Tengo la sensación de que me estoy ahogando. Hace calor, un calor que no se puede soportar. Mi cuerpo no puede moverse por más que haga fuertes intentos, solo logro respirar con dificultad mientras mi cabeza, aún sumida en un profundo sueño, comienza a revivir mi pasado como si fuese una vieja película de terror.
Recuerdo las manos de todos sobre mí, mi piel arde con terror y confusión. Furia. Enojo. Todo tipo de emociones que no sabría describir. Entro en pánico con rapidez y me siento sacudir, pero no reacciono ni doy señales de despertar. El pasado atormenta mi cerebro con imágenes asquerosas que no quiero recordar. Las caras de los tres hombres frente a mí, que quieren paralizarme sobre mi cama, los gritos de ayuda que salían de mi garganta con pánico resuenan en mi cabeza y me hacen estremecer. Sé que solo estoy soñando, un sueño tan realista que llega a asustar mucho más, pero no puedo despertar, por más que quiera abrir los ojos y alejarme de este sufrimiento vivido hace casi dos años, no puedo hacerlo.
De un segundo para el otro, ya no soy la Natalie que lo vive en carne propia, sino que soy un… espectador más, viendo todo desde otro ángulo.
Había una expresión de terror en mi cara, la recuerdo muy bien. Pensaba que era un chiste de mal gusto, pero luego de pelear, o de intentarlo, con ellos, los golpes que vinieron después no eran pertenecientes a un chiste o sueño. Eran duros, fuertes, las manos de todos estaban sobre mí sin pudor, me tocaban, se aprovechaban de que no podía defenderme, me pegaban, me hacían sufrir algo que nunca creí.
Pero intenté ser fuerte. En este sueño no soy la que lo vive, pero siento el dolor que una vez sentí. Puedo verme en esa situación de alguna manera, pero ninguno de los tres hombres se percata de mi presencia. No sé si es porque no me notan o porque soy invisible. Sin embargo, me acerco un poco más para seguir mirando la escena frente a mí, por más que no quiera revivirlo. No puedo alejarme ni dejar de mirar.
Mi ropa ya ha sido rasgada, y las últimas prendas que me quedan son la remera de pijama y las bragas. No hay casi nada de luz en la habitación, a excepción de la única lámpara prendida sobre mi mesa de noche, la cual es la única que me ayudó en ese momento a reconocer a dos de las siluetas de las tres que estaban junto a mi cara cuando estaba dormida en mi cama.
El cuerpo frente al mío, en esta pesadilla, casi desnudo, comienza a temblar mientras se escuchan más y más gritos. Los tres tipos no tienen intenciones de soltar mi cuerpo o de parar de tocarlo y de pegarle. Lastiman mi abdomen, mi rostro, tiran de mi cabello y me dan puñetazos cuando me defiendo rasguñando la primera parte que encuentro de sus cuerpos.
Desde mi posición, veo mi cuerpo que es torturado, y todo lo que doy por defenderme y no dejar que sigan con su diversión. No tengo tiempo de sentirme raramente orgullosa, porque de repente, uno de los tres tipos comienza a desabrocharse el cinturón que sostiene sus pantalones. Es un hombre bajo, con un poco de barriga y de unos 50 años, más o menos. Me aterro mucho más. Es el hombre que no logré reconocer, el único que no pude identificar de los tres que estaban en la habitación.
Cuando ya sus pantalones están bajos y su cinturón se mantiene en su mano, decido hacer lo que menos debería hacer; «mi otra yo» golpea su parte íntima ni bien se acerca lo suficiente y sigue dando patadas a todos lados para que no se acerque. Pero el hombre no se queda parado sin hacer nada y lleva a cabo algo mucho peor. Toma de nuevo el cinturón, el cual se le había caído cuando lo «pateé», y comienza a golpearme por todos lados. Los otros dos me retienen y aprecian con los ojos bien abiertos cómo voy teniendo cada vez menos fuerzas. Pido a gritos ayuda, pero la casa es tan grande que de seguro nadie escuchará. En realidad, no hay nadie, por lo que mi futuro de seguro terminaría aquí, sola y sin compañía. No resistiré al sufrimiento que me hacen experimentar.
Mi cuerpo en esta pesadilla comienza a sangrar, los cortes causados por el grueso cinturón se hacen menos visibles cuando la sangre me cubre por completo. Son tantos tajos que no pueden contarse ni con las dos manos. Me siento desfallecer por unos segundos, por más que solo lo vea todo desde lejos, también lo siento como si lo viviese de nuevo, pero luego reacciono y no sé con qué fuerza vuelvo a patear a mi agresor y lo dejo en el piso con un dolor de huevos.
Los dos individuos hacen el intento de sostenerme con más fuerza, pero logro zafar mi mano de uno de sus agarres para tomar algún objeto cercano a mí y golpear al tipo que más próximo tengo de ese lado.
Lo golpeo con fuerza, temblorosa y rudamente sin pudor; no lo pienso dos veces. Aquello causa que caiga hacia atrás con las manos apretados con fuerza sobre la cabeza.
Mi cuerpo casi fantasmal se acerca con rapidez al de mi sueño e intento ayudarme a mí misma a levantarme, pero mi ayuda no sirve para nada. No soy de carne y hueso, solo soy un ¿espíritu? que presencia todo esto.
