorita, descuide. Ya debe estar por volver. No ha pasado mucho tiempo desde que fue a por Bruno. Si acaso, unos quince minutos. - Pero, ha parecido una eternidad. ¿No les parece, chicas? - No exageres, Constanza. Don Álvaro tiene razón. Sigamos en lo que estábamos, en cuánto llegue Denisse, la ponemos al corriente.   El dueño del establecimiento, se aparta, encaminándose de nuevo hacia la barra. Mientras se acerca, mete su mano en el bolsillo derecho del pantalón, extrayendo de él, una piedra rosa de cuarzo en bruto, con partículas brillantes, que se hacen cada vez más visibles, pensando que el tiempo se acorta para el gran día; el día esperado por tantos años, tantas décadas, pues éste es tan sólo el comienzo del despertar de los Dioses. Mirando de nuevo el reloj, se da cuenta que sigue detenido el tiempo y apretando la piedra entre sus manos, cierra los ojos y hace una petición en voz baja: - “Dioses aguardados en la dimensión de la luz traslúcida, vengan ahora, despierten, de su largo sueño, es el momento, de retornar a la vida, de hacer que éstas almas, se reencuentren desde éste instante y para la eternidad”. Entre tanto, Bruno y Denisse, bailan al son de la melodía, mientras la fuente mágica, lanza destellos multicolores sobre ellos, desbordándolos de amor infinito. Sus miradas se encuentran, sus labios se acercan tímidamente, rozándose delicadamente, abrazados, fundiéndose en un cálido beso, como si soñaran despiertos o dormidos, quizás. De pronto, las gotas como rocío que de la fuente salpicaron, forman una silueta fantástica, un ser alado, de orejas puntiagudas, cabellos de color violeta y plateado, rostro juvenil, ojos azul profundo como el Océano Mediterráneo, nariz perfilada, labios finos y largas extremidades, vistiendo una capa de finos hilos dorados, materializándose, y, de la que comienzan a escuchar susurros extraños, para cualquier oído humano, pero que entienden a la perfección: - “Regresarán al instante en que escucharon el llamado, nada recordarán, pero el reencuentro es un hecho. Cada vez que sus corazones coincidan; palpitarán de profundo amor, el uno por el otro, más, nada demostrarán, salvo en sus sueños de irrealidad, sin embargo, a mi presencia volverán, para no separarse nunca más”.   Al terminar la frase, ésta desaparece y con ella, la melodía, los destellos y toda la magia que envolvía el lugar, dejando sólo neblina, soledad y un enorme silencio. Denisse, mantenía los ojos cerrados, tocaba sus labios con sus dedos temblorosos, su corazón estaba muy acelerado, su mente divagaba, en sí, lo que sentía en sus adentros, había sido un sueño o una realidad mágica; su subconsciente, le imploraba que volviera a ese instante, en el que el tic-tac del reloj, se detuvo, que no despertara. Mientras que Bruno, desaparecía entre la niebla, desplazándose, inerte, hacia la realidad.   En la barra, Don Álvaro, frotaba una lanilla sobre las esculturas que la adornaban, pulía muy bien cada una de esas piezas, que cuidaba con tanto esmero y dedicación. Voltea a mirar una vez más el reloj, colgante en la columna marfil; que comienza a andar, como si nunca se hubiese detenido. Por lo que sonríe misteriosamente, y, echa una ojeada, hacia el fondo del bar-café, justo detrás de las mesas, donde ve a Bruno regresar, un poco perdido. - Bruno, ¿Dónde te habías metido?, aún tenemos muchos clientes que atender. - Don Álvaro, yo... ehh... yo, no sé, no, no entiendo nada, fui a... ¿a dónde fui? - Si no lo sabes tú, mucho menos lo voy a saber yo, que no me he movido de aquí, atendiendo el negocio. Venga, póngase a trabajar y deje la pereza para su tiempo libre.   