KATHERINE

695 Words
Mi nombre es Katherine, tengo veinticinco años y soy una hembra de león que trabaja y vive en el club Wild Jungle. Fui vendida a Adele, la directora, administradora y dueña de este club, cuando tenía seis años, ¿la razón? Creo que jamás la sabré. Durante los primeros cuatro años que viví aquí, solo limpiaba las habitaciones de las chicas que trabajaban. Cuando cumplí diez años entré en celo por primera vez -fui una niña precoz- después de algunas semanas alterando a los guardias y otros machos que trabajaban aquí, un macho de hiena compró mi virginidad... fue la peor experiencia de mi vida; y solo era el principio de lo que me esperaba. Era la prostituta más joven del lugar y por ello, era solicitada hasta por cinco machos al día, esto duró por poco más de un año. Una noche de luna nueva estaba por atender a un macho de chacal cuando algo dentro de mí despertó y ahuyenté con un rugido a ese macho quien salió en ropa interior despavorido y chillando. Solo era una pequeña niña de once años que había asustado a un macho de más de cuarenta. Adele quedó totalmente sorprendida por lo que había ocurrido pero también se había molestado, tuvo que devolver el dinero que habían pagado por mí. Nadie, ni siquiera yo, sabíamos que pasaba conmigo; por algunos meses intentaron prostituirme pero ocurría lo mismo: entrabamos a la habitación, lo asustaba, salía corriendo y Adele reembolsaba. Debido a que no obtenía dinero a través de mí, optó por venderme como mascota... lo cual no funcionó como esperaba. Pronto machos de todas las clases, rangos y especies empezaron a hacer cita tras cita para comprarme pero yo me negué a cada uno de ellos. Al entrar a la oficina de Adele y ver a mi posible comprador solo rugía o gruñía por instinto y salían rápidamente con las orejas bajas y la cola entre las patas. Parecía que jamás se desharían de mí. Una noche un doctor apareció como comprador para diagnosticar lo que pasaba, al notar lo que ocurrió y contarle lo que había pasado la primera vez que huyeron de mí, su diagnóstico fue; voz dominante, no era más que una voz de Alpha femenina... nos explicó que los machos Alpha tenían su igual y éstas eran llamadas Hembras Dominante y que había muy pocas existentes, que se encontraban en extinción. Con esta nueva información, mi actual dueña tuvo la mejor idea de todas; al saber que no había macho capaz de doblar mi voluntad y que me seguiría negando a copular con ellos, siguió con la venta mediante un trato: el comprador ofrecería una cantidad de plata, si lograba que fuera a empacar mis cosas con éxito se llevaría la plata y a mí; pero si el que salía intimidado era el comprador, la plata se quedaba y también yo. Un buen negocio. A medida que fui madurando, comencé a bailar y atender las mesas, llevando tragos o comida, solo era un par de veces a la semana y mis turnos no eran largos ni extenuantes, solo tenía que dejar que los clientes me vieran para que así quisieran comprarme. Las cosas se descontrolaron algunas veces con la llegada de mi celo, pero se solucionó pronto con la implantación de un chip anti-K.I. que se coloca en la parte trasera de mi cuello, justo debajo de mi cabello. Esto beneficiaba aún más la llegada de ingresos; el chip eliminaba mi celo, mi instinto, y mi esencia por lo cual no encontraría a mi mate ni él a mí aunque nos tuviéramos enfrente. No anulaba mi voz dominante pero sí adormecía mis emociones. Dentro de poco me convertí en la mayor fuente de ingresos del lugar, ni siquiera los machos Alpha eran capaces de hacerme obedecer –aun usando su voz de Alpha-. Todo parecía ir bien. Hasta esa noche, en la que llegó un nuevo comprador que había llamado la atención de todas las hembras y que, para mi desgracia, yo había captado su atención. Creí que solo sería un macho más que saldría perdiendo... qué ingenua y confiada fui al pensar eso.
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