Agatha y su clienta, la Señora Migdalia, se dispusieron a concentrar toda su energía en la conexión espiritual, con el Señor Francisco; el difunto esposo de esta última.
El lugar, ya estaba preparado, con sábanas y velas blancas, éstas, de distintos tamaños y grosores, encendidas una a una, con suma precaución, sobre la mesa, cubierta con un hermoso mantel bordado, también blanco, reposaba la foto del ser de luz en cuestión, flores blancas, específicamente calas y margaritas, pues eran las favoritas del difunto, una bóveda, aceites y agua bendita.
Con antelación, se había realizado, el despojo del lugar con yerbas para evitar y alejar corrientes negativas o muertos perturbadores que obstaculizan el desarrollo del ritual; así como la santiguación que debe realizar cada individuo presente en la ceremonia frente a la bóveda espiritual encomendándose al Santísimo (Dios), son actos interpretados como ritos propiciatorios para la llegada de la entidad espiritual.
- Bien, Señora Migdalia, es importante que las velas, estén encendidas, de ésta manera, alumbraremos al Señor Francisco, para activar su acercamiento hacia la vida eterna y a su vez, permitirá que venga a nosotras, reinstalándose en la esfera familiar.
Agatha, prosigue:
- Por otra parte, la foto de su difunto esposo, previamente, colocada también en la bóveda, es un atributo simbólico de su identidad en vida, por lo que, la misma, se convierte en un símbolo que tiene vida por medio de la vela que alumbrará el camino del espíritu, generando una nueva integración simbólica, cargada de emociones y significados. La vela - vida y la imagen - difunto, representan un mundo en el cual la muerte y la vida son términos y realidades que no se contraponen, sino que se complementan, ¿de acuerdo?
- Sí, Agatha, comprendo.
- La misa espiritual, será como un culto familiar al espíritu, el cual, instaurará de manera simbólica y temporalmente la presencia del ser sobrenatural, que pertenece a la dimensión sagrada, dentro de lo profano, es decir, del mundo terrenal, de esta manera, propiciaremos un escenario en el cuál las categorías vida y muerte y las dimensiones de lo sagrado y lo profano, se complementarán de manera consciente, junto a las creencias religiosas y la actividad ritual, lo que hará más efectiva, la comunicación espiritual. Su señor esposo, se manifestará a usted, específicamente, porque en vida tuvo mayor afinidad y cercanía dentro de lo que llamamos, el sistema de relaciones interpersonales y familiares, por lo que, le permitirá el regreso temporal a la vida terrenal.
Agatha, continuó explicándole a la Señora Migdalia, cómo irán realizando, paso por paso, la misa espiritual, en donde obtendrá una comunicación efectiva con su esposo. Recordándole, que al momento de hallar la comunicación con él, debe hacerlo, tal y como lo hacía en vida, reflejando en cada palabra y cada gesto, los sentimientos que por él, aguardaba y sigue aguardando, ya que independientemente de los cambios físicos que haya tenido al momento de fallecer, los sentimientos, si han sido sinceros, deberían continuar intactos, pues, por más que pase el tiempo, éstos, no presentan cambios, a menos que por algunas acciones, en vida terrenal, éstos hayan sido golpeados y de alguna manera, se hayan fracturado. Lo que, nos indica, que de ser así, no se debería hacer éste tipo de rituales, sino otros, quizás, un poco más convencionales.
- El Señor Francisco, a través de éste ritual, el cuál será catalogado como una evocación de presencias, podrá llegar a ser un espíritu superior, es decir, un espíritu de mucha luz y que está extremamente elevado, espiritualmente.
Agatha, continúa explicándole a la Señora Migdalia, de qué se trata el ritual, para despejar dudas antes de dar pie a la realización del mismo:
- Quiero que tenga en cuenta, que, para mi, como vidente, la muerte, como tal, es el principio que instaura una nueva vida, es un portal hacia otra dimensión, conceptuada como espiritual, es un mundo que está más allá. Con esto, quiero decir, que el hombre y/o ser humano, cumple un ciclo, en éste mundo, como un paso por la tierra y que este es tan sólo, una parte del camino a recorrer, ya que dicho camino es largo, sólo que viaja por distintas dimensiones. También quiero que tenga presente, que, a través de este ritual espiritual, podemos encontrarnos con expresiones afectivas de parte del espíritu, como la nostalgia, la alegría, la intranquilidad o la tranquilidad y paz, según corresponda. ¿Hasta aquí, tiene alguna duda?