La mente de Bruno, seguía dispersa, no sabía qué había ocurrido, por más que lo intentaba; no lo lograba. Y para evitarse, más llamadas de atención de parte de su jefe, decidió continuar con sus labores y pensar con claridad, más tarde, cuando ya hubiese salido de su turno. Por otra parte, Denisse, abrió los ojos y se quedó atónita, mirando todo a su alrededor; mesas aglomeradas en un rincón, algunas sin patas, sillas inservibles, manteles desvencijados por el tiempo, doblados encima de unas neveras oxidadas. Y silencio, una nube de silencio, cubría todo el espacio. - ¿Qué rayos hago en éste lugar?, ¿Dónde estoy?, ¿Dónde están las chicas? Buscando la puerta de salida, se encontró con las carcajadas de sus amigas. - ¡Constanza, Regina, Agatha, Caridad, están aquí! Dice Denisse, muy emocionada. Pensé que me habían dejado sola. - Pero claro que estamos aquí, esperando por ti, hace horas diría yo. Contesta Regina, un poco malhumorada. - ¿Se puede saber dónde estabas tú? ¿Te perdiste buscando a Bruno? - ¿A Bruno? Pero si Bruno está allá. Dice Denisse, señalando hacia la mesa situada junto a la puerta. - No comprendo, Don Álvaro nos dijo que fuiste a buscarlo. Y hace un par de minutos, él no estaba por aquí. - ¡Esto está muy extraño!, tenemos años conociendo a Don Álvaro y es una persona honorable, ¿por qué habría de mentirnos? Razona Agatha. - Quizás, él si le pidió el favor, pero ella se desvió del camino. Comenta Constanza. Mientras Denisse, aún extraviada en sus recuerdos, no recordados, valga la redundancia, se sienta en su silla, bebe un poco de su Cappuccino Vainilla, aliñado con Ron Irlandés, y nota que sigue caliente, aún después de haber estado, ¿ausente?, por tanto, tiempo o quizás fueron tan sólo unos minutos. Por más que lo intentaba, no lograba comprender qué había pasado, sin embargo, decidió unirse a la conversación de sus amigas, luego, en la tranquilidad de su hogar y en compañía de su gato Mishty, pensaría con más calma, en lo que experimentó, en la parte trasera de aquel bar-café, un tanto misterioso.   - Caridad, vi en tus r************* , la labor que has venido haciendo en la Fundación, de verdad, ha sido maravillosa. Comenta Constanza. - Sí, chicas, he estado trabajando arduamente, para ofrecerles una vida mejor a los niños, y así tengan un motivo para sonreír, cada vez que salga el sol. - ¡Me encanta!, porque lo haces con pasión y lo sé, porque te brillan los ojitos miel, cuando platicas de ello. Le dice Regina. - Sigue así, Cari, todo lo que has hecho, te será recompensado. Dice Agatha.   De pronto, comienza a sonar Firework de Katy Perry, que a todas les trae buenos recuerdos y se disponen a levantarse a bailarla, como cuando se reunían, luego de la Universidad, en la fraternidad “FiveSisters”. Don Álvaro, sabía que ésta canción, las unía, cada vez más y las hacía vibrar, pues las conocía de años atrás. Y qué mejor manera, de hacerlas olvidar, que Denisse había estado ausente por un largo rato. “Do you ever feel like a plastic bag Drifting through the wind Wanting to start again? Do you ever feel, feel so paper thin? Like a house of cards One blow from caving in? Do you ever feel already buried deep? Six feet under screams, but no one seems to hear a thing Do you know that there's still a chance for you? 'Cause there's a spark in you  You just gotta ignite the light, and let it shine Just own the night like the 4th of July El quinteto, entona el coro de la canción a todo pulmón: 'Cause, baby, you're a firework Come on, show 'em what you're worth Make 'em go, "Oh, oh, oh" As you shoot across the sky Baby, you're a firework Come on, let your colors burst Make 'em go, "Oh, oh, oh" You're gonna leave 'em all in awe, awe, awe   - Hace tanto que no escuchaba nuestra canción, dice Agatha, mientras mueve el esqueleto, al ritmo de Katy. - Necesitaba con urgencia, compartir con ustedes, ésta velada. He estado muy estresada en la oficina, tanto, que ni siquiera he podido ir a visitar a mis padres, y me están haciendo una falta, así de grande, comenta Constanza. Gestualizando esa grandeza; abriendo sus brazos y moviéndolos de arriba a abajo al son de la música. Mientras Denisse, ya integrada y bailando, comenta: - Yo también necesito un respiro, mi jefe me está exigiendo una gran historia para ascender de puesto y por más que lo intento y busco, algún tema interesante para escribirlo, no se me ocurre nada. Estoy bloqueada. (Suspiro) - Ya se te ocurrirá algo, pequeña, y si no, pues nosotras pensaremos en algo. Le dice Caridad, acercándose a ella.   