Imperio

Capítulo 3:

—No pienso arriesgar un solo hombre para ingresar a esa trampa mortal—sentenció Estanislao observando el plano que Danika había logrado retratar con lujo de detalles sobre el lugar donde mantendrían a los tres hermanos.

La hermosa agente de intensa mirada color hielo sintió como su corazón se agitaba con fuerza en el centro de su pecho. Ella sabía que aquella posibilidad existía, al fin y al cabo, el rey del submundo no iba a confiar abiertamente en ella luego de todo lo ocurrido.

—No importa, no necesito más que un rifle de corto alcance con silenciador y un cuchillo de caza—respondió Danika pasando una mano por su sedoso cabello nocturno con la intención de apartar un mechón rebelde de su mirada.

—¿Te enfrentarás a una poderosa y peligrosa agencia con solo un par de balas y una hoja de acero?—dijo sorprendido Estanislao alzando las cejas doradas, semejantes a las de Eros, en la cima de su frente.

—Claro que sí, después de todo, me enfrente a su imperio sin el apoyo de ningún tipo de arma—ronroneo Danika, mientras se tomaba el atrevimiento de obsequiarle una sonrisa lupina a aquel rey sin corona.

Estanislao la observó con asombro y admiración durante varios minutos antes de finalmente asentir con su cabeza.

—Si hubieras nacido entre mi gente, sin lugar a dudas te habría convertido en mi mano derecha, Danika—dijo el hombre, sorprendiendose a sí mismo por pronunciar aquellas palabras en voz alta—. Pero el destino no lo quiso, y hoy nos toca ser enemigos que se alían contra un enemigo en común.

—El enemigo de mi enemigo será mi amigo—ronroneó Danika sosteniendo aquella sonrisa en sus labios.

El rey de cabello color oro asintió, mientras le devolvía aquella sonrisa cargada de suficiencia, crueldad y algo de arrogancia.

Arrogancia, la misma con la que solía hablar Eros cuando intentaba molestarla.

Este pensamiento se hundió igual que una roca en el centro del pecho de la hermosa mujer, generando fuertes ondas de dolor que se esparcieron a lo largo de todo su cuerpo.

—¿Cuando llevarás a cabo la operación de rescate?—preguntó Estanislao, trayendo de su ensueño a la hermosa mujer.

—¿Cuando pueden darme las armas?—ronroneó ella, alejando la pesada roca que oprimía su pecho con fuerza.

Pronto. Se prometió a sí misma, pronto tendría tiempo para hablar con él, con ellos, y arreglar toda la mierda en la que los había metido.

—Jakson, trae todo lo que pidió la señorita de inmediato—ordenó Estanislao con autoridad y firmeza, adoptando el mismo tono que solía ocupar Alexander.

No. Se dijo a sí misma la hermosa mujer de mirada color hielo cuando el rostro furioso de Alexander, tan frío como la muerte, comenzaba a revolotear en su mente igual que un fantasma.

»—No te daré ninguno de mis hombres para ingresar al lugar—comenzó a decir el rey del submundo mientras su soldado traía lo solicitado—, pero si te enviaré apoyo una vez que salgas del lugar para que puedan retirarse con mayor facilidad.

Danika asintió satisfecha ante la oferta que extendía aquel cruel hombre hacia ella.

Pero tomó la generosidad de Estanislao muy a la ligera, puesto que rápidamente él continuó hablando.

»—A cambio de mi perdón, el de mi familia y la protección, quiero que trabajes para mí, Danika—comenzó a decir el hombre son temple serio, igual que una roca—. Sin embargo aún no confío en tí, por lo que te propongo algo.

»—Viviras en esta casa, con mi familia, bajo mi techo y mi mirada. Te vigilaré día y noche hasta que considere que no representas ninguna amenaza para mí y mi familia, solo entonces podrás marcharte.

Los ojos de la mujer de cabello nocturno se ensancharon igual que platos mientras las palabras se filtraban al interior de su mente.

Jamás, ni en su más remoto o descabellado pensamiento se le habría cruzado por la cabeza vivir con ellos, con aquella monstruosa familia.

Pero ¿Qué otra opción tenía?

Si no aceptaba, la agencia la asesinaría o el propio Estanislao enviaría a sus hombres.

Por eso, juntando valor, ella respiro profundamente una última vez antes de liberar las palabras que serían su condena:

—Está bien, lo haré.