*ANTONELLA*
Regresando a la sala de estar, totalmente seca, esperando que él no se haya dado cuenta de mi agilidad en el agua, no me conviene decirle todo de mí. Mantengo la mirada en la tela negra de la falda que termina justo debajo de mis rodillas. Cuando oigo crujir el sillón bajo su peso, miro hacia arriba. La mirada de Leo se inmoviliza sobre mí, deja su arma sobre la mesa de cristal, luego cierra la distancia entre nosotros.
El poder que irradia de su cuerpo voluminoso y ese cabello caído hacia un lado, con un mechón cerca de su ojo izquierdo, eso no hace nada para disminuir lo peligroso y cruel que se ve. Su barba cerrada le da una tremenda personalidad. La suspicacia se arrastra a través de mí, y aprieto los dientes, empuñando mis manos a mis costados. Si me preguntan que si le
