Capítulo 4

2875 Words
Rachel Mac Millán Respiré entrecortadamente. A pesar de llevar un año en Inglaterra todavía no me acostumbrada a correr por sus calles. Sentía que varios me miraban mientras lo hacía y aunque en Manhattan esto se repetía ya no llegaba a causarme nervios porqué yo había crecido ahí y conocía lo suficiente para saber donde tener que ir para poder estar en paz. No podía decir lo mismo en cuanto aquí, no llevaba mucho tiempo y para mi desgracia no había podido toparme ni con un lugar que fuero eso; mi desvío a la tranquilidad. No solía salir a correr ya que era muy perezosa pero había una excepciones y cuando necesitaba tiempo a solas conmigo buscaba tranquilidad o mantener mi mente ocupada. Miré el reloj de mi muñeca mientras me detenía unos segundos tomar aire. Hoy no tenia clases en la universidad e iba a aprovechar este día para terminar de repasar antes de que los finales llegarán en unos días. Sabia la gran mayoría pero igual había unas cosas que no lograba entender y por eso tuve la intención de querer aprenderlo, sin embargo estos últimos días mi mente había estado en las nubes y supe que si no lograba despejarme no podría continuar. Mi cerebro parecía estar caprichoso ya que todo los recuerdos volvían a azotarme y por más que trataba desviarlo no podía. Mi asistencia al aniversario todavía no estaba confirmada por mi, por mi madre quizás si. No creo que en ningún momento se le crucé la idea que no me apeteciera ir, Emilio si lo habrá de suponer pero de ella lo dudaba. Saqué mi móvil mientras seleccionaba una canción y volvía a correr. Mis noches se habían vuelto pesadas. Me la pasaba viendo ese collar que escondía ante la mirada de todos pero que me hacía sentir protegida. Era mi secreto que guardaba bajo mis blusas o camisas, donde fuera que iba ahí estaba ese anillo de promesa colgando de mi cuello. A la hora de acostarme lo ponía sobre mi almohada y quedaba viéndolo hasta que mis ojos se cerraban. Verlo no solo me traía dolor por lo que no pudo ser, sino que también me hacía revivir buenos momentos, me hacía sentir protegida. Mis primeras noches en Inglaterra fueron difíciles, estaba asustada por empezar de nuevo y por lo que podía pasar aquí y en Manhattan. De alguna forma ese collar lograba hacer que todo se pausara. Bueno, eso era así. Había algo que ni esa joya podía hacer que dejara de pensar; Daniel. Si llegará a volver lo haría a ciegas y sin saber más que lo proporcionado por mi madre. Hacia lo más podía para que durante sus visitas no me tentara y preguntará por él, aunque eso no era necesario porqué ella me soltaba cosas pequeñas. Quizás pensaba que necesitaba saber si estaba bien y esa era la verdad, yo quería saber como estaba, y si no fuera por mi madre en estos momentos seguramente estaría volviéndome loca. Moví mi cabeza a un lado como si esa acción pudiera borrar su rostro de mi mente. Sería mentira si dijera que no sueño con él, no digo que sea todo el tiempo pero si suele suceder, y en su mayoría no todos tenían un buen final, ni siquiera había uno. Mucha veces me cuestionaba si había tomada la mejor decisión, espacialmente en esos momentos en donde llegaba de la nada un brote de nostalgia y simplemente lo extrañaba. Pero al final, después de todo, pasaba algo que me hacía saber que tomé la mejor decisión. El viento chocó en mi rostro y suspiré. Daniel fue mi primer gran amor y con él entendí varias cosas, cosas que no debía olvidarme nunca. Nadie puede completar mi felicidad si no soy yo misma. Nadie puede volverse mi aire, y lo más importante es que mi bienestar va por sobre todos. Sus palabras fueran claras y hasta el día de hoy seguía cumpliendo nuestra promesa. Lo dejé porqué él no sería capaz de hacerlo. Lo dejé porqué todo nos estaba superando y en vez de avanzar nos hacíamos retroceder. Lo dejé porqué éramos inmaduros a pesar de haber atravesado tanto en la vida. Lo dejé porqué hay personas que están destinados a estar en tu vida y no todos los casos son para que se queden. Lo dejé por mi. Aprendí a