Me molestó que a Zett le importara tanto una opinión cualquiera sobre mí; quise enviarle un audio cargado de insultos, palabrotas y groserías pero me contuve... Él tenía derecho a pensar cualquier cosa siempre y cuando no me hiciera daño(aunque esto hiere mi auto-confianza no es suficiente para responder de esa manera), lo que debía hacer era hablar con él y arreglar la situación; bueno eso es lo que se supone debería de haber hecho, pero como yo no soy una princesa; protagonista de un cuento de hadas con un comportamiento pacífico envidiable: enfurecí bestialmente. La cena y el reencuentro con mi progenitor me tenía los sentimientos a flor de piel; estaba a la defensiva, alterada en exceso. «Vete a la mierda, imbécil. No me importa lo que pienses de mí, siento sí arruiné tu imagen... De