Las cinco amigas, siguen bailando juntas, se abrazan, se separan y se vuelven a abrazar, disfrutando cada nota de la canción que les mueve el alma y los sentidos. Al terminar, se sientan agotadas, pero extremadamente livianas, de las cargas laborales. - Me siento menos pesada de como llegué, dice Regina. - Uff, hasta yo. ¡Qué bien nos hace bailar! Comenta Agatha. Se acerca Don Álvaro a la mesa, con una bandeja de bebidas refrescantes: - Un daiquirí de Fresa con doble de Ginger, para la Señorita Constanza, un Gin Milk Punch, para la Señorita Regina, una piña colada al estilo Latino, para la Señorita Denisse, un Gin Rickey para la Señorita Agatha y un Té Inglés helado, para la Señorita Caridad. Que los disfruten, bellas damas. - Gracias, Don Alvaro. Responde el quinteto, al unísono. El dueño del bar-café, las conocía tan bien, que incluso sabía las bebidas que tomaban luego de una descarga de estrés, a través de la música. Se tomaron las bebidas en un tris y pidieron otra ronda, ya para beberlas más calmadas, mientras se ponen al día con las anécdotas, pendientes por compartirse. Mientras tanto, Bruno continúa atendiendo las otras mesas. Don Alvaro, le encomendó las de la entrada y parte de las del centro, pues a éste no le convenía, que se topara de frente con Denisse, no por el resto de la noche, pues sabía que algo, podría ocurrirles y no podía permitir que así fuera. Ya, el primer paso, estaba dado, las cartas, ya habían salido de debajo de la manga y aunque era cuestión de tiempo, debía ser cuando los Dioses, lo decidieran, no sus corazones. Sin embargo, Denisse, desde su silla, lo contemplaba, discretamente, preguntándose aún, qué había pasado y por qué sentía una conexión extraña con él.   Regina y Caridad, se levantan de la silla y convidan a Denisse, a que las acompañe al tocador, de tanto Gin Milk Punch y Té Inglés, que habían consumido, necesitaban miccionar, de manera que ésta última, decide acompañarlas, pues también necesitaba desahogar la vejiga, de las tres piñas coladas latinas que se había tomado. En cuanto las otras dos, se quedan solas, Constanza le pregunta a Agatha. - Agatha, ¿puedes leerme la mano? - ¿Ahora?, ¿Aquí? - Sí, ahora y aquí. Necesito saber qué me depara el destino. He tenido la sensación, que alguien va a volver a mi vida. No sé si Fabián o Steven, ¿Recuerdas a Steven? - ¿El hijito de papis, que te dejó en el altar, vestida y alborotada, hace dos años atrás?, ¡¿Cómo no recordarlo?! - Sí. Estuvo llamándome a la oficina y dejándome mensajes en el f******k. Diciéndome, que quería verme, que necesitaba hablar conmigo y que lo perdonara, se excusó diciendo que, en ese entonces no sabía lo que hacía. ¿Puedes creer? - ¡Sí, ¡cómo no!, por supuesto que sabía lo que hacía, sino no hubiera jugado contigo de la manera en que lo hizo, escapándose con, Greta, la prima recién llegada; a París, dizque a conocer la Torre Eiffel para luego, hospedarse con ella, en la misma habitación, en el Grand Millenium Hotel, donde los descubrió tu hermano, por mera casualidad. Si no hubiera sido así, aún estuvieras cegada por ese tipo y de paso, casada. - ¡Fui una tonta, creí ciegamente en él! Y, en el amor que decía sentir por mí. - No es el mejor momento para escudriñar en el destino, Constanza. Hay una línea muy delgada en éste momento y no es conveniente que se rompa. No hoy y mucho menos, aquí. Preferiblemente, ve mañana a la tienda, al mediodía, te estaré esperando.  Constanza, no entendió muy bien, a qué se refería su amiga, con lo de la línea delgada que no debía romperse, pero, prefirió no insistir, sabía que obtendría un no, por respuesta, pues, quién más sino Agatha, sabía cuál era el mejor momento para hacer sus adivinaciones.   