Andreina ¿Tu casa o la mía? Era una pregunta típica en las citas hoy en día, formulada entre la tercera y la décima cita, dependiendo de la pareja. Todas las mujeres esperaban que se la hicieran, pero solo Rhys podía plantearla de una manera tan astuta y encantadora que resultaba casi imposible decirle que se guardara su presuntuosidad donde no llega el sol. Eso era lo que debería haber hecho. En cambio, me lamí los labios y le devolví una sonrisa al sexy Rhys de la primera cita, diciendo: —Tengo helado de caramelo y mantequilla de cacahuete en mi congelador. Y así fue como Rhys Blake terminó sentado en mi sofá, sin zapatos, con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y un segundo whisky en la mano izquierda. Debo estar loca. —¿Arrepentimientos? —preguntó. Y terceros. Y cuar

