—Ya puede irse, señorita Lawler. El doctor, que hace unos minutos hablaba con Dylan, se acerca para darme mi medicamento. —Tomarás estas cuando sientas que te duelen las costillas y estas otras son para el dolor de cabeza. —Deja otro frasco en mi mano y me limito a asentir, agarrando con fuerza la mano de Damon. Todos los pensamientos del día anterior se desvanecen durante unos segundos ni bien mi cuerpo sale al aire libre, dejando atrás el olor a limpio del hospital. El apoyo de Damon y de mis hermanos hizo más que tranquilizar; también me daban aliento para olvidarme de todo lo sucedido. Me alentaron para seguir adelante y no pensar en el pasado, mucho menos en mi reciente ataque. Tomados de la mano, con nuestros brazos que se rozan, Damon y yo caminamos por las tranquilas calles, bu