Capítulo 23

1162 Words
Nammi irradiaba felicidad mientras servía la cena que había preparado junto a León, el orgullo y la satisfacción se reflejaban en cada uno de sus movimientos, desde la forma en que recogía los platos hasta cómo los colocaba cuidadosamente en la mesa, las empleadas de la mansión observaban admiradas cómo ella se encargaba de todo, casi eclipsando su presencia en el comedor, aunque también agradecidas que les alivianara el trabajo, ya que Nammi no delegaba nada y es que la joven, disfrutaba de cada momento, pues era su forma de agradecer, el que Luc pensara tenerla allí al menos por un tiempo, aunque aún no le confesaba que estaba escapando de…ni ella sabía de quien o quienes, porque hasta el momento, nadie sabía quien había matado a la reina y sus reyes, por lo cual, el salir de la mansión, no era seguro. El aroma delicioso de la carne asada llenaba el aire, y con cada plato que servía, Nammi mostraba su amor por la cocina, sus manos, rápidas y hábiles, daban un toque especial a cada detalle, mientras su rostro mostraba una sonrisa sincera, que tenía embobado a Luc, y que hacía sonreír a León, era evidente que, para ella, cocinar era más que una simple tarea; era una forma de expresar su cuidado y afecto por los demás. La mirada de León, quien estaba en su lugar habitual, seguía a Nammi mientras se movía por el comedor, casi como si él también se alimentara de la alegría que ella desprendía, tal vez proyectando lo bueno que sería tener una madre, y no solo su nana, Mimi. Cada vez que Nammi servía un plato, hacía una pequeña pausa para asegurarse de que todo estuviera perfecto, demostrando con sus acciones cuánto le gustaba cocinar y lo mucho que valoraba esos momentos compartidos, ahora con León, aunque la verdad era que solo estaba rememorando las veces que Leonzio y Salvatore le enseñaban sus secretos en la cocina, y aunque ese no era un plato italiano, aun así, contenía secretos de esos mafiosos, como el punto justo de la cocción de la carne. Luc, quien también estaba sentado en la mesa, notaba la dedicación de Nammi y, aunque la culpabilidad seguía pesando en su corazón, no podía evitar sentirse conmovido por la energía positiva que ella irradiaba, estaba comenzando a creer que Nammi era un Ángel enviado por alguna entidad a embellecer la tierra, pero tampoco olvidaba que él había herido a ese Ángel y era algo que jamás podria olvidar. Y cuando al fin Nammi, con una última mirada de satisfacción, se sentó para disfrutar de la cena, con su corazón lleno de gratitud por poder compartir esos momentos con quienes apreciaba, porque así era, sentía que nuevamente tenía amigos, aunque estos fueran un empresario amargado, y un joven pelirrojo, pero cuando Nammi estaba saboreando su magnífica creación, observó que Luc, hacia muecas de dolor, cada vez que intentaba cortar la carne, y casi bufa con enfado, se lo había advertido, pero su jefe era tan… imperativo, que al final se salía con la suya la mayoría de las veces y aquí estaban los resultados de su poco o nulo reposo, pues horas antes su pierna casi lo hace caer de las escaleras y ahora, no podía ni siquiera cortar su carne, por lo que finalmente tomo su lugar como enfermera, y decidió intervenir, en la silenciosa velada, ya que al parecer o nadie se sentía a gusto con el reciente invitado, llamado Máximo, o la cena estaba demasiada buena como para perder tiempo hablando en lugar de comer. Y si decir nada, Nammi se levantó de su asiento y, con una sonrisa cálida, se acercó a Luc, de la misma forma que un pediatra se acercaría a un niño tímido. León, Mimi y Máximo, la observaron en silencio mientras ella tomaba asiento al lado de su jefe, la confusión estaba clara en sus rostros, más en el de Luc. —Luc, déjame ayudarte —dijo Nammi mientras tomaba el cuchillo y el tenedor de sus manos—. No deberías forzar tu brazo aun no está recuperado del todo. — ¿por qué rayos le sonreía y hablaba como si fuese un niño de kínder? Luc no lo sabía, pero se sentía avergonzado, ante no solo las miradas de su familia, también las demás empleadas que allí estaban. —No es necesario, Nammi. Puedo hacerlo yo mismo —respondió Luc, tratando de contener su enfado, al verse despojado de los cubiertos, y tratando de recuperarlos, pero la mirada de determinación que le lanzo Nammi, le dejo en claro que eso, no iba a suceder. —No seas terco, Luc. — rebatió con autoridad la joven. — Eres mi paciente y no quiero que te hagas más daño. Déjame ayudarte y no es una pregunta. — le aclaro al verlo abrir la boca, más que listo para quejarse. Luc sintió un rubor cubriendo su rostro. Nunca, antes había sido tratado de esa manera, como si fuera un niño que necesitaba ser regañado, ni siquiera por su nana, pero al mismo tiempo, había algo en la firmeza de Nammi que lo hacía querer ceder, como cuando un alumno quiere discutir con un profesor, una nota que dice no merecer. —Está bien —dijo finalmente, resignándose a sus cuidados. Y Nammi comenzó a cortar la carne con destreza, y luego, con delicadeza, le dio un bocado a Luc, quien dudó un instante, pues ya lo había dicho días atrás, no era manco, pero nuevamente la mirada de Nammi le dejaba en claro que resistirse no era opción, y así, ante la vista de todos, Luc abrió su boca, para que Nammi le dirá su carne y por supuesto, la vergüenza aumentó aún más, con cada “Muy bien Luc, así se hace” ¿acaso esa mujer no se daba cuenta que él era un hombre de 36 años? Aunque la verdad… es que le estaba agradecido, no solo de que lo alimentara, también por tan magnifica cena. Y mientras Luc se convencía de que cada día, estaría más y más en deuda con Nammi, Máximo, que observaba la escena desde su lugar, notó la forma en que Luc miraba a la joven, era una mirada llena de admiración y algo más, algo que Máximo reconoció al instante, amor, aunque Luc no era joven, esa chispa en sus ojos era inconfundible y mentalmente, Máximo juró que se quedaría con esa mujer. Codiciaba todo lo que Luc poseía, lo que a él se le había privado, aunque poco le interesaba el amor, ya que lo veía como una debilidad, Nammi entraba en las cosas a quitarle a su medio hermano, solo para hacerlo miserable. Y así el ambiente en la cena había cambiado, a pesar de las tensiones, entre Mimi y Máximo, había una nueva dinámica entre Luc y Nammi, una conexión que, aunque incipiente, prometía cambiar el rumbo de sus vidas de manera inesperada.
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