–¿Ya está?
–Tienes que ver que esté bien cocido de todas partes –señalé la sartén a lo lejos–. Te falta ese.
–Pero entonces se quemará está parte.
–Lo tienes que mover –le indiqué.
Alex movió el huevo en la sartén caliente dos veces más.
–¡Ya está! –indiqué acercando los platos –. Déjalos aquí.
Lo hizo, hubo un momento de silencio cuando los probé, los ojos grises de Alex me miraban con atención, tanta que me intimidaba.
–Están buenos –murmuré.
–Sí –sonrió y los probó –. Es cierto.
Chocamos las palmas de las manos y reímos.
Ya había pasado una semana desde la cena bochornosa, Alex no me había dejado salir de la casa, habían reporteros buscando a la novia de Louis Henning, querían entrevistarla para saber si él me había hecho algo así, la noticia había salido en periódico
