CAPÍTULO SIETE

2744 Words
Al día siguiente después de la escuela... Narrado en primera persona: AQUEL EXTRAÑO... Hoy fue el peor día de la historia. Admitía que como nunca me he sobre esforzado en no matar a ese hijo de puta de Patrick ¡Por favor! Tenía a más de veinte mujeres a su alrededor y siempre tenía que andar con Samara y ese bicho molesto de Liz. En el salón tan rápido como tocó el timbre se reunieron como abejas en un panal y salieron sin piedad dejándome en un rincón de todos. Otro profesor que me sacaba de mis casillas era el de matemática, quien hizo quedarme a resolver un ejercicio, el cual, no presté atención porque estuve durmiendo durante la clase. Tenía por hecho el haber dominado los números, en la universidad ocupé el primer lugar en la materia, pero la causa de mi agotamiento era que no dormí en toda la noche por vigilar a mi doncella respirando plácidamente en su cama. Un suceso que, a pesar de las consecuencias como no seguirla en el almuerzo y quedarme con ese vejete, valió la pena. Apartando todo lo anterior, debía alistarme para esta noche. Debía planear con exacta perfección este deseable plan y no dejar cabos sueltos. ¡Ha! ¿Pero qué estoy diciendo? Yo jamás he fallado uno, de lo contrario, no estaría aquí fingiendo ser un alumno cuando en realidad soy el jefe de una de las empresas más reconocidas de este país y en otros. —Todo por esa chica... ¡Todo por esa mujer! Todo... por ti, Samara —susurré, golpeando con mis manos el escritorio, lo que hizo dar un minúsculo y rápido brinco a los objetos que tenía encima, entre ellos mi lámpara de estudio, mis cuadernos y mi lapicero. —Ridículo, yo ni necesito esto —arrastré con cólera las cosas hacia el suelo. Seguí enfocando mis pensamientos en el plan. Pasaré a ser un chico inocente en busca de diversión a un...  Acosador. Esta noche sabrás quién soy mi Sam, quién ha sido el dueño de todas esas cartas que recibiste y sabrás el rostro que te ha estado observando estos días. Verte dormir y despertar, verte sonreír y ser el culpable de tus nervios al caminar, no sabes lo triunfante que me sentí cuando fui el principio de tu miedo y el nacer de tus pesadillas. O las que muy pronto tendrás. ¡Mierda! ¡Me estás matando! ¡Quiero verte sufrir, pero también que estés feliz a mi lado! ¡Ahhhh! No sabes cuánto deseo tenerte en mis manos, sentir tu cuerpo con el mío, ver que estás dispuesta a mis oscuras intenciones y arriesgarte a tener una nueva vida conmigo. ¿Por qué arriesgarte? Sencillo, porque no eres y no serás una chica fácil, será complicado convencerte de que somos el uno para el otro, te tomará tiempo, pero estoy dispuesto a esperar una eternidad para que me aceptes, o, ayudarte a que lo hagas. Serás mía, Samara... ¡Solo mía! El atardecer dio a luz su resplandor fucsia con líneas amarillas iluminando la habitación entera, una mezcla perfecta para aliviar lo que estaba a punto de suceder. «Espero que cumpla su misma función un piso más arriba y la haga brillar más que nunca». Hablé inconscientemente. Me dirigí a mi armario y visualicé la ropa que tendría que llevar esta noche. Reí por lo bajo y negué con la cabeza, ver mi ropa negra en cantidad ya estaba siendo habitual. Antes vestía de conjuntos neutros, un color oscuro con otro claro, o simplemente ropa urbana: una polera azul y un vaquero n***o. Pero esta chica me está transformando. Por ella debía ocultarme como un vago, según la sociedad. Por ella debía fingir ser alguien que no soy. ¡Por ella debía dejar mi poder a un lado, maldición! Lo que nadie tenía en cuenta era que vestía de n***o porque me brindaba seguridad, porque me protegía de la gente del exterior y me hacía sentir superior, ocultaba mis sentimientos y emociones, algo que requería demasiado. Y, por último, percibía el poder y control de todo, sentir