Kyoko se metió en el agua y salpicó sobre sí misma, amando la sensación de limpieza de la misma. Había sido tan mimada en su propio mundo, dando por sentado que podía tomar una ducha caliente siempre que quisiera. Este mundo era completamente otro asunto. Acercándose a la cascada, dejó que se mojara su cabello y se sintió más tranquila que en mucho tiempo.
A ella le encantaba tener algo por lo que pensar, además de Toya por un tiempo. Ella estaba cansada de estar temerosa debido a él y sus cambios de humor. Últimamente, todo lo que tenía que hacer era mirarla y se ruborizaría. Eso la enfureció. Se trataba de encontrar el talismán y matar demonios.
Cuando Toya se enfrentaba a los demonios, a veces podía ser más aterrador que el mal contra el que estaba luchando. La verdad era que la mayoría de la gente pensaba que Toya odiaba a todos... era sólo su personalidad. Ella se estaba recordando constantemente que estaba lejos de ser humano y no vivía según sus reglas... ninguno de los guardianes lo hizo.
Sin embargo, a veces podía echar un vistazo al hombre detrás del guardián. Fue en esos raros momentos que pareció diferente... más suave. Hacía accidentalmente algo que demostraba que él la cuidaba más de lo que dejaba pasar. Era el único de los cinco guardianes que podía cruzar el Corazón del Tiempo en su mundo y se preguntó por qué. ¿Significaba algo? ¿Estaban unidos secretamente más que ella y los otros guardianes?
Kyoko se bufó a sí misma en la decepción porque todavía estaba pensando en Toya después de decidir no hacerlo. Se lavó la piel y el cabello hasta que brilló y luego se recostó sobre la superficie del agua. Ella no estaba lista para abandonar un lugar tan encantador todavía. No sabía si volvería a verlo.
Aclaró su mente mientras escuchaba el agua chapoteando a sus oídos.
Cerrando los ojos, Kyoko se relajó y dejó que el agua la acunara.
*****
Kyou había estado siguiendo a sus hermanos desde lejos... a menudo librando el área que los rodeaba de los demonios que acechaban a cada movimiento de la chica. Había llegado a la conclusión de que sus hermanos estaban cada vez más perezosos o que el enemigo se hacía más fuerte. Los demonios que los cazaban ganaban fuerza.
Podía percibir una separación dentro del grupo y rugió con desaprobación. Inhaló profundamente y siguió el olor que le llamaba. Momentos más tarde alcanzó su objetivo. Kyou bajó la mirada hacia las aguas cristalinas mientras se movía en lo alto del aire, volviendo su rostro angelical hacia la chica que yacía sobre la brillante superficie del agua.
Ninguna emoción apareció en su expresión mientras dejaba que su mirada acariciara su cuerpo. Su pelo plateado flotaba en el ligero viento, como filamentos brillantes colgaban por su espalda hasta sus muslos. Podía oler su dulce aroma de la altura en que estaba, donde había llegado a una parada muerta.
Kyou era adicto a su olor, a esta chica a la que estaban destinados a proteger. Sus orbes de oro la observaban mientras ella se posaba sobre el agua como una diosa de agua desnuda que le hacía señas. Ella fue la que había traído el Cristal del Corazón Guardián de vuelta a sus tierras, causando nada más que agitación y peligro. El rompimiento del cristal había decidido su destino rápidamente. Ahora pertenecía a los guardianes, aunque dudaba que se diera cuenta de ello.
Sus labios se separaron mientras miraba a la chica que había tratado de matar al principio, pero nunca pudo hacerlo. En realidad, si realmente la hubiese querido muerta... estaría muerta. En cambio, la protegió de lejos mientras sus hermanos se mantenían cerca de ella. Tal inocencia no debe dejarse sola sin protección. Su mirada se estrechó ante la incompetencia de su hermano. Tal vez debería ser él quien la proteja tan de cerca.
Kyou sonrió, algo que casi nunca hizo. Le gustaba el juego del gato y el ratón, y la sacerdotisa necesitaba que le enseñaran una lección sobre ser atrapado solo en una tierra tan peligrosa.
