Andrés duro más de la cuenta en la mansión, creo que tomo unos días de descanso al ver que no mejoraba de mi recaída. Los mareos incesantes y mis desmayos lo pusieron alerta.
-Ya salieron los exámenes Lucero, pero no me dejan ver aun la causa de tu sintomatología, lo mejor será realizarte otros tantos.
- ¿Más sangre? -resople haciendo un mohín
Tomo mis labios entre su mano y los apretó uniéndolos, me atreví a pensar que quería darme un beso, y me vi nuevamente cerrando los ojos.
-¡Uy! Pero estas como antojadiza.
Abrí rápidamente los ojos y lo vi con la sonrisa más grande que me ha ofrecido, se divertía con mis inocentadas, y yo empezaba a amar hacerlo feliz.
Descansaba recostada en mi cama, llevaba tiempo sin salir de la habitación y esta calma me estaba matando, jamás desde que mama murió he tenido descanso, pase de ser la niña consentida de mi madre a ser la esclava personal de Margarita y el engendro de su hija, mi amor eterno jamás se opuso a los mandatos de la bruja.
Estoy pensando en hablar con Andrés, claramente está exagerando con sus cuidados y yo no lo soporto más, jamás he estado acostumbrada a tales atenciones y me siento totalmente inútil.
Camine despacio hasta su habitación, para no despertar mis náuseas y sosteniéndome de a tantos al comenzar a sentir mareos, no le voy a demostrar que aún me siento mal, es más voy a decirle que quiero ir al centro comercial, María cumple años en unos días y su obsequio será mi boleto de salida de la cárcel de cristal.
Toque dos veces la puerta y me retire un poco para esperar que abriera, nada; me acerque nuevamente y golpee más fuerte, esperaba atenta, nada; comprobé si alguna luz estaba encendida mirando debajo de la puerta, nada.
-Ha de estar en el despacho- me sugerí.
Dispuesta a caminar nuevamente me detuve por un leve sonido en la habitación, como de un cristal rompiéndose, tomé el pomo de la puerta y sin temor a su reacción abrí y entre sin más, arrepintiéndome instantáneamente de mis impulsos de adolescente y mi faltan de cordura.
Sobre la cama y de una posición muy profesional, yacía una joven como la del otro día en el carro de Andrés y sobre ella estaba él desnudo y erecto, y ahora los dos me miraban mientras deseaba con fuerzas poder correr, en lugar de esto cuando decidí tomar marcha vino a mí el mareo recurrente y me tumbo al suelo cual doncella en apuros mientras me sentía más inútil que en cama y mi corazón dolía justo en el orgullo. Traté de levantarme y solo conseguí girar para darle la espalda a la escena porno que se desarrollaba frente a mí, y sin pensarlo mis ojos comenzaron a llover nuevamente y como solo aquí o solo él lo habrían provocado.
Oía al fondo los murmullos de Andrés y su señorita mientras se movían por la habitación buscando lo que supongo era la ropa que les faltaba, sentí pasos cerca de mí y luego oí como cerraban la puerta, perfecto así no tendría que excusarme, llegare a gatas hasta mi dormitorio, ya allí sería más fácil levantarme con la ayuda de mi cama, me disponía a moverme cuando unas manos sujetaron mi cuerpo levantándome con una facilidad exquisita y acunándome cual niña pequeña, sentí invadirme por un sueño mientras mi última imagen eran sus hermosos cielos.
Trato de moverme, pero me siento dormida, mi cuerpo no reacciona mucho a mis órdenes, abro de a poco los ojos y de inmediato me siento aturdida, un televisor encendido es lo primero que enfoco, me duele la cabeza en un intento por recordar.
- ¿Niña? Bendito sea el cielo despertó- reconocí su voz al instante, pero mis palabras no fluyen y solo puedo mirarla.
-Voy a llamar al doctor niña, espéreme aquí despiertica, no se duerma.
María emprende hacia la puerta y me dirige otra mirada amorosa.
-Por favor no se duerma más niña.
Sus palabras me descolocan un poco y empiezo a orientarme.
Al poco tiempo ingresa mi enfermera de la mansión, un doctor, Andrés y María de último, Andrés se adelanta a todos y toma mi mano mientras besa mi frente.
- ¿Mujer, me recuerdas? ¿puedes hablarme? ¿sabes dónde estás?
-Andrés sabes que esto es lento y aún no sabemos el daño que pueda haber, no la presiones.
Le reprende el doctor, quien se ve un poco mayor que Andrés, él lo mira y siento que se resiste para responder imponente, me mira y me sonríe, creo que eso si puedo hacerlo y trato de sonreírle de vuelta, sus ojos se encienden, esos cielos que me alteran ahora tienen brillo y al parecer mi mueca de sonrisa lo produjo.
-Mujer, tomate tu tiempo y no te preocupes, empezaremos a hacerte pruebas para evaluar daños, todo será muy lento, sin embargo, el que hayas despertado es un avance.
¿Qué haya despertado? ¿Es que cuánto dormí?
De repente me siento mareada y lo miro fijamente, quiero dormirme con su rostro en mi mente.