1. LA VIDA AQUÍ

907 Words
Atmeh, Siria Los fuertes sonidos de las bombas explotando a kilómetros de distancia se escuchan una vez más haciendo que todos los que estamos en este refugio nos cubramos los oídos. Han pasado ya dos años desde que estos ruidos se han convertido en algo que forma parte de mi diario vivir, pero aún no me niego a creer que esto es “normal”. Los pacientes vuelven a ponerse nerviosos y yo trato de calmarlos como puedo junto al equipo que trabaja conmigo, sin embargo, todos estos esfuerzos se vienen abajo cuando un equipo de asistentes empieza a entrar cargando a más heridos —Estos heridos vienen del refugio de Alepo, tuvieron que evacuar— Explica uno de ellos mientras que los intentan ubicar en los diferentes espacios que vamos haciendo para que puedan ubicarlos. Me muevo rápidamente entre los heridos identificando a los más graves y dando instrucciones de lo que debemos hacer con cada uno de ellos en un intento por salvarles la vida. Cada día que pasa duele más ver como personas inocentes pierden la vida, pero en estos momentos tengo ganas de llorar al ver a un niño que no llega ni a los tres años sangrando por todas las heridas que tiene. Me paralizo un instante cuando de pronto una mujer se para a mi lado —Debemos detener la hemorragia o morirá— Indica y al mirarla, me doy cuenta de que ella también tiene una herida en la cabeza. —No se meta, está sangrando y no puede tocar al niño así— Le exijo mirándola a esos ojos color ámbar que están llenos de tristeza. —Bahir, colócame una venda y trae el maletín que pudimos sacar del refugio— Le pide a uno de los paramédicos, y él inmediatamente hace lo que ella le ha pedido mientras que seguimos revisando al niño. —Hay que operarlo ya o morirá— Señalo. —Yo me encargo de él, usted vaya con los demás, no hay tiempo— Propone y si hay algo que he aprendido en medio de esta guerra, es a trabajar en equipo sin hacer tantas preguntas. —Si me necesita llámeme, soy Maël— Anuncio y simplemente me alejo para continuar salvando la mayor cantidad de vidas que pueda. […] No tengo idea de que hora es, pero el silencio me permite entender que ya es de madrugada. Muchos de los pacientes aprovechan este momento de paz para recuperar energías, mientras que otros aún luchan por sus vidas. El segundo equipo de médicos toma el turno mientras que mis otros colegas y yo, descansamos un poco, aunque en realidad, lo primero que debo hacer es alimentarme ya que no lo he hecho en todo el día. —Hola Sara— Saludo cuando llego a la tienda de campaña donde cada día nos sirven la comida. —Buenas noches doctor Gagnier, ¿Cómo se encuentra?— Pregunta amablemente y me va entregando mi plato. —Agotado, ha sido un día agitado— Comento, aunque sé que aquí todos los días son agitados, la paz simplemente no llega. —Lo vi, es usted una persona con un corazón muy grande, gracias por todo lo que hace— Me dice y sonrió. —Gracias a ti por estar aquí también— Respondo y luego me alejo para ir a comer, pero en el camino veo a la mujer que atendió al pequeño, sentada sola en un rincón con lágrimas en sus ojos. —¿Puedo?— Pregunto y ella asiente. Me siento a su lado en el suelo lleno de tierra y le muestro el plato —¿Quiere? Debería alimentarse— Le ofrezco. —No tengo hambre, gracias— Habla, pero su voz rota me es familiar. Llevo todo este tiempo escuchando a personas llorar por todo lo que ven, por las personas que mueren entre sus brazos, por lo que no pudieron hacer —¿Es doctora? ¿o una voluntaria? — Averiguo y es que hay muchas personas aquí que improvisan. —Soy doctora, nací aquí en lo que era este hermoso país lleno de historia y ahora no ha quedado nada— Habla mientras que sus lágrimas siguen corriendo por sus mejillas. —No sabe cuánto lo siento, estoy aquí para ayudar, pero no sé qué más se pueda hacer— Confieso. —Nadie sabe qué hacer, yo me tuve que ir de mi propio país, vivía en Turquía, pero cuando terminé de estudiar medicina, mi corazón me gritaba que viniera a hacer algo por mi gente, ¿Por qué esos niños tienen que sufrir así?— Relata. —Podemos estar todo el día echándole la culpa a diferentes personas, pero la realidad es que vale más la pena hablar de lo que hace usted— Indico y me mira a los ojos. —Soy la doctora Nayla Manzur— Se presenta y sonrió. —Maël Gagnier, y si me permite, su herida esta volviendo a sangrar, ¿Por qué no me deja revisarla?— Le ofrezco. —No quiero interrumpir tu cena— Señala. —Me acostumbre a eso, vayamos a que la atienda y luego cenaremos algo. Sé que esta triste, pero usted mejor que nadie saber que debemos estar bien de salud— Negocio. —Esta bien, vamos— Accede finalmente y me pongo de pie para después ofrecerle mi mano y ayudar a que se levante del suelo también.
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