La primer coincidencia y el primer latido

2232 Words
Había algo curioso que a Erick le atraía de Luna, en el fondo sentía que ella sabía su secreto y por ello casi no se relacionaban, aun así, un alma que siempre se ocultó bajo una máscara como aquella, esperaba que Luna lo comprendiese o por lo menos lo aceptara, de entre muchos estudiantes, Erick tan solo quería que la intuitiva mujer fuera su amiga. La intriga que antes tenía por su compañera pronto comenzó a desvanecerse como todo el interés por los demás, pues luego de un tiempo la atención que este recibía del sexo opuesto se volvió agobiante, tal fue el hastío que inconscientemente dejaba salir por segundos su verdadera cara, aunque trataba de disimularla más adelante con la excusa de ser una broma; lo cierto era que Erick estaba llegando a su límite, debía encontrar a alguien con quien ser el mismo para desahogarse, pero la idea le aterraba, hasta que finalmente un día llegó a su punto crítico. Las clases de didáctica habían finalizado alrededor del mediodía y se dispuso terminar con la jornada por reuniones entre los docentes, animados por poder regresar a sus casas más temprano, los jóvenes se apresuraron en salir mientras que las señoritas como siempre rodeaban a Erick para invitarlo a comer, salir, bailar ¡lo que sea, con tal de tener la oportunidad de estar a solas con él! Pronto la disputa entre ellas se volvió implacable entre que el gentío abandonaba el ahora campo de batalla, por su parte el apuesto muchacho aprovechó el ajetreo para escabullirse lo más rápido posible, pero tan pronto como dejó el salón; uno de sus bolígrafos quedó abandonado entre las mesas, casualmente cerca de donde Luperca se encontraba, al estar dormida las últimas clases ni siquiera notó la pelea campal de sus compañeras por llamar la atención del actual prófugo y mucho menos cuando fue despertada por su nueva amiga quien aprovechó para despedirse. — Lupe —dijo Luna con dulce voz— yo voy directo a mi casa —indicó mientras recogía sus cosas y la joven junto a ella continuaba algo desorientada— ¿quieres que vayamos juntas a la estación? Luperca estaba por levantarse de su mesa cuando un pequeño brillo la deslumbró, en el suelo estaba el bolígrafo con una pequeña etiqueta que lo identificaba como objeto de su compañero, curiosa lo recogió en lo que se despedía de su compañera y notaba el escándalo de las demás señoritas ahora buscando al desaparecido pretendiente. — Descuida —susurró amablemente al bolígrafo mientras lo limpiaba con un pañuelo— encontraremos a tu dueño. La joven tomó sus cosas y serena buscó entre los pasillos sin hallar al dueño, de pronto su vista se posó en el paisaje de una de las ventanas cerca del pasillo principal y vio a lo lejos como su objetivo iba de camino al parqueadero con un semblante diferente al que antes había visto en clases, pero eso no la sorprendió, por el contrario se alegró tanto que sin pensarlo emprendió carrera hasta el lugar donde estaba, sin embargo, tan pronto como llegó con su objetivo su instinto de supervivencia la frenó estrepitosamente como si hubiera impactado con una barrera invisible. La imagen que Luperca presenció fue tan sorprendente que incluso sus palabras se quedaron atascadas en un suspiro indetectable, el aire cálido que rodeaba el espectro de aquel joven de pronto se desvanecía ante una ráfaga fría que parecía emanar de su interior como un demonio invernal que buscaba entre sus cosas con irritación, sus ojos parecían oscurecerse detrás de los cristales de sus anteojos al mismo tiempo que su semblante pasaba a sostener una mueca de disgusto que jamás antes visualizó en alguien, por segundos su cuerpo tembló y pensó en la huida más silenciosa al temible ser que aún no se percataba de su presencia, estaba por retroceder unos pasos cuando algo de aquel joven le llamó la atención con un susurro que se levantó en el aire del joven estresado. —¿En dónde está?