que podía intimidar a quien yo quisiera y cuando quisiera. Sostuve un polo n***o talla grande, una casaca de cuero con algunos diseños punk, sin exagerar; un pantalón n***o con un mediano rasguño en la rodilla izquierda y mis botines negras. Luego, las lancé a la cama y me adentré al baño para ducharme. Debía estar presentable. Una vez terminé mi aseo cogí una toalla y la enrollé alrededor de mis caderas. Varias gotas de agua se deslizaban por mi torso compitiendo por quien llegaba primero al borde de la tela gruesa. Salí del baño y el sol ocultarse llamó mi atención haciéndome perder entre la hermosa pintura del cielo. Estaba a pocas horas de mi cometido. De verdad iba a hacer algo así por una mujer. Estaba loco y lo admitía, pero nadie pide tener una locura sin señalar a un culpable. Demasiadas escenas de cómo actuar cuando fuera la hora se presentaron como golpes en mi cabeza, una era mejor que la anterior, aunque, debía estar muy atento, ya que no quería lidiar con curar heridas mientras podría estar haciendo mil de cosas más.  Parpadeé y me concentré en cambiarme. Ya listo, aproveché en fijarme al espejo y lo que estaba viendo era tremendamente diferente, cualquiera que me viese pensaría que era una especie de "rockero" con una banda propia, que le gustaba fumar, beber y tener sexo con varias rameras. Se equivocaban, mis intenciones eran distintas. Como siempre he dicho, nunca se debe juzgar a las personas sin conocerlas. Terminando mi inspección corporal, fui acomodando la ropa que me quité anteriormente, doblé una por una y la trasladé hasta el cajón mediano. Cuando quise regresar al la cama para ocultar las zapatillas debajo de ella las risas de varias personas llamaron mi atención, así que me fui acercando, me asomé por la ventana y lo que vi no era de esperarse. Patrick y Samara estaban entrando al edificio juntos. ¡¡JUNTOS!! ¡¿Qué carajos?! ¿Él que hacía aquí? Más aún, ¿qué hacía entrando con ella? No quería mancharme las manos, pero no me dejaba otra opción. «Oye ¡Espera! Recuerda que si dejas pistas de sangre no podrás cumplir con tu objetivo durante unos buenos años de cárcel». Una sabia voz en mi cabeza me aconsejó que me retractara de la próxima acción que sin remordimiento iba a cometer. Ok lo haré, me respondí a mí mismo. Salí rápidamente de mi pieza muy furioso y  atravesé el pasillo hasta estar a la altura de las escaleras haciéndome pasar como un vecino más sujetando el móvil en mi oreja fingiendo esperar a alguien. Pasaron segundos de espera hasta que por fin los vi. Los recorrí con la mirada, caminaron delante mío sin darse cuenta de mi verdadera presencia. Clavé el celular en mi casaca de cuero y con mucho sigilo fui tras ellos. Al llegar, me detuve para no ser visto y me encargué de sacar mis propias conclusiones al presenciar a Samara despidiéndose de ese tipo diciéndole que la esperará lista para más tarde. Este le recibió el beso y retrocedió dos pasos, asimismo dando media vuelta para retirarse. El impulso por querer bajar y ocultarme no se hicieron esperar, pero me contuve al ver que exactamente ese castaño no venía a mi dirección, si no que iba hacia la otra escalera de al frente y comenzaba a subir. —Con que este mocoso vive en el mismo edificio... Qué coincidencia, ahora podré encargarme a dos pájaros de un solo tiro —hablé por lo bajo. Esta idea va a resultar mejor de lo que esperaba. — Hoy será tu noche —mencioné sin quitarle los ojos de encima a ese tipo que estuvo a punto de darme un infarto y de convertirme en un asesino—. Vamos, disfrútala, pasa todo el tiempo que quieras con ella, pues será lo último que verás en esta noche. Faltaban horas para la gran reunión. Ahora debía concentrarme en salir, comprar algunos objetos y preparar todo para la gran bienvenida. Ojalá sea de su agrado... Al día siguiente