El fuego en las venas de Danika Ski se congeló por completo, al mismo tiempo que un nudo se ataba con rudeza en su garganta, impidiéndole digerir cualquier tipo de alimento. —Basta de juegos, Macro. Baja el arma—soltó con fastidio Eliot, ingresando a la habitación, mientras se rascaba con una mano la cabeza, sobre el mismo sitio que ella había ejecutado aquel brutal golpe que lo dejó inconsciente. La respiración de la hermosa agente quedó detenida por completo, petrificada, mientras observaba al hermoso hombre avanzar por la habitación, sin dirigirle la más mínima de las miradas a ella. —Al fin decidiste aparecer, hermano—escupió Macro, mientras apartaba el cañón del arma de Danika, haciendo que el cuerpo de ella dejase de temblar—. Por un momento creí que me dejarías hacer el trabajo s

