Entró, se dirigió al pasillo, se acercó a la puerta y la abrió, allí estaba su Bella, con su cabeza recostada en el escritorio, hipeaba producto del llanto, cerró la puerta con sigilo y se le acercó. —¿Por qué lloras amor? —preguntó con ternura. Ella nerviosa levantó la mirada, tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, se sorprendió al verlo, y titubeante le respondió. —Yoo no estoy lloraando, —decía aún con voz entrecortada y afligida—, tengo alergia, por la pintura y el polvo. —Así—respondió Sebastián en tono juguetón—, me pregunto ¿Cómo alguien que trabaja con óleo puede ser alérgico? Ella se levantó e iba a salir, pero Sebastián la interceptó, impidiéndole el paso. ella le respondió negando sus palabras. —Pues yo desconozco como pasó, pero soy alérgica —le dijo mirándolo