después de la escuela... Narrado en primera persona: AQUEL EXTRAÑO... Hoy fue el peor día de la historia. Admitía que como nunca me he sobre esforzado en no matar a ese hijo de puta de Patrick ¡Por favor! Tenía a más de veinte mujeres a su alrededor y siempre tenía que andar con Samara y ese bicho molesto de Liz. En el salón tan rápido como tocó el timbre se reunieron como abejas en un panal y salieron sin piedad dejándome en un rincón de todos. Otro profesor que me sacaba de mis casillas era el de matemática, quien hizo quedarme a resolver un ejercicio, el cual, no presté atención porque estuve durmiendo durante la clase. Tenía por hecho el haber dominado los números, en la universidad ocupé el primer lugar en la materia, pero la causa de mi agotamiento era que no dormí en toda la noche por vigilar a mi doncella respirando plácidamente en su cama. Un suceso que, a pesar de las consecuencias como no seguirla en el almuerzo y quedarme con ese vejete, valió la pena. Apartando todo lo anterior, debía alistarme para esta noche. Debía planear con exacta perfección este deseable plan y no dejar cabos sueltos. ¡Ha! ¿Pero qué estoy diciendo? Yo jamás he fallado uno, de lo contrario, no estaría aquí fingiendo ser un alumno cuando en realidad soy el jefe de una de las empresas más reconocidas de este país y en otros. —Todo por esa chica... ¡Todo por esa mujer! Todo... por ti, Samara —susurré, golpeando con mis manos el escritorio, lo que hizo dar un minúsculo y rápido brinco a los objetos que tenía encima, entre ellos mi lámpara de estudio, mis cuadernos y mi lapicero. —Ridículo, yo ni necesito esto —arrastré con cólera las cosas hacia el suelo. Seguí enfocando mis pensamientos en el plan. Pasaré a ser un chico inocente en busca de diversión a un...  Acosador. Esta noche sabrás quién soy mi Sam, quién ha sido el dueño de todas esas cartas que recibiste y sabrás el rostro que te ha estado observando estos días. Verte dormir y despertar, verte sonreír y ser el culpable de tus nervios al caminar, no sabes lo triunfante que me sentí cuando fui el principio de tu miedo y el nacer de tus pesadillas. O las que muy pronto tendrás. ¡Mierda! ¡Me estás matando! ¡Quiero verte sufrir, pero también que estés feliz a mi lado! ¡Ahhhh! No sabes cuánto deseo tenerte en mis manos, sentir tu cuerpo con el mío, ver que estás dispuesta a mis oscuras intenciones y arriesgarte a tener una nueva vida conmigo. ¿Por qué arriesgarte? Sencillo, porque no eres y no serás una chica fácil, será complicado convencerte de que somos el uno para el otro, te tomará tiempo, pero estoy dispuesto a esperar una eternidad para que me aceptes, o, ayudarte a que lo hagas. Serás mía, Samara... ¡Solo mía! El atardecer dio a luz su resplandor fucsia con líneas amarillas iluminando la habitación entera, una mezcla perfecta para aliviar lo que estaba a punto de suceder. «Espero que cumpla su misma función un piso más arriba y la haga brillar más que nunca». Hablé inconscientemente. Me dirigí a mi armario y visualicé la ropa que tendría que llevar esta noche. Reí por lo bajo y negué con la cabeza, ver mi ropa negra en cantidad ya estaba siendo habitual. Antes vestía de conjuntos neutros, un color oscuro con otro claro, o simplemente ropa urbana: una polera azul y un vaquero n***o. Pero esta chica me está transformando. Por ella debía ocultarme como un vago, según la sociedad. Por ella debía fingir ser alguien que no soy. ¡Por ella debía dejar mi poder a un lado, maldición! Lo que nadie tenía en cuenta era que vestía de n***o porque me brindaba seguridad, porque me protegía de la gente del exterior y me hacía sentir superior, ocultaba mis sentimientos y emociones, algo que requería demasiado. Y, por último, percibía el poder y control de todo, sentir que podía intimidar a quien yo quisiera y