El «otro yo» de mi sueño grita cuando un puño choca contra su mejilla y sigue pataleando para alejar a la última persona que la mantiene agarrada. Veo que, con cansancio, mi cuerpo se zafa de nuevo de un agarre y se arrastra lo más lejos posible de aquellos hombres.
Sé que mi yo del sueño no quiere mirar hacia atrás para no ver cómo los hombres se levantan para dar pelea. Pero de igual manera los siento correr hacia mí con rapidez justo cuando llego al borde de las escaleras. Estoy cansada, sin fuerzas y adolorida de pies a cabeza. No puedo hacer nada más que arrastrarme. Noto que mis ojos pesan al estar hinchados por los golpes.
Pareciera que estoy viviendo en vivo y en directo una película de terror, solo que la mía es real.
Pero antes de que suceda otro de los peores momentos de mi vida frente a mí, escucho una voz entrecortada penetrar esta neblina de recuerdos que hay a mi alrededor. En el pasado nunca hubo una voz que me llamara de esa forma. No había nadie más que yo en la casa.
Busco con desesperación el sonido de una voz ronca que hace que me olvide al instante de lo que acabo de presenciar. Me distraigo y ya no me importa ver lo que sucede frente a mí. Lo viví una vez, no quiero volver a vivirlo. Pero algo me retiene a seguir viendo otra vez todo lo que quiero dejar atrás.
—¡Nat! ¿Natalie? Por favor, reacciona, Nat.
La voz suena desesperada y corro de un lado a otro para encontrarla. El lugar frente a mis ojos comienza a desfigurarse hasta el punto de desaparecer y en su lugar deja una habitación blanca. No entiendo qué me sucede, tengo tantas ganas de escuchar más de cerca esa voz que no sé qué hacer para lograrlo. Corro y corro de un punto al otro, pero no hay nada, no hay objetos, ni paisajes. Solo… blanco y más blanco.
Un sollozo retenido sale de mí. No solo por ver el pasado, sino por frustración al no poder despertar del sueño.
Poco a poco, comienzo a sentir cosas. Son… tranquilizadoras. Mi piel hormiguea con una sensación cálida que me cubre por completo. Ya no soy un fantasma sin vida en el sueño, veo mi piel y la percibo tal y como normalmente la siento. Carne y hueso.
Sonrío apenas, mientras aún las lágrimas corren por mi mejilla y miro otra vez a mi alrededor, el cual comienza a hacerse más y más brilloso hasta cegarme por completo y hacerme cerrar los ojos con fuerza por la intensidad del brillo.
Allí es cuando despierto. Me reincorporo en mi cama, asustada y no quiero abrir mis ojos por las dudas de seguir viviendo la causa de mis pesadillas. Siento algo que acaricia mi brazo y abro los ojos al instante, sin quererlo en realidad. Pero la curiosidad y el horror hacen que mis párpados se abran sin mi consentimiento.
Sin embargo, lo que veo hace que me replantee de nuevo si estoy o no en otro sueño, alguno mejor esta vez.
Damon está frente a mí, con el ceño fruncido por la preocupación, mientras sus manos y su cuerpo me envuelven de forma protectora para alejar los demonios que me rodean. Un sollozo tras otro sale de mi garganta y mis ojos se empañan con alivio al notar que no es de nuevo el mismo sueño de mi pasado.
—Natalie… —susurra con su voz ronca, lo que logra que mi llanto aumente. Lo siento junto a mí, apretándome. Percibo cómo transpiro y acepto que esto es la realidad, el presente, que está a mi lado y me abraza con fuerza para que no me aleje.
No tengo pensado irme, necesito sus brazos a mi alrededor, lo necesito a él. No sé por qué está aquí, pero se lo agradezco demasiado. Doy gracias de que haya aparecido en el momento justo para alejarme de la pesadilla.
—Por Dios, Nat, respira. No lo haces.
Hago lo que me dice mientras miro aquellos ojos que tanto me cautivan. Mi respiración es rápida, aún con signos de miedo por aquel recuerdo tan vívido.
El aire llena mis pulmones con rapidez, pero no dejo de llorar. Me acerco más al cuerpo de Damon y entierro mi cara en su torso desnudo. Los dos nos encontramos metidos en la cama, solo que estamos sentados en vez de acostados.
El frío de la habitación causa que escalofríos me recorran el cuerpo. Llueve con mucha fuerza allá afuera, y el sonido es el único que se escucha en la habitación, aparte de su respiración agitada y mi llanto. El cuarto está helado, pero el calor que Damon desprende hace que casi al instante me caliente por completo. No sé cómo no tiene frío, mi habitación está congelada y está en cuero, tan solo con bóxer.
No hago preguntas de por qué esta aquí, solo quiero disfrutar de su cercanía y cariño. Está tenso, preocupado y sin saber qué hacer, aparte de abrazarme y acariciarme mientras sigo moqueando y mojando su torso duro y esculpido que ni siquiera puedo apreciar de la manera que me gustaría.
