“Este capítulo en honor a la hermosa Luvily moran, gracias por leerme y acompañarme en este proceso”. Espero impaciente la llegada del gruñón, finalmente optamos por vernos en su consultorio ya que, según él, es más cómodo para hablar, yo no diría precisamente que hablar sea cómodo en el consultorio de un cirujano plástico sabrá el Dios que ahora idolatra, que cosas se cocinan en esos escritorios. En fin, él optó por arriesgarse a mi monumental escándalo. La sala de espera del lugar es verdaderamente grande y lujosa, una fuente adorna una esquina del salón y se distribuyen sillas perfectamente alineadas, comienzo a pensar que el gruñón pone a sus secretarías metro en mano a acomodar las filas. Sonrió ante mi imaginativo cuadro. Diez minutos luego de la hora acordada no hay señales d