Alexander: La cabeza de Eros colgaba en un ángulo extraño y casi inhumano, mientras la sangre goteaba con pereza por el puente de su nariz destrozada y el labio hecho añicos. Macro De Medichi se había ensañado con una crueldad aterradora al oír que el Dios mortal era el proveedor de la nueva droga que estaba acabando con su mercado. Una completa y total mentira, una que destrozaba en helado corazón del príncipe de hielo, conforme más observaba a su hermano. —Sigo vivo, Alexander, así que deja de mirarme así—logró balbucear el chico de ensangrentado cabello dorado, mientras luchaba para enderezar su cabeza. Tanto Macro, como el matón que flanqueo a Alexander durante todo el momento de la tortura, se habían marchado hacia unos minutos, luego de recibir un llamado por parte de alguien de