Minutos después, los signos del sueño espantoso disminuyen una gran cantidad. Percibo que me relajo y dejo que me sostenga en este momento en el que solo puedo pensar en olvidar mi pesadilla. Necesito tenerlo así, abrazándome todo el tiempo, tenerlo a mi lado sin darle explicaciones. Sé que me vio tener este asqueroso sueño e intentó despertarme, pero por alguna razón yo no podía despertar por más que quisiera. Pero ni bien escuché su voz, reaccioné y pude despertar luego de varios intentos. Si él no hablaba, no sé cuánto más tendría que haber sufrido. Tengo la certeza de que tendría que haber vivido por completo todo, sin quedarme a la mitad del sueño como lo hice hoy.
—Chis… tranquila. Sigue respirando que lo estás haciendo bien. Estoy aquí, te tengo. Descansa, cuando despiertes, estaré a tu lado. Estoy contigo, cielo. Te lo juro, no me iré —murmura y cada palabra hace que el corazón comience a latirme con fuerza, tal cual lo hizo siempre.
—¿Qué haces aquí, Damon? —Mi pregunta sale casi inaudiblemente gracias a que mi rostro está pegado a su pecho, pero logra escucharlo.
—Mañana hablamos, Nat. En serio, descansa, estaré abrazándote cuando despiertes.
—No es un sueño, ¿no? —Temerosa, subo mis ojos para encontrarlos con los suyos. En la oscuridad de la habitación, con la luz de la luna como única fuente lumínica, veo sus facciones casi con claridad. Es tan hermoso, que sigo sorprendiéndome al darme cuenta de que es todo mío.
—No lo es —niega con la cabeza con lentitud—. No lo es —repite con más seguridad, logrando que mi pecho se infle con alivio.
«No es un sueño, no lo es.» Está aquí, junto a mí. Y aún no lo puedo creer.
—Por favor, duerme, Nat. Tranquila, estás en mis manos.
No logro responder, porque me quedo observando su belleza, aquella perfección que hace días no veo y que extrañé con desesperación. Su voz está tan ronca como siempre, sexi y cautivadora. Atrayente.
El cansancio va en aumento y me pregunto qué hora es. Es de noche y la luna sigue en el cielo, sin ningún rastro de querer desaparecer durante algunas horas más.
Me acurruco más junto a Damon antes de cerrar los ojos. Él se tira lento hacia atrás para que los dos quedemos tendidos de nuevo en mi cama. Nos tapa con las frazadas, que se encuentran desparramadas por toda la cama. Están arrugadas y un poco mojadas con mi sudor causado por la pesadilla.
Escucho palabras tranquilizadoras que salen susurradas de su boca, lo que causa que el sueño aumente y me da la esperanza de no tener otra pesadilla. Coloco mi cabeza en el hueco de su cuello mientras le rodeo el torso con mi brazo y enredo mis piernas con las suyas.
Me quedo dormida casi al instante, luego de convencerme de que sus palabras son verdaderas, que estará conmigo al despertar.
◉⦿ ⦿
No sé cuánto logro dormir, pero cuando salgo del sueño, me siento descansada. No me despierto ni por la luz que entra por la ventana, ni por ningún sonido extraño, mucho menos por alguna rara pesadilla, sino gracias a los dulces besos que se esparcen por mis mejillas, mis labios y mi cuello. Son tiernos y cálidos, un delicioso roce sobre mi piel.
Damon se encuentra rodeándome la cintura, pegado a mi cuerpo mientras disfruta de besarme libremente por donde gusta. Lo disfruto también: tenerlo, tocarlo, sentirlo, olerlo… abrazándome de manera protectora me hace sonreír como tonta aún sin abrir mis ojos. El aroma inigualable de Damon hace que lo pueda reconocer con facilidad y por un momento olvido la pesadilla que tuve en la noche. Es tan reconfortante olvidar durante un rato todo lo malo y disfrutar con tranquilidad de las atenciones mimosas de mi novio.
—Sé que estás despierta, Nat.
Abro un ojo y me lo quedo mirando. Se ve tan lindo con la poca luz que entra por la ventana y que lo ilumina desde atrás. Está tan pegado a mí que dudo de que algo de aire pueda pasar entre nuestros cuerpos.
Mis manos están apoyadas en su pecho y siento el calor que desprende. Sigo sonriendo y mirándolo como si fuese todo un dios caído del cielo, porque para mí lo es. j***r, lo amo tanto.
—¿Cómo estás? —pregunta, llevando sus labios de nuevo a mi cara y comenzando con su travesura de besarme por completo.
—Supongo que bien. ¿Qué haces aquí, Damon? —Mi pregunta es seria; sin embargo, mi sonrisa de felicidad no deja mis labios.
—Viajé para verte. No pude aguantarme mucho tiempo sin tenerte cerca. Estos días sin estar contigo fueron toda una odisea.
—Pienso lo mismo… —murmuro y le devuelvo con gusto el beso que se posa en mi boca, cerrando los ojos a la vez.
Me aprieta más contra sí mismo, si eso es posible, y me devora la boca lenta y tortuosamente. Nada desesperado, pero todos sus besos son excitantes, sean lentos o arrasadores.
—Uhm, espera. Necesito lavarme los dientes —le susurro, alejándome un poco de sus insistentes labios, que quieren seguir con el dulce vals, pero en serio necesito ir a lavarme.