Él se deslizó lentamente hacia ella, viendo que sus ojos estaban cerrados. Kyou yacía tumbado sobre ella sin tocarla, sólo flotando allí en el aire, dejando que su pelo largo creara una cortina alrededor de ellos. El suave abanico de sus pestañas oscuras a través de las mejillas cremosas le hizo detenerse. Su mirada bajó lentamente hacia sus labios llenos de asombro. Él puso sus propios labios sobre su oreja y respiró su aliento caliente en ella.
Los ojos de Kyoko se abrieron en estado de shock y ella azotó su cabeza, haciendo que los labios de Kyou se cepillaran por su mejilla en el proceso... se detuvo en sus labios. Miró directamente a los ojos dorados de Kyou. Hipnotizaban. Era como ser besado por un ángel, pero... Éste era Kyou. El hermano de Toya no era un ángel. Era el guardián más temido y poderoso de la tierra. Era también uno de sus protectores, aunque ella casi nunca lo miraba.
Perdió toda habilidad flotante cuando entró en pánico. Ella empezó a hundirse en el agua, pero no le importó, siempre y cuando la alejara de sus ojos hipnotizantes. Ella ahogó un grito cuando de repente se acercó, agarrándola por la parte baja de la espalda y la levantó del agua hasta que ella fue presionada contra él.
Kyou podía oler su miedo a él y decidió que no quería su miedo. Todo el mundo lo temía... incluso a sus hermanos. Sus ojos dorados brillaron mientras él la abrazaba fuertemente, cesando sus luchas. El Guardián del Corazón de Cristal decidió hace mucho tiempo que estaban destinados a ser aliados y que él no tendría que protegerla, temiendo su protección. Kyou usó sus habilidades de control mental para mirar en sus recuerdos y encontró que la sacerdotisa nunca había sido besada... hasta ahora. Sus ojos se oscurecieron atrayentemente con ese conocimiento.
Kyoko estaba tan sorprendida que todo lo que podía hacer era mirar fijamente a las piscinas de oro líquido, esperando... Ella no sabía lo que estaba esperando, pero... Dios, él era hermoso. Ella creyó ver una ligera sonrisa en la esquina de sus labios. Parpadeó preguntándose si acabaría de leer su mente. Ahora sabía por qué nunca había estado tan cerca del guardián dorado... era peligroso para los sentidos.
Sintiendo un empujón fuera de su control, Kyou cortó sus labios con los suyos en un poderoso beso como para sellar algún negocio desconocido. Durando sólo unos segundos, pero sintiéndose como una eternidad, lentamente terminó el beso, preguntándose qué hechizo le había lanzado para hacerle sentir emociones y ansias extrañas. Kyou la abrazó más cerca... no estaba dispuesta a liberarla todavía. La miraba con una mirada extraña... casi sorprendida, sus ojos dorados parecían hacer añicos el reflejo del agua.
Había querido enseñarle a su sacerdotisa qué podría pasar si la atraparan sola y sin protección, pero de alguna manera se convirtió en más. Debería haberlo sabido mejor luego de tocarla. Sus sentidos se ensancharon y sintió que su hermano se acercaba a paso rápido, haciéndole gruñir silenciosamente ante la intrusión. Kyou se deslizó a través del agua hasta el banco, enderezándolos y dejándola suavemente de pie.
Al ver que ella todavía estaba bajo su trance, él gentilmente extendió la mano y trazó la almohadilla de su pulgar sobre su suave mejilla gustando el calor posesivo que revolvía dentro de su sangre de guardián. Dando un tirón una vez más, volvió a inclinar sus labios contra los suyos antes de desvanecerse, dejando atrás solamente el revoloteo de una pluma de oro translúcida que también desapareció cuando tocó la superficie del agua a sus pies.
Kyoko permaneció allí un momento después de que Kyou desapareció, tratando de averiguar qué demonios había sucedido. Luego jadeó y se miró a sí misma. Estaba desnuda y la había estado tocando, sosteniéndola. Ella no pudo evitarlo, pero algo empezó en la boca de su estómago... calor. Algo, eso hasta ahora... sólo se había sentido en esos rarísimos momentos con Toya.
