Eros D'Angelo estaba parado frente al espejo de su habitación, acababa de salir de la ducha, por lo que el vapor del baño se filtraba en el cuarto, envolviendo al hermoso Dios mortal en una especie de halo misterioso. Aún así, en contraste con su postura y su figura vestida con oscuras ropas deportivas, el rostro de aquel hombre denotaba cualquier cosa menos misterio. Tristeza incluso. Llevaba despierto desde antes del alba, su mente tormentosa le había concedido el castigo de dormir por intervalos cortos de tiempo, mientras pensaba a cada segundo en Danika, y la conversación que había tenido con Mathew. Finalmente, para el momento en que el sol comenzó a asomarse por el horizonte, Eros decidió que sería él y no su hermano quien acabaría ganando el corazón de la hermosa agente. Decidid

