El sol de la tarde comenzaba a deslizarse lentamente por el cielo, proyectando una luz cálida y dorada sobre las calles de la ciudad. La oficina de Los Laureles, que en las últimas semanas había sido escenario de tensiones, filtraciones y esfuerzos por mantener el control, se encontraba en un silencio inusual. La mayoría de los empleados ya habían terminado sus tareas y se preparaban para cerrar el día. Sin embargo, en uno de los pasillos internos, lejos del bullicio habitual, Alex y Laura caminaban en dirección a la salida, en una breve pausa que ninguno de los dos había planeado. La conversación empezó de forma casual, casi sin querer, pero pronto se tornó en algo más sincero y humano. Ambos parecían percibir un cambio sutil en la dinámica entre ellos, un matiz diferente que surgía en