Mientras tanto, en el tocador, Regina, Caridad y Denisse, cuchichean de sus mascotas y otras cosas: - Mishty, ha aprendido a hacer sus necesidades en la arena, ya no se come las plumas de las almohadas y toma leche fría de vainilla, todos los días al despertar, es un gatito muy obediente, les comenta Denisse. - ¡Ay, ¡qué hermoso!, ya quisiera yo, tener una mascota así, pero no tengo tiempo para eso. - Ni paciencia, acota Caridad. - Exactamente, por eso tengo a Tarada, mi tortuguita japonesa, ella ni siente, ni padece, por cierto, tengo que poner la alarma en el celular, no le he puesto comida desde antier. - Si es que está viva, cuando llegues. Comenta Denisse. (Risas). - ¡Ay, pobrecita! ¿Cómo no le pones comida?, para tener una mascotita en esa situación, mejor que no la tengas. Me imagino, como sufre. Le dice, Caridad. - Tampoco exageres, ella come de vez en cuando, pues si le doy mucha comida, corro el riesgo que se muera, y, por ahora no tengo quien me traiga otra de j***n. Las tres amigas, siguen conversando, entre risas, mientras van saliendo del tocador. Al llegar a la mesa, donde las esperan sus amigas, Regina, grita a todo pulmón:   - Regresamoooos, ¿Por qué tienen esas caras?, ¿Ocurre algo de lo que debamos enterarnos? - Shhh, no, Regina, o bueno, sí. Lo que pasa es que Steven Richardson, está intentando contactarme, de nuevo, quiere que hablemos y... Sentándose cada una en sus respectivas sillas, toman un sorbo de sus bebidas y Denisse acomodándose en ella, le dice: - ¿Qué?, de nuevo el tipejo mentiroso, ¿Te está buscando? No estarás pensando, escucharlo una vez más, ¿Verdad? Le dice asombrada y a su vez, extremadamente molesta. - No, no lo sé, estoy confundida. Tal vez, quiera disculparse por todo lo que me hizo. Responde Constanza. - ¡Ni lo sueñes!, ese imbécil, no se merece nada de ti, ¿o no te acuerdas ya, todo lo que te hizo sufrir? - Denisse, las personas cambian, quizás, él cambió, y está arrepentido. ¿Por qué no darle el beneficio de la duda y por ende una segunda oportunidad? - No estoy de acuerdo, Caridad. Él, no se merece ni lo uno, ni lo otro. Ahora, si Constanza, lo está pensando, de seguro, te sigue el consejo, nada acertado, por cierto. Replica, Regina muy malhumorada. - Por eso, quise compartirlo con ustedes, son las únicas que saben, aparte de mi hermano, a ciencia cierta qué fue lo que pasó y, necesitaba sus consejos. Les dice, Constanza, un poco cabizbaja. - Pues ya tienes nuestra opinión, pues me imagino que Ágatha, también está de acuerdo, con que no lo mires, ni en fotos. A lo que responde Ágatha: - Sólo el destino, los Dioses y su sabiduría, tienen la última palabra.   Al terminar la frase, se hace un silencio sepulcral, inundando el lugar, en el que de repente, comienza una lluvia tenue de partículas doradas, esparciéndose por todo el recinto. Las amigas; guiadas por Agatha, se toman de las manos, cerrando sus ojos, mientras Don Alvaro y Bruno, se quedan paralizados, detrás de la barra y los otros clientes del establecimiento, algunos asombrados, otros un poco asustados, prefieren quedarse en sus asientos mirando el increíble espectáculo.   Ésta revelación, dura unos escasos segundos y en un abrir y cerrar de ojos, todo vuelve a la normalidad. - ¿Qué fue esto?, bastó que Agatha diera su opinión para que lloviera escarcha. Sabía que tenías poderes, pero, no de éste tipo. Reclama, Regina. - No fui yo, fueron los Dioses, les dije que algo está por venir y ustedes no me creyeron. Por si tenían dudas, ahí tienen la respuesta. El quinteto, se quedó mirándose a los ojos, intentando entender lo que estaba ocurriendo. Por otra parte, Don Alvaro, volvió a meter la mano en su bolsillo derecho, apretando la piedra de cuarzo rosa, sin sacarla, pensando que el tiempo, se acortaba cada vez más y debía prepararse para ese momento, mirando hacia el fondo del bar-café, donde una luz dorada, minuciosamente, se exteriorizaba. Mientras Bruno, estaba en shock, no despabilaba, no se movía, se podría decir que tampoco respiraba, o eso era lo que parecía, excepto, por una lágrima, que rodaba por su mejilla.  
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