- No, Agatha, todo me va quedando claro.
- De acuerdo, ya al terminar el ritual, quedaría de usted que tome conciencia de si misma, de manera reflexiva, es decir, de lo que fue o como fue usted, de lo que es y de lo que será, a partir de, el instante en que se haya establecido la comunicación con el difunto. Al finalizar, la presencia de lo sagrado, quedará grabada en su mente, usted estará en la potestad de reafirmar o no, el significado de este encuentro espiritual. Digamos que este ritual, es como una celebración para el espíritu, por lo que debe ser motivo de alegría, generando una sensación de paz para usted, para mí y por supuesto para el Señor Francisco. De manera que es importante hacerle saber que, para él, la vida continúa, aún después de la muerte y que ésta no es más que el camino a un nuevo encuentro.
La vidente y la interesada, se sentaron, una frente a la otra.
- Señora Migdalia, cierre los ojos y concéntrese, en éste momento haremos una conexión con el Señor Francisco, debe pensar en todo lo que desea preguntarle, pero, sobre todo, tener la mente con pensamientos muy positivos, para que la energía fluya.
- De acuerdo, Agatha.
- Desde éste momento, usted no dirá palabra alguna, a menos que se lo indique. Debemos estar concentradas al cien por ciento, ¿está bien?
La Señora Migdalia, asiente con la cabeza y Agatha, prosigue:
- Comenzaremos rezando, el Padre Nuestro en voz alta y proseguiremos con el Ave María.
Ambas comienzan a rezar:
- Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos, a quienes nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén -. Proseguimos con el Ave María, rogando por los difuntos y por nosotros, dice Agatha.
- Dios te Salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, Bendita Tú eres entre todas las mujeres y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, Santa María, madre de Dios, ruega por ellos y por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Ya que es importante no perder las conexiones una vez fallecida la persona, el deseo de interacción con lo sagrado debe respaldarse con ciertos gestos a efectuar por los presentes, como la utilización de una colonia preparada, que deberán untarse en la cabeza y los brazos, para atraer al espíritu. Por otra parte, la Señora Migdalia, como familiar directa, del difunto, puede referir la aparición del espíritu desencarnado, a través de, los sueños o visiones que haya tenido durante los días o la noche anterior, según haya sido el caso; manifestando de tal manera, el deseo de establecer comunicación y conocer el estado actual del mismo. Aunque su esposo, haya pasado hacia otra forma de vida, en otra dimensión, pueden intervenir, bendecir o alentar, los actos humanos, como en éste caso, esta misa espiritual, el cual establecerá una relación de ayuda recíproca entre el creyente, que, en éste caso es Agatha, el familiar, que viene siendo la Señora Migdalia y el espíritu, que vendría siendo, su esposo, el Señor Francisco.
Ambas, con los ojos cerrados y pensando, en todas las energías positivas, existentes e inexistentes en el mundo, dieron inicio al ritual de acercamiento con el espíritu del Señor Francisco.
- Señor Francisco García de Las Rosas, le llamo por su nombre de pila, porque su esposa, la Señora Migdalia Elina de las Gracias, solicita su presencia, en este instante, en ésta dimensión terrenal. Le pregunto, ¿está usted de acuerdo en dar un paso hacia el portal de luz y venir a visitar a su esposa?, quien reclama, su presencia aquí y ahora.
No se escucha nada, ni el zumbido de un mosquito revolotear, en el lugar. Por lo que, Agatha, vuelve a hacerle la pregunta, al difunto:
- Señor Francisco García de Las Rosas, el día de hoy, su Señora esposa Migdalia Elina de Las Gracias, reclama su presencia ante ella; ante nosotras, está usted de acuerdo, en atravesar su portal de luz, para venir a visitarla?
De repente, comienzan a sentir una brisa cálida, que les acaricia la cara y mueve suavemente las cortinas, sábanas y adornos colgantes, en el espacio. A la Señora Migdalia, se le eriza la piel, mientras sonríe, como si en ese instante, su esposo, se hubiera acercado a ella, con todo el cariño y el amor del mundo, deslizando, la yema de sus dedos por la espalda, como solía hacerlo, desde que se unieron en santo matrimonio. Era una emoción intensa, la que la cubría, era como tener a su esposo, en las condiciones pasadas, solo que no podía verlo, sólo sentirlo. Tenía unas ganas inmensas de abrazarle, por lo que intentaba soltar sus manos de las de Agatha, para poder hacerlo, pero, no era prudente aún, por lo menos, hasta que se afianzara, la estancia del Señor Francisco dentro del aro de luz y pureza, que habían formado, para recibirlo.