estar sin él, puedo vivir sin él, y si, puedo ser feliz sin él. Lo extraño, sigo sintiendo cosas por él, eso no podría negarlo porqué sería hipócrita. Sin embargo hay una gran diferencia entre lo que uno quiere y puede, y nos guste o no las personas son pasajeras; algunas tienen un viaje largo y otras no, debemos vivir con eso. Escuché decir que a veces era el tiempo y no la persona. También oí que si están destinados volverán a encontrarse, independientemente de las cosas que se crucen en su camino. Podía creer esas palabras pero eso tan solo serviría para guardar una falsa esperanza que todo podía volver a ser como antes de que la tormenta se desatara sobre nosotros y la verdad es que jamás encuentras lo mismo, aunque sea en la misma persona. No podemos volver a lo que fue, tenemos que ir a lo que será. Daniel era mi pasado. Hasta ahora. La música dejó de escucharse y tomé mi móvil para ver que en la pantalla aparecía el nombre de mi mejor amigo. Junior se casaría en tan solo un mes y eso era tierno hasta un punto, lo otro era fastidioso porqué estaba muy paranoico y llamaba a cada rato para quejarse o entrar en pánico. Con Charlotte nos turnábamos para contestarle pero últimamente estoy siendo yo la que más habla con él. -Por favor no te quejes de las flores o que el traje no era el color que querías aunque así lo sea.- Le dije bien atendí la llamada. -Hola para ti también querida. Volqué los ojos al escucharlo burlarse de mí. -Ya dime que sucede.- Dije tomando bocanadas de aire. -Solo quería saber como estabas.- Hundí mis cejas al percibir algo raro en su voz. -¿A que te refieres exactamente?- Exclamé en tono serio-. ¿Sucedió algo?. Suspiró y balbuceo, eso hacía cada vez que dudaba en hacer algo. Se aclaró la garganta. Aprender a tomar las consecuencias de nuestras decisiones con la cabeza en alto y el corazón partido. -De todo modos lo sabrás en cuestión de tiempo- Había un deje de resignación en su voz-. Vieron a Daniel junto a Megan saliendo de un bar. Yo lo dejé. (...) -Estas callada. No levanté mi mirada del libro mientras continuaba garabateando en los bordes de sus página. Se supone que estaba estudiando. -¿Rachel?. La miré solo porqué sabia que seguiría molestándome si no lo hacía. -¿Qué quieres, Charlotte?.- Dije hastiada. Me examinó y se sentó a mi lado en el sofá. Había decidido bajar a estudiar en la sala ya que ella no estaría para hacer ruido, pero al parecer está vez se le dio por volver temprano. -He visto los artículos. Mordí el interior de mi mejilla y me levanté con el libro en la mano. Negué con mi cabeza mientras la miraba. -No haré esto, Charlotte- Solté amarga-. Ni contigo ni con nadie. Tragó saliva. -Rachel...- -¡He dicho que no!- Dije elevando la voz-. Quiero que tanto tú como Junior entiendan que terminé con Daniel y que ninguno le pertenece al otro- Bramé entre dientes-. Lo último que necesito en estos momentos es que estén revoloteando sobre mi, eso no me ayuda, me asfixia. Charlotte apretó sus labios sin saber que decir. Tenia ojeras lo que me indicio que anoche no había dormido. -Esta bien- Dijo después de unos segundos. Entorno sus ojos en mi y odié que me hiciera sentir mal por haberle hablado así-. ¿Sabes que puedes hablar conmigo, cierto?. Asentí suavemente. -Lo sé. Ella me dio una minúscula. -Solo bajé para decirte que ya es hora de ir al grupo de ayuda- Exclamó levantándose del sofá. Me miró con severidad-. Yo te llevaré y no quiero excusas, Rachel Mac Millán. No dije nada sabiendo que esto era una discusión que no ganaría. Ella insistía en llevarme pensando que no asistía aunque en verdad lo hacía, no es que me gustara mucho pero lo hacía. Muchas veces logré que desistiera sin embargo al parecer hoy no es uno de esos días. -Iré a cambiarme.