—Sabes que no me importa, pero si te sientes más cómoda…
Le sonrío y me alejo corriendo. Cuanto antes termine, más rápido podremos terminar lo que empezamos. Me cepillo los dientes en menos de tres minutos y cuando vuelvo a la habitación, se encuentra en la misma posición, esperándome. Me acurruco en su calor, deseosa por volver a unir mi boca con la suya.
No tarda en corresponder a mis deseos internos; sus labios se acercan a los míos y se mueven con lentitud; las sensaciones dejan mis vellos elevados.
Paso mis manos desde su pecho hasta su nuca e intensifico el beso, quiero que me tome la boca como tanto deseé estos días. Pero no hace caso a mi insistencia y se mantiene firme con lo del beso lento y suave. Me frustro, pero lo disfruto de igual manera. Su lengua se encuentra con la mía y es allí cuando me quedo sin aliento. Quería sentirlo con tal desesperación que, cuando lo siento, no puedo evitar gemir por el contacto tan deseado y anhelado.
Mis piernas, como si tuviesen vida propia, se enredan con las suyas para mantener el calor, mientras Damon recorre mi muslo con la mano para que suba una pierna y la enrolle en su cadera, en tanto que la otra sigue con sus piernas.
Mi pecho, el cual sube y baja con las respiraciones entrecortadas, está pegado al de Damon, mi estómago y pelvis también. No puedo dejar de querer sentirlo por completo. Lo quiero, lo amo, lo necesito. Quiero tocarlo, recorrerlo con mis manos, tenerlo dentro de mí. Sentirlo.
Recorro con mis uñas todo su torso hasta llegar al elástico de su bóxer, pero antes de poder seguir, me detiene colocando su mano sobre las mías y despegando sus labios de los míos.
—¿Qué sucede?
—Nat… solo quiero hacerlo bien. Ni siquiera hablamos de todo lo que pasa y no puedo hacerte el amor hasta que nos arreglemos —dice luego de soltar un suspiro y cierra sus ojos con fuerza antes de abrirlos un segundo después—. No sabes lo que me cuesta no tomarte aquí y ahora, pero no quiero joderlo más. Quiero hacer las cosas bien y no dejarme llevar por los impulsos. ¿Podríamos hablar antes de hacer cualquier otra cosa?
Asiento con la cabeza, mientras miro con anhelo sus labios; los quiero sentir de nuevo sobre mi boca.
—Claro, pero antes necesito un café para enfrentar esta charla.
—Está bien, lo que la dama quiera. —Nos destapa y me encojo por la ráfaga fría que me golpea en ese instante. Tiemblo.
—Si supieras lo que quiero, no estaríamos levantándonos de la cama. Mejor no digas esas cosas. —Ruedo los ojos, un poco frustrada por no poder sentirlo todo lo que quiero.
—Bien, bien. Bajemos, Fernanda tiene nuestros desayunos listos.
—¿Cómo conoces a Fernanda? —Frunzo el ceño y me abrigo a la vez que Damon también lo hace antes de bajar por las escaleras.
—Bueno… me desperté hace una hora y la conocí cuando bajé a prepararte el desayuno. Me lo negó rotundamente, diciéndome que ella lo haría por mí. Es una mujer muy simpática, por cierto.
—Lo es, la adoro —admito y me ruborizo por alguna razón desconocida—. Por cierto… ¿Y mis hermanos?
Llegamos a la cocina y no hay rastros de Fernanda por ningún lado. Hay bandejas de plata repletas de comida para Damon y para mí sobre la mesa. Tiene un olor espectacular y la panza me ruge por probarla. Me sorprende lo rápido que el apetito me cambia. Damon causa eso. La falta de apetito se debió al hecho de estar triste y deprimida por todo lo malo que me pasa en la vida, pero cuando Damon llega, todo siempre mejora de algún modo. Ahora, tengo un hambre tan atroz que hasta podría comer ocho vacas sin problema.
Nos sentamos uno frente al otro antes de que Damon responda.
—Se fueron al hospital.
Me sobresalto al no recordar que tenía que ir al hospital. Me olvidé por completo. Ninguno de mis hermanos me despertó para acompañarlos. Sin duda me dejaron de lado y no entiendo por qué.
—Antes de que hagas todas las preguntas que sé que harás, te las responderé sin que abras la boca. —Sonríe y me guiña un ojo, luego se lleva el vaso de vidrio lleno de jugo de naranja exprimido a la boca. Las ganas de besarlo se intensifican y tengo que morderme el labio para no gemir por lo sexi que se ve al hacer eso.
—Bien.
—Decidimos venir porque…
—¿Decidimos? ¿De qué hablas, tus hermanas también vinieron? —lo interrumpo abriendo los ojos lo que más puedo, sorprendida.
Damon gruñe con frustración.
—Sí, Nat. Ahora cállate así sigo.
—Bien, bien. —Levanto mis manos en forma de rendición y luego le hago un ademán para incitarlo a seguir.