—Cuestionó el muchacho en voz alta esperando recibir una respuesta que jamás llegó, mientras la joven pestañeaba abiertamente para aclarar su vista y entender lo que observaba. Aquel joven estaba frustrado por los coqueteos incesantes de las jóvenes pretendientes que sin querer ahora tenían haciendo fila por verlo, su tiempo a solas se había reducido considerablemente y su verdadera personalidad estaba al límite de la poca paciencia que realmente tenía, no era casualidad dado que en el poco tiempo había sido perseguido de un lado a otro en la universidad, al igual que sus cosas habían comenzado a perderse de diferentes maneras, por préstamos o robos de estas locas acosadoras que coleccionaban sus pertenencias como valiosos premios, sus objetos se reducían al mismo tiempo que su juicio estaba por romper barreras hasta el punto de explotar mentalmente. — ¡Maldición! —vociferó irritado y asustando aún más a su espectadora— es el quinto que pierdo en la semana. Habló para sí mientras molesto pateaba su auto, pero para sorpresa de la joven vigía el muchacho apagó su enojo instantáneamente en lo que su rostro moldeaba una preocupación intensa y tiernamente se disculpó con su querido transporte rogando un "lo siento" repetitivo. La mujer al ver el acto tan curioso intentó contener su risa sin resultado, pues las carcajadas fueron tan ruidosas delatando su presencia ante el muchacho que avergonzado reclamó por que se detuviese. — ¿Qué se te antoja, además de burlarte de mí? —interrogó con una mueca de disgusto mientras la joven trataba de controlar su risa. — Lo siento, solo vine a entregarte esto —intentó decir mientras apagaba su risa poco a poco y estiraba indicando el bolígrafo que tanto estaba buscando el joven. De un momento a otro el rostro de Erick pareció iluminarse tras hallarse con su bolígrafo como si se tratara de un memorable encuentro de película, pero este solo duró unos segundos en lo que su dueño lo arrebataba de las manos de la muchacha y con indigna mirada agradecía en un tono agrio, su rostro miraba incomodo la puerta del auto mientras la joven solo mantenía un semblante gentil e inmutable ante la reacción brusca y distante de su acompañante. — Quieres que te lo obsequie ¿verdad? —farfulló tratando de evitar cruzar miradas con la joven mientras su mano estiraba sin gana el esferográfico y esperando que ella también reaccionara como las demás jóvenes que lo perseguían. — Claro que no, pero gracias —respondió sin saber lo que pasaba— yo tengo varios en casa, y se ve que lo necesitas —mantuvo su aire animado sin notar el ambiente mientras emprendía su partida del lugar. — ¡Espera! —advirtió sorprendido por su reacción tan natural al punto de ahogar sus propias ideas— puedo…acercarte hasta tu casa ¿Dónde vives? — Vivo en las afueras de la ciudad ¿estás seguro? — Si, de hecho, yo también vivo por allí —comentó esta vez de mejor manera e invitando a la joven para que subiera en el auto. La joven un tanto confusa subió en el auto lentamente mientras él trataba de interpretar lo que estaba haciendo, a su parecer tenía la impresión de que Luperca solo estaba intentando acercarse a él como había sucedido en otras ocasiones con varias mujeres, pero tan pronto como emprendieron el viaje, se dio cuenta de la personalidad alegre y gentil de su acompañante, tiernamente sus ojos seguían cada detalle del paisaje mientras se sorprendía de aquellas cosas que Erick ignoraría como algo común, solo se concentraba en conducir al punto de olvidar fingir su personalidad con ella, ya no había necesidad luego de la embarazosa situación que experimentó, pero también era por otro motivo aún más peculiar, extrañamente con la carismática dama podía ser tal y como era sin necesidad de sentirse aislado o reprochado, la aceptación de aquella joven, a ratos le hacía olvidar su teatro y se comportara como era en realidad, aun así no sentía arrepentimiento alguno, puesto que la joven intrigantemente comprendía que sus intenciones no eran la de herirla, él simplemente era así y no había nada más por explicar. Las calles se alargaban en una gran autopista llena de coches que continuaban su trayecto con cierta dificultad, el embotellamiento se volvía inaccesible para los conductores y por minutos estos se quedaban estacionados en el lugar que menos se esperasen, sin embargo, ambos estudiantes continuaban silenciosos ante diferentes escenas que se presenciaban en los demás automóviles, algunos riendo por anécdotas inaudibles, parejas peleando por algún problema que desconocían, niños jugueteando mientras los padres presionaban la bocina cual deporte olímpico, pero la escena que llamó la atención de Luperca era de un par de ancianos escuchando música suave a todo volumen mientras ambos tarareaban