Capítulo dos

1952 Words
—  Es alto, moreno y un idiota en todo sentido. —Murmuró Lucca viendo como su tatuador dibujaba la segunda y última flecha en su brazo. Cada una se refería a sus mejores amigos, y no podía evitar sentirse feliz por el hecho de que ellos se hayan emocionado cuando les dijo. Quería mantener en su piel a Andrew y Niall porque siempre había estado para él cuando nadie más lo hizo; además de que era una clara muestra de afecto. —  Cariño, estás loco si quieres seguir hablándole a ese niñato —Andrew limpió una parte en la que la tinta manchaba y continuó su trabajo—. Por si no sabías, cuando a una persona le dicen no... es no. Lucca frunció los labios y miró mal a Andrew. ¿Por qué le decía eso? Él había querido ser una buena persona con Javadd, pero él se había comportado como un completo hijo de puta. Si el morocho le hubiera dicho algo como 'si claro, puedes verlos. Sólo no toques' o cualquier mierda parecida, él hubiera aceptado. Sólo quería ver el arte en sus brazos para saber si le daría un poco de inspiración para plasmar. — Yo sólo quería ver sus tatuajes y me contestó horrible. Pero ¿sabes? No me importa, yo sé cómo lidiar con esa gente y si fue capaz de tratarme mal, pues yo me vengaré. Andrew le miró. — ¿Qué piensas hacer? — Él está en la misma universidad que yo, no creo que me pueda evitar por siempre. Así que lo trataré con odio… creo, seré una mierda con él. — Haz lo que quieras, igual. Pero sabes que si te llega a poner una mano encima sólo es que me digas y le patearé su huesudo trasero. — Lo sé, Andy —masculló enternecido Lucca por las palabras de su amigo—. ¿Cuánto falta? Su amigo se había encargado de dejar unos cuantos traseros golpeados en la secundaria que le molestaban. Él no era una persona violenta y había necesitado algo de ayuda. Así había sido que se habían conocido. Andrew le había salvado de ser golpeado por tres compañeros, que no sabían lo que era el respeto por la otra persona. — No seas molesto, estoy tomándome mi tiempo en que yo quede muy lindo. — ¿Cómo harás que una flecha quedé 'muy linda'? —Rió Lucca escuchando el molesto ruido de la campana sonar, avisando que había llegado un nuevo cliente. — Cállate —Andrew rió y se levantó—, déjame ir a ver quién es, que desde acá no veo nada. — Claro. Lucca acarició sus ojos por el cansancio y bostezó. Mantuvo sus ojos cerrados unos segundos, hasta que un carraspeo le hizo abrirlos. — Es un cliente. Tendré que terminar rápido contigo— Andrew se sentó y rápidamente continuó con los últimos detalles del tatuaje de Lucca, que no demoró ni cinco minutos—. Listo, déjame envolverlo y ya sabes los cuidados. — Sip —sonrió Lucca feliz. — Pero espera, ¿Oli no tenía que estar aquí ayudándote? — Es un idiota, se emborrachó y engañó a su esposa. Ahora ella no lo quiere ver ni en un lienzo y él me pidió unos días para tratar de recuperarla. Ojalá no pueda. —Andrew negó terminando de poner el plástico en el brazo del de orbes marrones. Al acabar, Lucca abrazó a su amigo y salió de la pequeña sala donde estaba. Pero su paso se detuvo en seco al escuchar una voz conocida y los vellos de sus brazos se erizaron. ¿Qué hacía Javadd ahí? El castaño trató de encontrarlo, pero no lo vio por ningún lado. Así que tomó la posibilidad de que estuviera en una sala junto a él. No quería problemas, así que sin pensar en ir a donde estaba el morocho, caminó directo a la puerta de salida. — ¿Lucca? — Hola Javadd —sonrió el castaño sin saber que más decir. Rayos, no había sido del todo precavido, sentía como sus mejillas se teñían de un fuerte color carmesí y aclaró su garganta mirando hacia la salida—. Yo, uh- me iba. — ¿Qué haces aquí? —el morocho se cruzó de brazos mirándolo con una ceja levantada.   No esperaba encontrarlo en ese lugar. Sí, habían tenido un encuentro en el que él demostró que le gustaba mucho el arte, pero nada del otro mundo.   — Sólo vine a hacerme un tatuaje —Lucca levantó el brazo mostrando el vendaje que llevaba.   — Te tatúas mucho, ¿no?   — Un poco —respondió Lucca— Me gustan los tatuajes.   — Bien por ti… —Javadd masculló.   No le importaba nada. Por el contrario, comenzaba a caerle mal el castaño, pero aún no había sucedido algo como para decírselo.   — ¿Qué haces tú aquí? —Lucca Thomas inquirió sintiendo el incómodo silencio que se había formado en la estancia. Sólo podía pedir que Andrew no se demorara en llegar.   Ya podía sentir la tensión entre los dos incrementarse con cada segundo que pasaba y si continuaban así, lo más seguro era que alguno de los dos, se lanzara encima del otro a golpearlo.   — Voy a hacerme un tatuaje.   Lucca sintió un poco de emoción al pensar en ver como su mejor amigo marcaba la perlada piel del chico frente a él. Podía verlo, si Javadd le dejara (cosa que parecía un poco imposible por su forma de hablarle). Igualmente, no podía evitar cruzar los dedos porque algo pasara y Andrew le pidiera ayudarlo o hasta el mismísimo Javadd le dijera que podía quedarse a ver.  Sus manos sudaron por el repentino pensamiento, y lo único que salió de sus labios para tratar de aligerar el ambiente fue: — ¿O acaso estabas siguiéndome? El pelinegro sonrió divertido y Lucca pudo jurar que era una de las cosas más calientes que había visto en su vida.   — ¿Por qué piensas eso?   — Porque nunca te había visto por aquí.   — Andrew es mi tatuador —Javadd explicó pasando una mano por su cabello.   — El mío también y nunca te vi, así que...   — No te estaba siguiendo, Lucca. —Rodó los ojos divertido.   El castaño mostró una pequeña curvatura en sus labios por el buen trato que estaba recibiendo por parte del muchacho. Era diferente, tenía un aire más despreocupado, libre... y esa personalidad le gustaba. — Seguro, entonces ya no tendré que llamar a la policía —murmuró sin borrar su sonrisa.   Javadd rió—. No eres tan idiota como pensé.   — Tú tampoco. —Lucca espetó—. Fuiste tan grosero cuando te conocí.   — ¿Cómo querías que no lo fuera si te lanzaste encima mío sólo para manosearme?   — ¡No te quería manosear! —Lucca rió— ¡Sólo esperaba ver tus tatuajes!   Javadd negó y se mantuvo unos segundos en silencio. Debatiéndose en si decirlo o no. Al último momento se decidió por la primera opción.   — ¿Tienes algo que hacer ahora?   — No, ¿por?   — Tal vez te deje ver como Andrew hace un tigre en mi brazo —Javadd sonrió comenzando a caminar directo a la sala en la que estaba esperando por ser atendido.   Lucca movió sus brazos de forma divertida y corrió detrás del morocho para por vez primera, ver los tatuajes del chico. Lucca se sentó en una pequeña silla al lado de Javadd. Se sentía nervioso y a la vez feliz.   Andrew no le dejaba ver muchos de sus trabajos, decía que molestaba su vista y no podía manejar la máquina bien. Sinceramente para Lucca eran excusas estúpidas ya que él sabía que cuando estaba mirándolo tatuar, se ponía sólo un poco preguntón y fastidioso.    — Te ves angustiado… —Javadd masculló llamando la atención del castaño.   — Oh no, sólo-yo, mierda, estoy nervioso. Javadd soltó una carcajada y se acomodó mejor en su lugar. Comenzó a silbar; no sabía que hablar con Lucca, y ya empezaba a darse de golpes por invitarlo a estar a su lado. Lucca era un niñato para él.  Estaba acostumbrado a personas mucho más hijas de puta, pero Lucca era diferente y lo había hecho reír (cosa que había sido un gran logro). — Hola, hola, Javaddchu —canturreó Andrew entrando a la sala—. ¿Qué tal to- hola Lucca. — Hola —sonrió el recién nombrado levantando la mano. — ¡¿Qué haces aquí?! —Chilló el de orbes azuladas yendo hasta donde su amigo. Lo levantó y empujó fuera de la sala—. Vete, estás molestando un cliente. j***r Lucca, mantener alejado de mi trabajo.   Javadd, quien se mantenía al margen de todo, negó divertido y corrió hasta donde los dos hombres estaban peleando. — Hey, hey, relájense hay Javadd para todos—   Lucca rodó los ojos y empujó levemente a Andrew, haciendo que lo soltara — Yo no estaba molestando a Javadd, él me invitó a verlo tatuarse—   Andrew abrió los ojos y pasó un brazo por encima del hombro de Lucca. — ¿Me estás pedaleando la bicicleta?   — No, yo sólo estaba-   — Se lo decía a Javadd.   Lucca rió y Javadd se mantuvo callado. Andrew, al ver su reacción carraspeo y movió las manos haciéndoles entender que fueran devuelta a la pequeña sala donde Javadd se tatuaría.   — Así que es un tigre, ¿no? —Andrew se sentó en su asiento.   — Si —El moreno se acomodó y puso su brazo frente a Andrew.   — Dibujé este, ¿Qué te parece?   — Me gusta. Lucca asomó su cabeza por encima de hombro de Javadd, y lo sintió temblar. Sonrió por aquel logro y se agachó hasta el punto de que su barbilla reposaba en el hombro del morocho. Pero, por arte de magia...  Javadd no lo alejó.   — Es muy lindo —susurró.   — Bien. —Andrew hizo una mueca y buscó sus herramientas, poniéndolas en su lugar—. Durará varias horas, chico. Así que, te recomiendo no gritar como idiota.   Javadd asintió removiéndose en su lugar cuando sintió las manos de Lucca en sus hombros.   — Empieza ahora.   — Tu podrás —Lucca besó la mejilla del oji-miel.   — Pero- ¿qué mierda? —Gruñó Army empujándolo lejos de su cuerpo — No te confundas, yo sólo te hice una jodida invitación porque estabas detrás de mí como un idiota.   Lucca abrió los ojos y se sintió furioso, indignado... No sabía cuál era la palabra correcta, pero deseaba golpear el lindo rostro de Javadd.   — Vete a la mierda, estúpido —Bramó levantándose de su silla y caminando fuera de la sala.   Sus manos se formaron en puños y dejó escapar un bufido cuando llegó a la puerta principal. Tomó varias respiraciones profundas y esperó, pensando que tal vez Javadd llegaría y se disculparía.   Un ruido llamó su atención y volteó con la esperanza reflejada en sus ojos, encontrándose con el muchacho tatuado. Su boca formaba una línea recta y Lucca dejó salir una exhalación de alivio sabiendo que él se disculparía.   — ¿Qué quieres decir? —Se cruzó de brazos.   Silencio.   Javadd abrió la boca, pero nada salió de allí. Lucca asintió derrotado y volvió a dirigirse hasta la salida. Recordó la película de la cenicienta y como el príncipe iba y cogía su mano y no la dejaba ir. Pero eso no pasó. Acomodó su camisa sintiendo la suave brisa y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón; para así, ir al paradero más cercano y tomar un taxi que lo llevara a casa. 
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