cuando quisiera. Sostuve un polo n***o talla grande, una casaca de cuero con algunos diseños punk, sin exagerar; un pantalón n***o con un mediano rasguño en la rodilla izquierda y mis botines negras. Luego, las lancé a la cama y me adentré al baño para ducharme. Debía estar presentable. Una vez terminé mi aseo cogí una toalla y la enrollé alrededor de mis caderas. Varias gotas de agua se deslizaban por mi torso compitiendo por quien llegaba primero al borde de la tela gruesa. Salí del baño y el sol ocultarse llamó mi atención haciéndome perder entre la hermosa pintura del cielo. Estaba a pocas horas de mi cometido. De verdad iba a hacer algo así por una mujer. Estaba loco y lo admitía, pero nadie pide tener una locura sin señalar a un culpable. Demasiadas escenas de cómo actuar cuando fuera la hora se presentaron como golpes en mi cabeza, una era mejor que la anterior, aunque, debía estar muy atento, ya que no quería lidiar con curar heridas mientras podría estar haciendo mil de cosas más.  Parpadeé y me concentré en cambiarme. Ya listo, aproveché en fijarme al espejo y lo que estaba viendo era tremendamente diferente, cualquiera que me viese pensaría que era una especie de "rockero" con una banda propia, que le gustaba fumar, beber y tener sexo con varias rameras. Se equivocaban, mis intenciones eran distintas. Como siempre he dicho, nunca se debe juzgar a las personas sin conocerlas. Terminando mi inspección corporal, fui acomodando la ropa que me quité anteriormente, doblé una por una y la trasladé hasta el cajón mediano. Cuando quise regresar al la cama para ocultar las zapatillas debajo de ella las risas de varias personas llamaron mi atención, así que me fui acercando, me asomé por la ventana y lo que vi no era de esperarse. Patrick y Samara estaban entrando al edificio juntos. ¡¡JUNTOS!! ¡¿Qué carajos?! ¿Él que hacía aquí? Más aún, ¿qué hacía entrando con ella? No quería mancharme las manos, pero no me dejaba otra opción. «Oye ¡Espera! Recuerda que si dejas pistas de sangre no podrás cumplir con tu objetivo durante unos buenos años de cárcel». Una sabia voz en mi cabeza me aconsejó que me retractara de la próxima acción que sin remordimiento iba a cometer. Ok lo haré, me respondí a mí mismo. Salí rápidamente de mi pieza muy furioso y  atravesé el pasillo hasta estar a la altura de las escaleras haciéndome pasar como un vecino más sujetando el móvil en mi oreja fingiendo esperar a alguien. Pasaron segundos de espera hasta que por fin los vi. Los recorrí con la mirada, caminaron delante mío sin darse cuenta de mi verdadera presencia. Clavé el celular en mi casaca de cuero y con mucho sigilo fui tras ellos. Al llegar, me detuve para no ser visto y me encargué de sacar mis propias conclusiones al presenciar a Samara despidiéndose de ese tipo diciéndole que la esperará lista para más tarde. Este le recibió el beso y retrocedió dos pasos, asimismo dando media vuelta para retirarse. El impulso por querer bajar y ocultarme no se hicieron esperar, pero me contuve al ver que exactamente ese castaño no venía a mi dirección, si no que iba hacia la otra escalera de al frente y comenzaba a subir. —Con que este mocoso vive en el mismo edificio... Qué coincidencia, ahora podré encargarme a dos pájaros de un solo tiro —hablé por lo bajo. Esta idea va a resultar mejor de lo que esperaba. — Hoy será tu noche —mencioné sin quitarle los ojos de encima a ese tipo que estuvo a punto de darme un infarto y de convertirme en un asesino—. Vamos, disfrútala, pasa todo el tiempo que quieras con ella, pues será lo último que verás en esta noche. Faltaban horas para la gran reunión. Ahora debía concentrarme en salir, comprar algunos objetos y preparar todo para la gran bienvenida. Ojalá sea de su agrado...
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