—Al parecer el instituto, por alguna razón que no me acuerdo, dio toda la semana libre de clases. Por lo tanto, le dije al jardín de Elle que no iba a ir durante una semana y le avisé a Rick que me iría. Él pensó que me ayudaría y, en efecto, lo hará, así que me dejó venir. Sin embargo, tengo que entrenar todo lo que pueda. —Sonríe, mostrando todos sus dientes blancos. Me gusta verlo feliz y también poder hablar con normalidad con él. Quiero preguntarle si recibió mi carta, pero no quiero arriesgarme a que me diga que no y así delatarme a mí misma; además, me preguntaría a cada rato qué es lo que decía y en algún momento se lo tendría que contar. Esperaré a que saque el tema si es que la recibió.
A la vez, tengo curiosidad de si me dirá la verdad de por qué se emborrachó.
¿Se acordará?
De igual manera, es un alivio para mi sistema y cabeza que haya decidido venir. Siento todo mi cuerpo relajado desde que me desperté. Ya no tengo tanto peso sobre mis hombros, mucho menos en mi corazón, que está más que lleno de alegría y emoción. No se enojó conmigo por mucho tiempo, vino aquí por mí. No dejó de quererme a su lado, yo tampoco. Tan solo es… perfecto a su manera, con sus cambios de humor, su enojo e impulsividad. Puedo soportarlo de vez en cuando, si tengo la certeza de que no dejará que nuestra relación se eche a perder. No lo haría; me necesita a cada rato y quiere estar constantemente cerca.
Si eso no fuera verdad… ¿por qué habría venido hasta aquí en tan solo unos días de no vernos?
Así que esto me da a saber que Damon me quiere mucho más de lo que se atreve a decir y aun así, me lo demuestra con todos sus actos, sus besos, sus caricias, sus sonrisas… con todo. Su enojo, en parte, demuestra que también me quiere y se preocupa. Es obvio que prefiero estar feliz a su lado que peleándonos, pero bueno, lo amo tal y como es. Con o sin errores.
—Me alegro mucho de que estén aquí, en serio. —Sonrío y comienzo a devorar mi comida. Pero la intensa mirada de Damon hace que me remueva en mi asiento.
—Puedes… —Se aclara la garganta con nerviosismo y vergüenza—. Puedes decirme todo lo que quieras, todo lo que piensas…
—Damon.
—Sé que estuve mal al no llamarte y al no contestar tus…
—Damon…
—…llamadas. Pero estaba enojado con todo el mundo y…
—¡Damon! —chillo su nombre para callarlo. Mueve su cabeza hacia mí y me mira con pena y tristeza. No me gusta verlo así, pero se llena la cabeza con mierda que solo él puede crear—. Tranquilo, ¿bien?
—Natalie, necesito que por una vez me digas qué es lo que piensas. Estuve preguntándome todos estos malditos días qué es lo que tu cabeza imagina que soy…
—Eres perfecto. Eso es lo que creo, pero te dejas llevar mucho por los impulsos. Damon, la verdad es que me encantaría escucharte hablar de lo que te hizo enojar tanto cuando te enteraste de que me iba para ver a mi padre. Te lo expliqué y no me escuchaste para nada. Seguías con la loca idea de que te dejaría.
—Lo estabas haciendo.
—No de la forma en que crees. Solo me iba, pero nunca te dejaría. Damon, era importante para mí venir. Es mi padre el que está en cama y tú solo pensabas en ti, mientras que yo me decía que no me podías acompañar, porque tenías que quedarte con tus hermanas. Pero nunca dejé de quererte o de pensar en ti. Tenía tantas ganas de que vinieras, que… —«Mandé una carta diciéndote lo que pensaba», quise decir, pero no me salieron las palabras. Me quedo callada y cierro los ojos para tomar un respiro hondo.
—Yo solo… estaba enojado. Pensaba que me dejarías al igual que mi madre lo hizo. Yo… no quería que eso pasara. Actué de una manera estúpida, porque me importas. No puedo soportar que te vayas, Nat. Que te alejes de mí me destroza.
—Nunca te dejaría, Damon, cree en mí. Sé que lo sabes, pero hay algo en tu pasado que sigue haciéndote creer que… nadie te quiere o que solo te quieren dejar. No lo haré por ninguna razón. Solo pienso que tendremos que superar todo lo que se nos venga encima para mejorar nuestra relación. Tenemos que ser sinceros, contarnos todo. Con el tiempo todo se irá. Comprendo esa parte de tu pasado que me contaste, en serio que lo hago, y saberlo solo porque me lo quisiste contar hace que te… —«ame»— … quiera mucho más.
No responde y sé que algo le molesta bastante. No quiere decir algunas cosas, pero no lo fuerzo a hablar. Tiene que organizar sus pensamientos antes de hablar por impulso y eso es exactamente lo que hace. Amo que me escuche e intente hacer lo que le digo, que puede hacer sin ningún problema para mejorar.
Segundos después, abre la boca.
—¿Algún día me contarás tu pasado? —Me quedo pasmada en el lugar, mi tenedor a mitad de camino de llegar a mi boca con un poco de mi desayuno.
Al instante dejo el tenedor sobre el plato. No sé qué responder; es obvio que algún día se lo contaré. Quiero hacerlo, pero no creo que se lo vaya a tomar bien. Quiero y necesito decirle todo con desesperación. Sacarme todo mi pasado de encima para que no vuelva a pasarme lo mismo que en la noche. Por Dios, se merece saberlo. Me contó sobre su madre y, como mínimo, tengo que decirle parte de mi pasado o de qué se trató este.
