La pista de aviones privada donde Alexander y Sabrina habían acordado encontrarse, estaba completa y totalmente desierta. No había una sola alma en toda la pista, solo el príncipe de hielo, de pie en su elegante traje, mientras sujetaba la mochila dónde guardaba todas sus esperanzas y sueños. Él sabía que aquello no estaba bien, que era un jodido error y una falla total de su buen juicio. Pero el príncipe de hielo quería creer, él necesitaba creer en Sabrina De Medichi y su amor. De algún modo, el chico de cabello nocturno y mirada esmeralda, creía que por el simple hecho de dar amor de la manera en que él lo hacía, obtendría lo mismo a cambio. Por alguna absurda razón, él se había convencido de aquello. Sin embargo, conforme los segundos pasaban, él entendió que aquello había sido u

