En eso un gruñido saca de las cavilaciones a la castaña, en cuanto ésta baja la mirada se da cuenta que un perro mostraba sus filosos dientes mientras camina hacia ella lentamente. Gayla comenzó a retroceder un poco ante la posible mordida que iba a recibir. Eso se lo llevaba por ser una fisgona pervertida.
—Sami, basta— La voz de un hombre hizo que la castaña levantara la vista.
El hombre desnudo se había dado la vuelta y ahora ella podía observar el otro lado de la moneda. ¡Mierda! Hubiera sido mejor no haber visto nada pensó ésta. A pesar de la oscuridad y no poder ver el rostro del sujeto, la anatomía del hombre sí que era muy evidente.
—¿Quién es usted? ¿Acaso se ha perdido? —Pregunta con voz gruesa y peligrosa.
—Yo… —ella llevo la mirada al perro que aun la amenazaba. Creyó que si daba un paso terminaría por morderla. —¡Lo siento!— Dice apenada.
—¿Acaso no vio el letrero de prohibido el paso? Esto es propiedad privada, ha irrumpido en mis terrenos. Puedo tomar medidas yo mismo.
—No, no —Dice ella levantado la mirada de nuevo, trago saliva ¿Por qué rayos no se cubría el cuerpo? Pensó. —Es que yo, bueno el señor Harker me dijo que en este rancho no vivía nadie y yo… bueno he visto un caballo, solo quise asegurarme de que no estuviera equivocado —Baja la mirada.
— Pues dígale al señor Harker que está muy equivocado, éste rancho es mío. Y si no le importa le voy a pedir que se marche y no vuelva a pisar mis terrenos.
La castaña frunció el ceño, entendía que había entrado sin permiso. También que estaba husmeando… pero tampoco era para que la tratase de esa manera. Ese hombre era un grosero, nada que ver con ser un buen vecino.
—Disculpe si le he molestado, no fue mi intensión yo soy la chica que vive en el rancho contiguo me llamo…
—No me interesa como se llame —La interrumpe de mala gana. —Le he pedido que se marche, ¿o prefiere seguir viendo como me baño?— Pregunto con sarcasmo.
—¡Es un idiota!— Responde dándose la vuelta enfurecida.
Quería ser buena vecina, ya que a kilómetros no había más ranchos. Solo ellos estaban muy cerca, y ella acepto quedarse en esa casa porque el señor Harker le aseguro que allí no vivía nadie. Pero estaba muy equivocado, al contrario de eso allí residía un completo idiota el cual ni siquiera había podido verle la cara. Caminaba por la tierra arenosa en dirección a las luces de su casa, menos mal las tenía encendidas porque del resto no hubiera podido ver nada. Ya todo estaba muy oscuro, y como no, si estaban en el desierto mismo. Miro hacia atrás, pudiendo notar como aquel hombre ingresaba a su casa.
—¡Cretino! —Bufa pateando una roca. —Una tratando de ser amable, y la gente que te trata como mIerda. Espero no tener que volver a ver ese patán nunca más.
[…]
Dalton entraba en su casa hecho una furia. Nunca había tenido problemas en su casa con visitas inesperadas. Incluso jamás había llevado a un mujer al rancho, por esa razón se había mudado a Texas. Se compró ese rancho hace dos años y vivía feliz inmerso en su soledad. No necesitaba la compañía de nadie que solo te tuviera compasión.
El vaquero se tumbó en la cama, llevo una mano a su cuello subiendo hasta la parte de su mentón… las cicatrices jamás se borrarían, le recordaban día a día que el mundo era una porquería. Las personas eran crueles. Cerró los ojos un momento recordando esos momentos incómodos y amargos para él. Las personas te discriminan o te tienen lastima solo porque estas marcado de por vida, el hecho de que tuviera cicatrices en el cuerpo no quería decir que fuera diferente al resto del mundo.
Pero la vida era cruel, y por las malas aprendió que la gente era mala. Después de aquel terrible accidente que sufrió cuando era joven que lo dejo marcado para siempre se internó en su casa. Sus padres le daban apoyo, pero sabía que sufrían por qué no quería abandonar la casa después de sufrir el incidente. Las paredes de su habitación se volvieron su refugio, y por más que su familia le insistía en que saliera no quería hacerlo. Pocas veces les había hecho caso a sus padres y el resultado había sido catastrófico. Las personas lo repudiaron por su aspecto, algo que lo puso muy mal. No soportaba el rechazo de las personas.
Por esa razón abandono su hogar, alejándose de todos. Durante años, vago de ciudad en ciudad, con los años fortaleció un poco su temor. Sin embargo prefería estar solo que con alguien que solo le tuviera lastima. Si, conoció algunas mujeres con las que estuvo… desde luego tuvo que pagar para sentir calor de algunas de ellas. Ya que ninguna mujer deseo permanecer con él. El aspecto físico parecía ser bastante importante en el mundo, así que nunca tuvo el placer de hacerle el amor a una mujer. Solo follaban y eso era todo. No se quejaba porque bien que lo disfrutaba, pero a veces se preguntaba que se sentiría ser querido por una mujer.
—¡Es una estupidez! ¿Qué mujer querría estar conmigo? —Masculla molesto.
Vagamente recordó la última vez que estuvo con una hace unos meses atrás… le toco ir al pueblo a por provisiones y unos repuestos para y termino metido con una mujer. No solía hacer eso, ya que no permanecía mucho en el pueblo, pero ese día al tomarse algunos tragos luego verse ser el centro de atención de todo opto por largarse. Pero esa mujer de largas piernas se metió en su camino, no supo porque lo busco pero el pedía a gritos estar con una mujer.
Después de haberse quedado dormido por algunas horas, al despertar entendió porque ella quería liarse con él. La muy m@ldita le había robado todo el dinero de la cartera, y de paso la mercancía que llevaba en el jeep le fue desvalijada. Se sintió frustrado e idiota. Una mujer con tal de conseguir lo que sea era capaz de abrirle las piernas a un hombre como él.