- Respondí mientras subía a mi habitación. Asistía los martes de cada semana por las tardes. Era un grupo pequeño de cinco personas, aunque si contábamos a la psicóloga éramos seis. El lugar era algo amplio, lo demasiado para tan solo sea un grupo reducido. Fuera de ese lugar no me llevaba con ninguno de los que iban ahí. Solo eran saludos cordiales, después de todos eran desconocidos; desconocidos que sabían más de lo que gente que me conocen podrían saber. Me puse un buzo ya que la tarde solía ponerse fría. No me cambiaría el pantalón ya que estaba bien, no es como si tuviera que ir muy arreglada solo medianamente presentable. Agarré el móvil y me eché un poco de perfume de vainilla. Escuché como el timbre sonaba pero no me molesto en averiguar quién era ya que Charlotte estaba ahí y lo más seguro es que hubiera ordenado comida ya que no habíamos renovado la despensa todavía. Llevarla a un supermercado era un reto de cada día y como mi mente ha estado en cualquier lado se me pasó por completo avisarle. Volví a la sala mientras me agarraba mi cabello en una coleta alta. Rogaba internamente que la pelirroja no se pusiera a hacer comentarios de lo "impresentable" que me veía. Sin embargo me quedé atorada a la mitad de las escaleras cuando vi una maleta y luego su figura. Sus ojos chocaron con los míos y una sonrisa esplendorosa cruzo por sus comisuras. Abrió sus brazos. -¿Me vas a saludar o te quedarás para ahí?. La garganta se me secó pero aún así dejé salir una risa para luego terminar de bajar los peldaños de las escaleras y abrazarlo. Aspiré el olor de su colonia. Siempre olía bien y no sabia como podía mantenerse así todo el tiempo. -¿Por qué no me has dicho que venías?- Dije una vez nos separamos. Asher Cowell después de meses volvía estar frente de mi. Seguía igual de aterradoramente guapo e inalcanzable, es como si vieras a Charlotte en versión masculina- Aunque se me hacía que Rufus era quien le podía ganar ese título. El último tramó de tiempo estuvimos hablando demasiado por mensajes, siempre lograba entretenerme. -Quería sorprenderlas- Masculló y miró a la pelirroja que tenía las llaves del coche en su mano-. ¿Se iban a algún lado?. -Terapia grupal.- Respondí. -Bueno no las entretengo más- Tomó su maleta mientras nos daba la espalda-. Voy a instalarme y las veré dentro de un rato porqué el vuelvo estuvo agotador. Estoy cansado y solo quiero dormir, así que si, las veré luego. Empezó a subir por las escaleras con algo de dificultad por el equipaje. Charlotte hundió sus cejas y ladeó su cabeza. -Detente.- Le ordenó. Asher se detuvo sin voltear. Presencia la escena desconcertada. -¿De que estás huyendo Asher Matthew Cowell?.- Exclamó ella dando un paso hacia adelante mientras lo escrutaba con la mirada. Él dejó caer sus hombros y volteó. Sonrió amargó. -¿No puedo ocultarte nada, cierto?. Charlotte se cruzó de brazos mientras levantaba una ceja. -¿Qué esta sucediendo?.- Pregunté sintiéndome algo tonta por no entender de qué hablaban. Él soltó el aire que estaba reteniendo y nos dio una severa mirada. Eso solo significa que lo que venía era algo grande y él quería que los tomáramos en serio y no como una más de sus bromas. -Voy a ser padre. Mi boca se entreabrió mientras me quedaba piedra. Por su parte Charlotte había dejado caer las llaves del carro y parecía no notarlo. Cuando pude recuperarme apreté los labios esperando a que el caos se desatara y solo bastó una mirada hacia él para saber que estaba aguardando lo mismo. -¡¿Qué tú que?!- Bramo Charlotte a punto de estallar-. Voy a matarte a ti y a tu estúpido pene. -Eso tendrá que esperar adorada prima porqué todavía queda más.- Masculló con su expresión neutra. -¿Más?.- Cuestioné levantando una ceja. Asher apretó su mandíbula como si lo que fuera a decir le causara enojo y fastidio. Era el tiempo y era la persona. -Megan Ripoleti...- Entornó sus ojos en mi- Es la madre de mi hijo.  (...) Atravesé las puertas y vi como sillas formaban un círculo en donde estaban sentados la gran mayoría. Me disculpe por haber llegado tarde y tomé asiento al lado de una chica robusta y de cabello claro. Si no me equivocaba su nombre es Lucie. La noticia que había soltaba Asher en la sala de mi departamento nos había dejado piedra tanto a mi como Charlotte. Definitivamente ella era la más afectada pro todo. Lo único que atinó a hacer es salir de nuestro hogar y eso me lo tomé como una señal para ir detrás suyo. Ella condujo hasta aquí en silencio y me dijo que me esperaría en el estacionamiento, era claro que quería pensar y por supuesto no volver todavía a nuestro apartamento. Meredith Pain- La psicóloga- empezó a hablar: -Bien ya que la semana pasada no pudimos vernos quiero que hablemos de como...- Sus palabras se vieron interrumpida cuando las puertas volviendo a abrirse. Pestañé más de una vez para ver si era real lo que veía y para mi desagrado no había nada que me indicara que eso fuera así. Su vestimenta se veía diferente a la que había visto la primera vez; Jeans oscuros y una blusa azul. Zapatillas negras y una campera de color gris. Su cabello lo traía desaliñado y sus ojos estaban irritados. Pude ver una cortada en su labio y su expresión no era nada parecida a la juguetona y petulante que tuvo en nuestro primer encuentro, es más parecía enojado por tener que estar aquí. Fue imposible no recordar esa vez que lo vi por primera vez. 《 "-Acaso tú vista falla o que?-Bramé-. ¿Me convertí en fantasma para que no puedas verme? ¡Tiraste mi café!.  Su sonrisa se ensanchó y sentí el fuego arder dentro mío. ¿Se estaba burlando de mí?. Se quitó el casco de la cabeza y recién ese instante pude notar la presencia de los mochos que tenía.  -Créeme guapa que no eres un fantasma. Porqué si lo fueras cogería una pistola ahora mismo para matarme, no tiene sentido estar vivo si no podría ver esta belleza. " 》 Se acercó hasta Meredith y le dio una nota blanca. Supongo que debía ser la derivación que te da el psicólogo para que asistas a un grupo de ayuda. -Siéntate ahí.- Le señaló el lugar que estaba frente mío, al lado de Josh; el único chico con el que intercambiaba más palabras a comparación de otros. Él tomó asiento y por primera vez su mirada se fijó en mi. Vi que la curiosidad se instalaba en sus ojos. -Bien como saben la gran mayoría cada que tenemos un nuevo integrante nos presentamos, tanto nuestro nombre como el motivo por el cual estamos aquí- Explicó ella y nos repasó con la mirada a todos-. Josh, tú primero. Pasó las manos por el pantalón y se enderezó. Frunció su labios y sonreí al verlo fastidiado; lo entendía ya que a todos nos desagradaba tener que presentarnos. -Mi nombre es Josh Patrick y estoy aquí porqué mi madre me obligó por las influencias de está preciosura.- Le guiñó un ojo a Meredith. Apreté los labios para no largarme a reír, lo que me fue inevitable y a todos les sucedió lo mismo. -Josh...- Lo regañó la psicóloga con el cansancio en si voz. Él rodo sus ojos y levantó sus manos. -Bien. Estoy aquí porqué intenté suicidarme dos veces y me autolesiono.- Dijo un segundo después. A pesar de que todos lo sabíamos seguíamos algo descolocados ante la idea que Josh haría algo así. No lo aparentaba, siempre se lo veía dispuesto a hacer todo para que nos sintiéramos bien. Cada sesión que teníamos él aparecía con un nuevo gorro sobre su cabeza que cubría su cabello castaño. Cuando le pregunté por qué siempre traía uno diferente, me respondió que así llamaba la atención de chicas guapas por lo que seguía siendo un misterio para mí la verdadera razón. Meredith habló:- Demetra tu turno. La chica apenas tenia los diecisiete y se le notaba en sus facciones. Su look era algo gótico y era las más callada de todos, no hablaba al menos que sea necesario. -Mi nombre es Dementra Hoskins y sufro trastorno de bipolaridad. Corta y sencilla. -Tu turno, Rachel.- Me dijo. Mordí el interior de mi mejilla cuando noté que la mirada de ese chico estaba fija en mi. -Mi nombre es Rachel Mac Millán, sufro de anorexia...- Tomé aire-, y soy víctima de abuso s****l. Bajé la mirada porqué me sentía insegura ante la presencia de él. -Ahora es tu turno, chico nuevo.- La voz de la doctora había salido suave. Él se aclaró la garganta. -Mi nombre es Jeremy Thompson y estoy en rehabilitación porqué soy adicto a las drogas.
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