No quiero una vida así, una en la que tengo que sonreír y besar la mejilla de hombres que no me interesan, pero sé que si no lo hago no podré llevar mi plan a cabo, sacar a mi madre de ese hospital sana y libre de cancer, a una enorme casa solo para ella. De pie en la puerta trasera del bar, intenta pensar en cualquier otra manera de librarse de esa despedida de solteros a la que Román planea obligarla a ir. Debe esperar que alguien abra la puerta, y que su tarjeta de entrada la dejó en su auto, y no le da tiempo de ir por ella. –¿Te sientes bien? –pregunta Lana tocando su hombro con suavidad. Da un brinco aún pese al toque sutil de su compañera del trabajo, pero enseguida cambia su expresión a soberbia. –Yo... –Deja de hacer eso. –hurga en su bolso. –Sé que crees no merecer amigas