Finalmente, recuperando los sentidos, agarró su ropa y la sostuvo contra ella. "¡Cómo se atreve Kyou hacer eso!" Ella sintió que su temperamento empezaba a chispear para el alto y poderoso señor Kyou. -¿Quién demonios se cree que es? -su rostro se alzó hacia el cielo mientras sus dedos se levantaban para tocar suavemente sus todavía húmedos labios-.
Se puso tensa cuando escuchó la voz de Toya llamándola. "Genial," Kyoko sacudió su camisa, lanzándola rápidamente sobre su cabeza. En el momento en que se deslizó en su lugar y ella fue capaz de ver, ella estaba mirando directamente a Toya, no cinco pies en frente de ella. Tirando de su camisa lo más lejos que podía, se sonrojó diez tonos de rojo.
"¡Toya, date la vuelta!" Ella exigió entonces quejándose interiormente, "Caramba, ¿ninguno de los guardianes tiene ningún sentido de la decencia?"
Cuando Kyoko se había ido lejos, Toya había corrido por el bosque maldiciendo a su propia obstinación por no acosarla para empezar. Siguiendo su olor, nada lo había preparado para lo que había encontrado... ella estaba allí de pie como una diosa. Su pecho se alzó con los brazos mientras se quitaba la camisa por encima de su cuerpo desnudo. Toya se había congelado.
Claro, él la oyó decir: "Date la vuelta", pero eso no significaba que pudiera hacerlo. Toda su sangre caliente había corrido hasta su abdomen y no podía moverse. Cuando su mirada subió por su cuerpo muy lentamente, finalmente se posó en su rostro. Oh diablos, había visto esa mirada antes. Sabiendo que estaba a punto de usar su hechizo de domesticación, Toya giró alrededor. Podía oírla murmurar detrás de él, algo sobre... Guardianes sin modales.
Al quemar esa imagen en la memoria, algo llamó su atención. Podía oler el perfume de Kyoko con fuerza, pero había otro olor aferrado a él. Manchas de plata aparecieron en los ojos dorados de Toya mientras se volvía lentamente, asegurándose de que estuviera vestida para que tuviera libertad de movimiento. Caminó hacia ella esperando que se equivocara. Cuanto más se acercaba a Kyoko, más fuerte era el olor.
Kyoko se quedó muy quieta, esperando que terminara. Sabía que olía a su hermano. Todos los guardianes habían mejorado los sentidos y después de todo este tiempo ella todavía estaba tratando de acostumbrarse a ese pequeño hecho espeluznante. Ella se tensó cuando Toya se acercó, sintiendo un ligero pánico mientras colocaba su mejilla casi contra la suya e inhalaba. Él entonces agarró su barbilla y volvió su cara a la suya, mirando su boca.
Toya la vio estremecerse y pudo oler su persistente temor. "Kyoko, ¿Kyou estaba aquí contigo?" Cuando asintió, volvió a mirar su boca, con los ojos entrecerrados en sus labios: -¿Lo has mordido?
Kyoko estaba tan sorprendido cuando dijo que... sus rodillas casi se doblan. Entonces, pensando en la pregunta y mentalmente viéndose morder al más temido guardián de la tierra, se echó a reír.
"No, Toya, no lo mordí, estaba tomando un baño y flotando en el agua con los ojos cerrados, cuando los abrí, allí estaba, prácticamente tendido sobre mí y..." su voz bajó a casi un susurro mientras se encogía de hombros -me besó-. Kyoko dejó de reír cuando vio que la plata anulaba el oro dentro del iris de Toya.
Toya la agarró por los hombros y la sacudió, necesitando saber exactamente lo que pasó. "Kyoko, ¿hizo algo más? ¡Dímelo ahora!" Podía sentir el pánico en su interior al pensar en Kyou besando a Kyoko... qué diablos estaba pensando.
Ella estaba sorprendida por lo loco que Toya se puso de repente. Kyoko se encogió de hombros y con una mirada confundida en su rostro, asintió. "Sí, me sacó del agua y me llevó al banco, me detuvo aquí, y luego... desapareció." Ella nerviosamente levantó una mano y se la pasó por su pelo mojado mientras ella miraba lejos. Kyou aún estaba y si todavía estaba observándolos, normalmente la presencia de Kyou no se veía. "Ni siquiera dijo ni una palabra", agregó.