la letra de aquella bella melodía de recuerdo, sus ojos se ondearon en un profundo suspirar que llamó la atención de su acompañante quien tan solo espió por el rabillo del ojo escapando una sonrisa leve en su rostro "Es como ver a una niña impresionarse del mundo en sí" pensó manteniendo la vista al frente, de pronto un peso comenzó a disiparse, el estrés que había acumulado parecía diluirse como el hielo entre más tiempo pasaba con ella, curiosamente notó que en ningún momento ella lo acosó ni tampoco hizo intento alguno por iniciar una plática, y para Erick eso era reconfortante pues no tenía que obligarse a unirse en los gustos de ella, ni tampoco continuar una conversación a la cual no se sintiera interesado, pasar con ella era placentero por que respetaba la paz que tanto anhelaba desde pequeño y extrañamente ella parecía empatizar este humilde anhelo. El viaje continuó por unos minutos mientras el silencio sepulcral indicaba no importunar a los jóvenes que se complementaban enormemente sin necesidad de charlar para matar el tiempo, Lupe miraba los paisajes como quien admira una realista pintura de alta clase en un marco de cristal fino y Erick solo se mantenía al pendiente de conducir pero con la sensación de estar mucho más aliviado, era como desahogar sus penas sociales sin necesidad de continuar con su vieja costumbre de estar aislado, por segundos incluso volteó para verificar que su acompañante estuviera bien y su mirada se estremeció al instante luego de ver el rostro iluminado de la muchacha por pequeños rayos de sol que se filtraban por la ventana, la silueta de la joven parecía distanciarse como si estuviera por fundirse con el aire que la rodeaba y una sensación de alejamiento recorrió el cuerpo del muchacho que por primera vez experimento semejante cosa, un pequeño sorbo de aire sonó en la boca de Erick en lo que volteaba de nuevo al camino esperando que su copiloto no descubriera lo que ni el mismo sabía interpretar, se enloqueció por la ilusión de verla desaparecer frente a sus ojos ¿Cómo es posible sentir algo así? Se preguntó en su mente tratando inadvertidamente controlar el palpitar acelerado que por unos instantes casi sale de su pecho. — ¿Estás bien? —interrogó la joven con un tono suave mientras su mano rozaba ligeramente el brazo del piloto— te noto algo pálido. — Solo tengo una ligera jaqueca —respondió automáticamente sin voltear— avísame cuando estemos por llegar a tu casa. — No hay necesidad de que me dejes en la puerta —indicó un tanto preocupada— puedo quedarme más adelante y caminar un poco. — Como quieras —advirtió sin vacilar en lo que paraba el auto cerca de una acera— No me haré responsable si te sucede algo en ese trayecto. — Eres muy considerado —sonrió levemente— pero es suficiente con que me dejes aquí, mi casa está a solo una cuadra y se te facilita dar la vuelta o continuar. La joven bajó del coche y con un ligero movimiento de su palma se despidió cortésmente mientras el muchacho en el vehículo continuaba vigilante de sus movimientos, pero de pronto, un sentimiento de soledad invadió el cuerpo de ambos como si un vacío inmenso devorara sus corazones entre más separados se encontrasen, Luperca se detuvo unos segundos aterrada por un sentimiento que por primera vez experimentó y en lo que trataba de traducirlo, su pecho se inflaba tratando de inhalar el aire que no conseguía llegar a sus pulmones, intentando disimular dio la vuelta a su cuerpo para ver al conductor que también parecía experimentar una sensación similar, aquel muchacho en sus anteojos mantenía una mirada profunda bajo unas cejas ligeramente arqueadas que delataban su sorpresa por el acto de la mujer que observaba. — ¡Gracias por el viaje! —gritó de repente junto con una dulce mirada que impactó como una fuerte ventisca al muchacho frente a ella. — ¡Espera! —soltó el joven por la ventana para bajarse y dirigirse hasta ella, pero tan pronto como quedó cara a cara sus palabras quedaron contenidas enmudeciéndolo por completo . — ¿Qué pasa? — Es que…vives cerca de mi casa —trató de decir con temblorosa voz— ¿puedo traerte, cuando quieras? solo si tu quieres, claro. — Me ahorras el pasaje del autobús —soltó una leve risa ante el joven avergonzado— en ese caso te compraré un obsequio con lo que ahorre.
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