Capítulo 6

1269 Words
Luc cerro sus ojos, deseando poder llevar las manos a sus oídos y dejar de escuchar el llanto y las suplicas de la joven que él mancillaría, tratando de convencerse que lo merecía, ¿por qué trabajar en un lugar como ese, si no le gustaba la vida fácil? Pero la verdad es que trataba de poder vivir con lo que estaba a punto de hacer. Se sentía tan débil bajo sus grandes manos, el aroma dulce de su cabello burbujeaba, cuando sin querer paso su nariz sobre su melena, con una de sus manos sostuvo su espalda para mantenerla inclinada, mientras que, con la otra mano, bajaba el cierre de su pantalón. — No, No, ¡ayuda! — grito deseando que alguien, quien fuera, acudiera a su rescate. — Deja de luchar. — pidió sobre su oído y la sintió removerse una vez más, deseando escapar de él, un maldito en todo sentido. — Relájate o solo harás que te duela más. — Hijo de puta, ¡maldito hijo de puta! Lo era y no pensaba discutirlo, sabía que, si no fuera por la píldora azul, estaría tan flácido como una planta a punto de morir por falta de agua, pero no hacia eso por placer, mucho menos por gusto, ni siquiera por su salvación, lo hacía por León, su hijo. Tomo una pequeña bocanada de aire, y alineo su erecto pene entre las piernas de la joven, quien lanzo una patada hacia atrás. — ¡Basta! ¡no lo hagas más difícil! — ¡Suéltame! — grito casi rompiendo sus cuerdas bocales, pero de nada le sirvió. Luc no podía seguir perdiendo tiempo, si lo que había escuchado de la muerte de los reyes era real, debía salir de América lo antes posible, antes de que la seguridad de los aeropuertos sea más estricta, antes de que alguien le pudiera seguir los pasos y saber a qué había viajado a Chicago. Con ayuda de su pie derecho la obligo a abrir sus piernas, pero la joven luchaba, parecía un gato furioso, trato de no pensar en ella, solo debía concentrarse en que al fin terminaría con la maldición que pesaba sobre él desde hacía 16 años. — Lo siento. — repitió con los dientes apretados y penetrándola de una vez. — ¡NO! No, no… — cada negativa fue más baja, solo la primera salió de ella con dolor y no solo por sentir como el pene de ese hombre se abría paso por su carne, era el hecho de saber que como su madre un día lo dijo, ella no podía cumplir promesa alguna. — Te arrepentirás, te arrepentirás. — repitió hasta que su boca se secó, dejando de luchar, poco a poco porque sentía que ya no valía la pena, había perdido todo, aun antes de tener algo que perder. Luc movió sus caderas sin descanso, sin placer, odiándose aún más de lo que ya lo hacía, pero fue solo cuando la vio dejar de luchar, que, en un acto quizás desesperado por conseguir el perdón, que acaricio su espalda, tratando de darle consuelo, de algo que él mismo le estaba haciendo. — Por favor... — susurro sin poder terminar la oración y fue cuando Luc, finalmente se pudo liberar, quizás de una forma atroz y retorcida, pero el hecho de escucharla rendirse a él, finalmente, lo hizo alcanzar el clímax. — Dios. — gimió, aunque sabía que más que nada debía invocar al mismo diablo para que se lo llevara. Nammi se mantuvo recostada en el respaldo del sofá, tal cual muñeca rota que es desechada por la niña que tanto la deseaba, luego de ser usada y maltratada, aunque en el fondo la joven sabía que ya nadie la desearía, se podría olvidar del estúpido sueño de darle una oportunidad a Greco De Luca, y solo ese pensamiento la hizo poner de pie, terminando de aceptar lo que había sucedido, al sentir escurrir el semen y la sangre por sus muslos, aun tambaleándose, se las arregló para llegar a la ducha de la habitación, que aún tenía la puerta trasera abierta, mismo lugar por donde su agresor enmascarado se dio a la fuga, se dejó caer en el frio piso y abrió las llaves de agua, dejando que estas limpiaran todo a su paso, aunque su alma… esa no la podría limpiar jamás, había fallado, o al menos así lo sentía, su teoría se reafirmaba, cada vez que creía que las cosas iban bien, todo se torcía, peor aún, siempre terminaba perdiendo su apoyo, sus aliados e incondicionales, primero su padre, luego Mirra se fue lejos con su reciente esposo, pero aun así, tenía a la reina y los reyes, pero ahora… — Greco. Solo él le importaba, porque si ella sentía que moriría de un momento a otro, no queria pensar como estaba Greco y Marco. Solo con una toalla cubriendo su cuerpo fue que descendió por las escaleras, el lugar estaba vacío, como si algún desastre natural lo hubiera alcanzado, había tragos esparcidos en el piso, las puertas abiertas de cada habitación, y el silencio era estremecedor, uno que anunciaba el luto que la muerte de los reyes dejaría. Cuando al fin llego al sector de empleados, se colocó su pantalón desgastado, y un suéter, nada más, pues nunca había necesitado un cambio de ropa interior, ni siquiera una camisa extra, ya que de su uniforme solo cambiaba el pantalón de mezclilla por la falda. Tomo su bolso y no le quedo más que regresar a la habitación VIP, era la única que tenía una salida aun abierta. Estaba un poco desorientada, sin saber que debía hacer primero, ¿debía ir a su departamento? ¿o ir a la que era la residencia de la reina? Hasta que su móvil la hizo pegar un brinco y solo entonces lo saco de su bolso, dándose cuenta de la cantidad de llamadas perdidas que tenia de Greco. — Greco. — su voz no solo se quebró, el llanto poco la dejo decir más que su nombre. — ¿Por qué no respondías? No importa. — la desesperación en la voz del de ojos grises era notoria, y comprensible. — Quiero que tomes el maldito vuelo ahora mismo… — ¿Qué? No, no puedo, tus padres, tu… — Nada Nammi, te quiero fuera de Chicago, fuera del continente, Dios si pudiera te sacaría del mundo. — Greco ¿qué pasa? ¿es verdad que…? ¿es cierto que…? — no podía decirlo, aun no podía terminar de procesar nada. — Están muertos Nammi, los seis murieron en la explosión y Salvatore… decidió seguirlos, estaba en el hangar discutiendo lo que sucedía con el avión cuando todo sucedió. — Dios mío. — el aire poco le entraba en los pulmones o quizás solo era ella que se negaba a respirar. — Vete Nammi, vete antes que llegue mi hermana. — Pero… — El cielo y el infierno sabrán lo que es tocar a mi familia, no quiero distraerme con tu seguridad… te quiero Nammi, y es por eso por lo que te necesito lejos de aquí, mataron a la chica que Marco se estaba tirando, están atacando nuestros corazones, no quiero perder el mío… no me obligues a terminar como Salvatore. — Greco yo… — queria decirle que no era digna de tales palabras, mucho menos de esos pensamientos, ella ya no era pura, ya no era digna de él. — Te buscare Nammi, pero mientras llega el día, olvida que conociste a la reina y su familia. Olvidar, era fácil decirlo, muy difícil cumplirlo.
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