—Nat —llama para sacarme de mis pensamientos; lo miro—, no necesito que me lo cuentes ahora. Tengo suficiente con verte mover en la noche de la forma en la que lo hiciste solo por tener una pesadilla. No quiero arruinar nuestra semana aquí por pensar en tu pasado. Me conozco lo suficiente para saber que me afectará mucho más de lo que debería y quiero disfrutar de estar contigo sin tener que preocuparme por otra cosa. Solo… quiero saber que me lo contarás algún día.
—Lo haré —afirmo convencida.
—Entonces… —Sonríe, una sonrisa perversa y llena de intenciones que desconozco.
—¿Entonces qué? —Río, pero enseguida me quedo mirando cómo sus dientes atrapan levemente su labio interior, mordiéndolo de una forma sexi y tentadora que hace que dentro de mí crezca aquel deseo inigualable por él.
—¿Sabes qué quiero hacer ahora? —pregunta pícaro levantándose de su asiento —aún la mitad de nuestros desayunos está intacta en nuestras bandejas— y tendiéndome la mano para que la tome. Lo hago gustosa, sin sacar la sonrisa alegre de mi boca.
—¿Qué?
—Bueno… —Me acerca a su duro cuerpo y me abraza para que no pueda escapar—. Quiero pasar todo el día contigo.
—¿En serio? ¿Y qué haríamos?
—En la cama —termina por decir y, en este instante, la boca se me seca. El corazón me da un vuelco por la emoción y las ansias. «Oh, sí. Sí, quiero estar en la cama contigo, Damon. Día y noche, a todas horas.»
—Pero tengo que ir al hospital… —murmuro un poco decaída por arruinar sus planes.
—Irás mañana. Tus hermanos y Emma están con él. No creo que por un día que no vayas tu padre se enoje.
—Entonces… ¿Qué quieres hacer? —Sonrío mucho más que antes y tomo su mano para arrastrarlo por las escaleras hacia mi habitación con rapidez. En el camino, me tomo la libertad de preguntar: —¿Dónde está Elle?
—Sigue durmiendo, así que podremos hacer lo que queramos por al menos unas horas. Duerme como una morsa. —Se ríe y gruñe cuando me lanzo a sus labios para devorarle la boca como tanto quería hacer.
Me alza rápido y sube lo que queda de escaleras para luego llevarme a mi habitación, la cual sigue fría igual que el hielo. Mis piernas se aprietan más a su contorno, mi pecho sube y baja con respiraciones dificultosas, y mis labios saborean con ansias los suyos. Su boca es la cereza que deseo devorar con desesperación cada vez que lo veo.
Damon muerde mi labio inferior antes de separar su rostro del mío y hacer que nuestros ojos se encuentren. Los suyos están oscuros y llenos de lujuria. De seguro al igual que los míos. En tan solo unos segundos, me encuentro de espaldas contra el colchón de mi cama y con su cuerpo arriba del mío. Noto que toda su dureza está controlada para no mandarme su peso, pero no me importa. Quiero tenerlo todo lo cerca posible. No quiero que se aleje. Lo necesito más de lo que ahora puedo pensar.
Mi mente se nubla cuando sus húmedos labios se posan en mi cuello y comienzan a recorrerlo con lentitud, besando, mordiendo y saboreando. Mis manos pasan por sus brazos y por su espalda para tocar y sentir que sus músculos se contraen cuando paso por arriba de ellos. Mis uñas se clavan levemente en su piel cuando Damon hace alguna maniobra excitante contra el hueco de mi garganta y luego sopla contra ella. Me estremezco y gimo de forma entrecortada. Siento como si estuviese en una nube. Me parece estar en el cielo. Necesito más, mucho más. Quiero tenerlo contra mí, sentir su piel con la mía.
La respiración se me entrecorta cuando se aleja y suelto una pequeña queja al quererlo de nuevo que me toque.
Sus manos toman el cierre de mi abrigo y lo abren para sacármelo. Toda nuestra ropa ahora no sirve. Necesitamos quitarla de encima para poder sentirnos piel contra piel. Sigue sacándome las prendas y, en verdad, estoy desesperada por tenerlo dentro de mí.
Lo ayudo a quitarme la remera y los pantalones, para luego solo quedarme en ropa interior. Él sigue vestido, por lo que comienzo a sacarle todo con las manos temblorosas por la excitación.
Cuando termino, no pierdo más tiempo y lo beso con todo lo que tengo; adentro mi lengua hasta lo más profundo de su boca y la saboreo de arriba abajo. Damon está tan desesperado como yo. Pasa sus manos con lentitud por mi cuerpo, sube por mis brazos, mi cintura hasta llegar a mis pechos cubiertos por el sostén n***o que llevo puesto. Los aprieta con ganas, sin importarle que el sostén esté o no, y sigue besándome y asaltando mi boca como él sabe hacer.
