Soy el niño que sabía hablar tres idiomas a los tres años, escribir y leer a los cuatro, el mismo que sabía amarrar sus cordones y el que defendía a los ofendidos en la guardería. Al llegar a casa me hacía un emparedado mientras llegaba la niñera, antes de la llegada de mi madre me daba una ducha, era el pequeño soldadito, el niño valiente de mamá y papá. El niño que todos querían porque vivía preocupado por la aceptación.
El niño perfecto, el merecedor y el que no pedía nada a cambio, nunca tenía vacaciones porque mi padre trabajaba todo diciembre y enero para que mi tío Alessandro saliera con su familia y mis abuelos descansaran, todos mis tiempos libres se dividían entre la editorial de mi madre y el hospital de mi padre o mis actividades extracurriculares hasta que conocí a una chica