- Señor Francisco, deme una señal, que es usted, quien se encuentra en éste momento aquí, junto a nosotras.
Los pétalos de las margaritas comenzaron a llover, esparciéndose, por todo el lugar, mientras, que la Señora Migdalia, no podía creer, lo que estaba viviendo en ese instante, eran minutos mágicos, que llenaban el vacío de la ausencia de su amado esposo, desde que había partido de viaje, hacia otra dimensión.
Su rostro, irradiaba toda la paz y la felicidad, existente en éste y en todos los mundos posibles e imposibles. De pronto, Agatha, le dice al espíritu:
- Señor Francisco, Bienvenido a éste plano, por primera vez, luego de su largo viaje, esperamos que sea de su agrado, éste tiempo, en compañía de su esposa, la señora Migdalia, quien añoraba, saberlo y sentirlo cerca.
A través de ella, como médium, el difunto, se comunicará, de la mejor manera, para que la Señora Migdalia, sepa cómo se encuentra él y en qué parte de la dimensión de luz, está ahora, pues hay varios niveles o rangos, por los que él, irá escalando hasta llegar al punto infinito de dicha dimensión.
- Señor Francisco, ¿desea comunicarle algo a su Señora esposa, en éste momento? Le pregunta Agatha.
El difunto, se acerca a ella, indicándole, que quiere bailar, que se levante a poner una canción en específico, de manera que, Agatha, se levanta, sin inconveniente, pues el aro de luz, ya estaba totalmente afianzado, y, el único espíritu que podía entrar, era el del Señor Francisco, se levantó confiada en ello, acercándose al tocadiscos que tenía en una esquina del espacio de consulta, y, colocó la melodía, que éste le solicitó, enseguida comenzó a sonar:
- “Tanto tiempo disfrutamos de este amor
Nuestras almas se acercaron tanto así
Que yo guardo tu sabor
Pero tú llevas también, sabor a mí” …
En ese instante, en que la Señora Migdalia, escucha la melodía comenzar a sonar y en la voz del trío Los Panchos, siente su corazón salírsele del pecho, mientras que, de sus ojos, se escapa una lágrima. En ese ínterin, Agatha, le dice:
- Su esposo, desea bailar, ésta pieza con usted.
La Señora Migdalia, se levanta de la silla blanca, en donde estaba sentada, viviendo una emoción muy grande, al sentir tan cerca la energía que irradió e irradia, su difunto marido, aún con los ojos cerrados, estira los brazos y así como algo muy querido e irremplazable, lo estrecha en su regazo, pensando que no lo quiere soltar jamás, comienza a dar el primer paso, pues como siempre al bailar, era ella la que lo daba antes y él, la seguía, mientras que la música seguía su curso:
- “Si negaras mi presencia en tu vivir
Bastaría con abrazarte y conversar
Tanta vida yo te di
Que por fuerza tienes ya, sabor a mí
No pretendo ser tu dueño
No soy nada, yo no tengo vanidad
De mi vida, doy lo bueno
Soy tan pobre, qué otra cosa puedo dar
Mientras bailaban, felices y compenetrados, cantaban uno al oído del otro:
Pasarán más de mil años, muchos más
Yo no sé si tenga amor, la eternidad
Pero allá tal como aquí
En la boca llevarás, sabor a mí
No pretendo ser tu dueño
No soy nada, yo no tengo vanidad
De mi vida, doy lo bueno
Soy tan pobre, qué otra cosa puedo dar
Pasarán más de mil años, muchos más
Yo no sé si tenga amor, la eternidad
Pero allá tal como aquí
En la boca llevarás, sabor a mí”
Ellos continuaban bailando, unidos en una misma alma, en un mismo sentimiento, sin importar el tiempo que haya pasado, sin contar ahora los segundos, que están transcurriendo en éste encuentro espiritual, anhelando que fueran eternos, para no despegarse nunca, nunca, para quedarse unidos en un mismo corazón, desde que se vieron por vez primera y para siempre.
Así se quedaron por un largo rato, abrazados, mientras disfrutaban de su compañía, en éste maravilloso encuentro espiritual y mágico, que era posible gracias a Agatha y a ese amor incondicional que los marcó desde aquel primer beso, junto al boulevard, una noche de verano en el mar.