A su vez, mis dedos recorren con lentitud el contorno de sus hombros, delineando cada línea o bulto que pueda existir en su perfección. Enredo mis piernas alrededor de su cadera y lo atraigo hacia mí para sentirlo mucho más que antes. Su virilidad oculta entre su bóxer n***o está viva y a la espera. Gimo de nuevo cuando se refriega sobre mí y me hace sentir cuán duro está, cuán duro está por mí. Suelto aire y tomo de nuevo para seguir besándolo con ansias.
El beso termina cuando él se aleja, pero antes de que pueda protestar, sus labios se posan en la sima de mi sostén y mi quejido se convierte en un gran y fuerte gemido ahogado que resuena por toda la habitación. Intento tomar aire, pero se me dificulta aquella acción. Todas las sensaciones y las emociones que me hace sentir están el doble más vivas que nunca.
Dejo caer los brazos a mis costados mientras que la lengua juguetona de mi novio viene y va sobre mi piel desnuda. Va desde mi pecho hasta el otro, mientras a la vez baja las copas de mi brasier, y así poder saborear más y volverme loca con su boca sobre mi pezón.
La vista se me nubla en ese instante y ya no me importa nada ni nadie. No me acuerdo que Fernanda está abajo, ni que Elle, a un par de puertas de la mía. Ya no me interesa nada, solo seguir sintiéndome viva como ahora.
Me desabrocha con manos expertas el sostén, cuyo broche, para mi suerte, está en la parte delantera y luego me lo saca con rapidez para seguir con su labor de darme más placer. Siento que toda mi piel hormiguea con expectación. Mi cuerpo tiembla no solo por el frío, sino por lo que Damon me hace sentir al tocarme de la manera en que lo hace.
Baja con sus labios por mi estómago, dejando un recorrido eléctrico por toda la zona que me toca, y llega hasta el borde de mis bragas para bajarlas lenta y tortuosamente. Abro mis ojos, los cuales no me di cuenta de que estaban cerrados, y me incorporo un poco para poder verlo. Levanto mis muslos para que pueda sacármelas por completo y cierro un poco las piernas por pura vergüenza. Por más que lo hayamos hecho un par de veces, no me acostumbro a que me vea desnuda. La vergüenza siempre está cuando me recorre con la mirada. En todas las veces que hicimos el amor, me decía cuán linda y hermosa era para él; también me decía palabras sucias que me hacían quererlo mucho más dentro de mí.
Y es justo lo que quiero ahora cuando Damon sube de nuevo con suaves y lentos besos húmedos por mi cuerpo hasta llegar a mi boca para comérmela, mordiendo y saboreando. A su vez, mis manos al instante van hacia su duro y espectacular trasero para apretarlo contra mí y apurarlo a que me penetre. Pero su bóxer es lo único que impide aquello, por lo que separo apenas mis labios de los suyos y sin abrir los ojos, gimo las palabras que salen de lo más profundo de mí:
—Por Dios, Damon. Te quiero dentro… —Sale más como un susurro que en voz alta, pero por el tono en que lo dije se nota cuán ansiada estoy.
Escucho resonar su risa ronca y sexi en mi cuarto, pero no le prestó atención, sino que le entierro mis uñas en su trasero y él deja de reír solo para soltar un sonido cuando su parte baja se encuentra con la mía gracias a mi acción.
Mis dedos llegan al elástico de su bóxer y comienzan a ayudar a Damon a sacárselos. Está tan necesitado por el tacto mío como yo por el de él. Necesito esto y también lo necesita desesperado igual que yo.
Su última prenda cae al suelo y me quedo quieta, con las piernas abiertas y enroscadas a su alrededor a la espera de que se decida a entrar. Antes de que se deje llevar por la excitación, estira su mano y toma su billetera de mi mesa de luz, para luego sacar un condón. Se lo coloca con tal rapidez que me estremezco con solo verlo.
Me quedo casi sin respiración cuando lo siento entrar poco a poco y gimo, soltando quejidos por la excitación. Tan solo hace unos días que no nos vemos ni nos tocamos, por lo que agradezco inmensamente que haya vuelto. Es impresionante sentir cómo se adentra con lentitud para no dañarme. Odia hacerlo duro o rápido al principio, porque piensa que me lastima, pero lo que no sabe es que estoy tan preparada y ansiosa por hacerlo duro que se sorprendería si se lo digo.
Tomo su cuello y estampo mi boca con la suya mientras termina de entrar por completo. Se queda unos segundos quieto y me sigue el beso, rápido y lleno de amor a la vez. Su cuerpo encaja a la perfección con el mío, es mi otra mitad, mi complemento. Mi todo.
Comienza a moverse y mis caderas siguen su lento ritmo. Me hace el amor de la forma que tanto deseo, pero a la vez me deja queriendo llegar con rapidez al orgasmo. Cada envestida me sacude por dentro y remueve todo tipo de pensamientos. Me gusta, me gusta mucho tenerlo allí dentro. Me hace feliz, no solo por ser bueno en la cama, sino porque su presencia también causa que mi corazón se hinche hasta tal punto de querer explotar.
Lo incito a subir el ritmo y acelera cada vez hasta que grito por más. Me besa para callar mis gritos, pero sus labios logran que chille con mayor fuerza aún. No digo que él sea muy silencioso, pero en comparación conmigo lo es.
