Se quedó con ella hasta que Leo regresó de vuelta a Francia, teniendo en cuenta lo que le esperaba cuando su jefe llegara. Antonella pasó dos días con dolores intensos, los cuales iban disminuyendo con los medicamentos, al siguiente día llegó Leo, quien no se veía nada feliz, más con su guardaespaldas, al cual lo dejó en manos de su mano derecha para que le diera una lección. ― ¿Te encuentras bien? ―Sí, la herida se abrió, pero ya se ha curado. ― ¡Maldición! Debí ser más precavido. ―No seas tan duro con él, nadie podía imaginarlo, aunque sí lo encontré extraño a ese médico. ―Él tuvo que intuir que ese hombre no era un médico, ya estoy acelerando tu salida. ―Eso, deseo, no puedo estar aquí un día más. ―Allá te cuidaré, no puedo confiarme. ― ¿La reunión con el magnate salió bien? ―S

