¿A ella no le importo?

1073 Words
Dalton observaba a la criatura dormir plácidamente. La detallo a la perfección, al final resulto que era una nena. Ya entendía porque tanto color femenino. Pero eso no era lo importante en ese momento sino lo que decía en la m@ldita carta. Este volvió a leer el papel. “Hola Dalton, lamento darte esta noticia de esta manera pero la verdad es que no encontré otra forma de hacerlo. Lamento haberte embaucado para robarte todo aquel día, no fue mi intensión pero mi marido me obligo hacerlo. Es una persona tan cruel que me hubiera matado como si me hubiera negado. No sé cómo decirte esto, pero esa niña que vez allí es hija tuya, desde nuestro encuentro me quede embarazada. Créeme es tuya, el cerdo que tenía como marido no me toco más después que estuve contigo. Tuve que huir de él cuando me entere del embarazo. Yo no puedo cuidar de esa niña, espero que tu si puedas hacerlo y darle una buena vida. Lo siento mucho por dejártela, pero no pude dejarla en una casa de acogida. Lo siento.” —¡Mierda! Como si decir lo siento solucionas todo. ¡Qué estúpida mujer! —exclama en voz alta que Sami levanta las orejas al escucharlo casi gritar. Y a raíz de eso la pequeña niña se despierta comenzando a gimotear. Dalton se pone en alerta porque no tenía idea de que carajos debía hacer. Esa niña no era como los terneros a los que estaba acostumbrado a tratar, era tan delicada y pequeña. El enorme vaquero hizo lo primero que se le paso por la mente, comenzó a sisearle a la niña mientras mecía un poco la canasta. Parecía que había funcionado porque la pequeña comenzaba a cerrar los ojos, hasta volver a quedarse dormida. Éste respiro de alivio, de momento no tendría que lidiar con ella. Tenía más tiempo para pensar que hacer. Al final de la nota la mujer agrego que la pequeña se llamaba Daria, el vaquero observo las mejillas rosadas de la pequeña. —Tienes cara de Daria, pero ¿Qué voy hacer contigo pequeñita? Yo no sé nada sobre bebes. Se rasco la nuca, creyó que lo más sensato era llevar a la niña a las autoridades. Porque si esa pequeña era robada, existían muchas posibilidades y lo que menos quería era meterse en problemas. Pero por otro lado, si de verdad era hija suya la niña podría pasar a un lugar de acogida y eso le sentaría fatal. Por más que sea existía la posibilidad de que si fuera suya. El vaquero se desplomo en la silla. —Joder, ¿Por qué estas mIerdas me pasan a mí? Miro atreves de la ventana divisando a lo lejos la casa de esa mujer. Fue como un si un bombillo se encendiera en su cabeza, ya era tarde y no sabía si esa niña había comido. Tampoco sabía desde cuando llevaba en su puerta. Es más un coyote o zorro bien pudieron entrar en su territorio y llevársela. Al parecer el ángel de la guardia estaba de lado de la pequeña. Su vecina era mujer, debía conocer lo básico para atender a un niño. Al menos hasta el día siguiente que el pudiera llevarla al pueblo al menos para que un médico la revisara o quizás poner la denuncia… el vaquero decidido tomo la canasta, cubrió un poco el cuerpo de la Daria encaminándose hasta la casa de su vecina en compañía de Sami. […] Gayla preparaba una cena sencilla mientras tomaba una copa de vino, pero de la nada unos leves golpes en la puerta llamo su atención. Estaba en medio de la nada, nadie la iría a visitar a Texas y menos a esas horas de la noche. La única persona que podía hacerlo era una sola, y de solo pensarlo los vellos de su cuerpo se erizaron. ¿Podría ser él? La chica mordió sus labios caminando hacia la puerta. Atreves de la tela metálica noto la silueta de aquel sujeto, llevaba sombrero. Dalton estaba más que nervioso cuando toco la puerta de su vecina, no sabía cómo la chica se tomaría su aspecto físico pero necesitaba con urgencia ayuda de una mujer. Al menos que pudiera revisar a la pequeña, alimentarla y muy posiblemente cambiarla. Éste diviso la silueta de ella y sintió la necesidad de salir corriendo de aquella casa, pero era imperioso atender a Daria. La castaña abrió la puerta encontrándose con un par de ojos azules tan llamativos y cautivadores. Pero también algo más, aquel hombre tenía cicatrices en la cara, aquellas abarcaban su cuello y parte de su mentón se preguntó que le había pasado. Parecía que había sido un accidente muy grave, Gayla suavizo la mirada. Fuera de esas marcas, aquel vaquero era impresionantemente atractivo, sus rasgos fuertes y la piel quemada lo hacía ver muy llamativo. Y como ya había visto el resto de su cuerpo, pues la verdad es que sí que valía la pena echarle el ojo a ese vaquero… pero no, negó mentalmente, él era un pesado grosero. Ademas, ¿Qué carajos hacía en su casa? Se preguntó nuevamente enojada. Ya que él tuvo la indecencia de echarla de su casa de la forma más odiosa posible, ella haría lo mismo. —¿Y usted que está haciendo en mi casa? —La castaña se cruza de brazos. Esa reacción sí que sorprendió a Dalton. La verdad es que no se esperaba que ella le respondiera así, por lo general siempre recibía de las mujeres una mala cara bien sea de asco o desprecio. Ella simplemente lo fulmino con la mirada, como… si solo estuviera irritada. —Hola. —Le dice éste confundido. —No creo haberlo invitado a pasar a mi propiedad, ha irrumpido en mis dominios sin mi consentimiento. Puedo hacer lo que me dé la gana ya que no usted… —pero la castaña detiene sus palabras al darse cuenta de lo que el enorme vaquero llevaba en sus manos. —¿Un bebé? —Pregunta en voz alta. —Lo siento. Pero es que no sé qué hacer con ella. — Suelta el de la nada. Gayla frunció el ceño al ver a esa niña metida en aquella canasta. Luego al vaquero que la miraba como expectante. ¿Qué se supone era lo que quería de ella? ¿y porque diablos llevo a esa niña hasta su casa?
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