No sé cuánto pasa hasta que siento que mi parte baja se tensa y aprieto mis piernas a su alrededor para sentirlo más dentro. El vaivén de su cuerpo contra mí se hace más rápido, mucho más rápido. Me lleva a la locura en tan solo unos segundos de movimiento. Toca mis pechos para que mi liberación sea mucho más fuerte y lo logra con mucho éxito. Exploto con fuerza a su alrededor. Me estremezco, tiemblo y gimo, diciéndole que siga y no pare. Es divertido escucharme decir aquello, pero no me importa con tal de poder llegar a tocar el cielo de la excitación.
No lo suelto, lo aprieto contra mí mientras escucho sus gruñidos que no tardan en ser mucho más fuertes. Mis temblores se van apagando y me quedo a la espera de que Damon llegue también a su propia liberación. Me quedo mirando embobada, con la respiración agitada, y con la piel y vellos erizados, cómo sus facciones se contraen un segundo antes de poder sentirlo llegar. Damon cae sobre mí, temblando y moviéndose dentro de mí lentamente antes de detenerse.
Lo recorro con las manos mientras intenta tranquilizarse. Sus manos aún me tocan y me recorren con lentitud por más que ya todo se haya tranquilizado. Los dos respiramos con fuerza, sintiendo todavía el resto de nuestro orgasmo.
Intento respirar, tomar aire y exhalar. Paso mis manos por su cabello todo sudoroso y sus ojos se cierran para poder respirar, no sé si mi aroma u otra cosa. Los dos estamos húmedos y pegajosos, pero a ninguno le importa. Sus dedos acarician mi cadera y a la vez él sale de mí cuando cree necesario para tirar el condón al tacho de basura que hay en mi habitación. Extraño ese segundo en que se aleja, pero luego vuelve junto a mí para seguir dándome mimos.
Me besa en los labios y sonríe con pereza.
—Te extrañé muchísimo… —susurra con voz ronca, acariciando mi mejilla con su dedo pulgar.
—Yo también. —Sé que hay que hablar de otras cosas, que no deberíamos habernos acostado con tanta rapidez sin haber hablado todo lo necesario. Pero no podía esperar más para tenerlo así de cerca. La espera fue toda una odisea, por lo que esa desesperación ganó la batalla. Los dos queríamos sentirnos de esta manera, tan conectados y unidos como nos sentimos al hacer el amor.
—Tenía tantas ganas de estar dentro de ti. De tocarte y escucharte gemir. Espero que por tus gritos mi hermana no se haya despertado… —agrega eso último, y yo me río y le pego de forma juguetona en el hombro con la mano que no uso para tocar su pelo—. Quiero hacértelo de nuevo —agrega, moviendo su cadera para que pueda sentirlo otra vez duro contra mí. Me río.
—Qué rápido eres… —Él se encoje de hombros.
—Teniéndote desnuda y sudorosa frente a mis ojos, no es extraño. Eres hermosa.
Me ruborizo. Allí está esa palabra saliendo de su boca. Tengo que admitir que me encanta parecerle hermosa. Nunca me consideré ni siquiera linda, pero viene Damon y comienza a decirme esas cosas… Por Dios, no soy la única hermosa aquí.
De repente, una pequeña brisa llena la habitación y hace que tiemble. El calor que me envolvía comienza a dispersarse mientras el frío de esta mañana se hace más y más presente en la habitación. Damon se da cuenta de que empiezo a removerme y me abraza aún más fuerte.
Sinceramente, me encantaría repetir con Damon, pero no creo que mi cuerpo pueda tener otro orgasmo. El anterior fue devastador y arrasador. No creo poder aguantarlo. Sacia toda el hambre que hay dentro de mí con tan solo hacerlo una vez.
Damon nota mi cara y rueda divertido los ojos antes de darme un beso en la boca.
—Bien, lo dejaremos para después. Quiero pasar todo el día de hoy acurrucado junto a ti, desnuda. —Los colores se me suben a las mejillas y me ruborizo con fuerza al pensar que sería espectacular estar los dos desnudos y acurrucados.
—Pero… pero está tu hermanita y no podemos… —Maldice entre dientes y gruñe con frustración.
—Cierto… entonces solo tendremos que quedarnos aquí sin hacer nada.
—Lo dice como si fuera malo, pero sé a lo que se refiere. Estoy con el mismo sentimiento.
—Podemos ver una película con tu hermanita y comer chatarra —propongo, intentando subirle el ánimo, pero niega con la cabeza.
—No puedo comer chatarra. Rick me hace mantener una dieta y blablablá. De suerte pude comer un poco del desayuno de Fernanda, por lo que solo comeré unos fideos; tú puedes comer toda la chatarra que quieras junto con Elle. No te preocupes por mí.
—Bien. —Me acerco a su cara mirándolo fijamente a los ojos y le robo un beso rápido—. Ahora, mientras esperamos a que tu hermanita se despierte… podemos jugar… —susurro con lujuria, sin importarme si puedo o no aguantar lo que se viene. Solo espero que Elle no se despierte dentro de un rato. Haré todo lo posible por no hacer ruido si eso significa tener a Damon un rato más.
—Mmm… eso me parece estupendo.