–¡Contesta! –exigió.
¡Maldición! Sabía que lo tendría que ver, que me buscaría, pero no tan pronto, se supone que aún tenía tiempo, pero ahora no tenía alternativa, ya estaba aquí.
–¿Qué fuiste a hacer a casa de papá? ¿Qué le dijiste? –volvió a preguntar.
–¡Lo que me pediste! –expresé –. Me dijiste que fingiera ante tu padre un poco más hasta que hicieras algo importante o lo suficientemente grande para decirle sobre nosotros, ya lo hice, ahora déjame tranquila.
Intenté irme, pero me sujetó con fuerza del brazo impidiendo que me alejará.
–¿Qué pretendes, Megan? –cuestionó –. No creo que hayas tenido un delirio repentino de bondad.
–Dijiste que te lo debía –respondí –. Es cierto, me ayudaste en su momento y es mi única forma de pagarte, no tengo más que darte, no tengo nada y ya
