Con cada paso que doy fuera del hospital, mi pecho se aprieta de angustia. Ver a mi padre aún en la camilla, rodeado de tubos y máquinas después de todo este tiempo no hace más que preocuparme. Extraño ver sus ojos, la manera en la que pasa sus manos por su cabello cuando está estresado o simplemente su manera de caminar. Tan impresionante como siempre lo fue, aquel hombre tendrá que vivir con un obstáculo en su vida y que sé con certeza que lo va a superar. Es fuerte, mucho más de lo que creía, y verlo rendirse ante algo que se propone no es propio de William. Levanto mi mano para hacerle señas a un taxi que se aproxima, mientras que me cubro bien con mi campera. El sol radiante, típico del mediodía brilla en lo alto del cielo, mientras que el viento sopla con fuerza a mi alrededor y ha

