El auto me recoge a la hora indicada. A pesar de que mi cita es ciego, me acicalo bastante, él es ciego, la prensa no, los demás no. Opto por un vestido gris plomo holgado y tacones con una americana negra. Bella pero seria, distinguida.
Subo al auto y para mí sorpresa él no está, bufo y me limito a navegar por las r************* . Llegamos al restaurante más céntrico, exclusivo y cotizado de la ciudad. En el camino abriéndome paso hacia dentro tropiezo con paparazzis y estrellas de cine, justo en la puerta lo veo, está junto a su escolta, quién al verme le dice algo al oído, este asiente y camina hacia mí, de nuevo es sensación de que puede verme.
Se guapo, alto, esbelto, bien peinado y con un rostro varonil muy atractivo. Lleva gafas de aviador.
—Buenas tardes señorita—saluda con voz grave.
—Marcel—digo.
Sonríe de medio lado. Me tiende su mano que recibo. Caminamos para entrar al restaurante y noto que ni preguntan si tenemos reservación. Su escolta de queda cerca. Un hombretón moreno y calvo con cara de bebé.
Nos sentamos y enseguida ordenamos. Yo lo hago por mi antes de que diga algo, lo veo sonreír y afirma. Es joven. Tan joven, que triste por él que sea ciego.
—Tu padre insistió—dice.
—Estuve de acuerdo—digo orgullosa. Casi quiero decirle que además fue mi idea pero me muerdo la lengua, no quiero que me considere una interesada.
No supe si se sorprendió con mi respuesta. Los lentes no me dejan ver sus ojos. Los ojos de las personas dicen mucho. La mirada habla más que las palabras o los mismos gestos. Me encojo de hombros.
—Eres joven. No tienes que hacer esto.
—Quiero hacerlo—afirmo—, entiendo el juego de poder e influencia que de desarrollaría con una potencia unión de nosotros. No soy tonta.
Ríe.
—Ya veo que no. Bien, podemos entonces saltarnos los protocolos innecesarios, podemos pasar a discutir los términos de esta unión.
Me agrada de inmediato, aunque lo conversó a solas con mi padre, parece entender que puede hablar y negociar conmigo.
—¿Sin mi padre? —lo reto.
Se carcajea. Se ve más guapo cuando ríe desinhibido. No sabía que podía reír así.
—Me uniré a ti, él viene en el paquete pero es contigo con quién debo dejar todo claro.
—Vamos rápido y eso me gusta.
Él asiente. Paso mi mano frente a él varias veces, miro a su escolta que rueda los ojos y me hace un gesto de desprecio, Marcel se queda quieto.
—La ceguera de una persona no es necesariamente al ciento por ciento. Distingo sombras, manchas, movimientos. Soy legalmente ciego pero veo que algo se agita ante mí. ¿Está moviendo su mano frente a mí? —pregunta. Trago grueso.
—Lo siento. Sí. ¿Algo ve?
—No se preocupe por qué puedo ver. Un acuerdo prenupcial, compartir casa, no necesariamente habitación y menos cama. La intimidad no es requerida, pero si su compañía en todos los eventos a los que asista.
—Bien. ¿Puede ver ese prenupcial antes?
Niega.
—No. No hace falta. Estará cubierta, lo verá cuando se lo entregue para firmar, entonces sabrá y decidirá si acepta o no.
—Claro. ¿Plazo?
Sonríe.
—De verdad habías pensado en esto—comenta con un tono de diversión en su voz. Permanece estético frente a mí
—Sí. Hablaba en serio, para mí esto es importante.
—¿Por qué?
—Seré una mujer casada. Independiente, con mis propios recursos.
Vuelvo a oír su risa suave.
—Esas son tus demandas. Es lo que quieres.
Alzo los hombros de forma instintiva, sé que no puede verme.
—Sí. Es lo que quiero.
—Debes querer esto mucho. Veo que vas en serio, me sorprendes. Haremos esto. Lo haremos.
—Creí que me investigarías o algo.
Ríe de nuevo. Su cuerpo se relaja por completo y se echa hacia atrás en la mesa, prueba la comida y yo lo admiro mientras lo hace, es atractivo y puedo mirarlo cuanto quiera.
—Creí que hablarías tonterías, que te quejarías o serías tímida. En cambio me encuentro con una joven que ya tiene un plan, sabe lo que quiere. Suena segura.
—Soy yo, sí. Sin disculpas.
—Tu padre debe estar feliz contigo—suspira.
—Si la intimidad no es requerida. Podemos hacerlo con otros.
—Eso requerirá de discreción.
—Yo estoy dispuesta a intimar—digo.
Él vuelve a reír a carcajadas y lo imito, he perdido la cuenta de las veces que ha reído, y suena muy sexy.
—Eres todo un personaje. Me alegra que tuviéramos está comida. Me ha encantado conocerte. Futura señora Manosalva.
—El placer ha sido mío. Mi futuro marido—digo.
Sus labios se vuelven a curvar hacia arriba. Le divierto.
Hablamos de varios cosas superfluas como nuestros gustos por la comida, colores favoritos o música preferida, lugares que anhelamos visitar y sueños rotos. Me encontré divirtiéndome con él. Hay algo oscuro que no consigo, que no encuentro a simple vista pero sé que hay. Lo envuelve el misterio y no dice todo. Jugamos bien nuestros papeles por hoy, yo tampoco digo todo.