Rhys —¿Tienes una orden judicial para entrar al lugar? —Ojos avellana grandes me miraron, con un aire de autoridad que solo se veía atenuado por la sonrisa burlona en el rostro de la niña. Lila Keller era la niña de ocho años más adorable que había conocido, y también la más inteligente. —¿Fui invitado? Una ceja rubia se alzó en una expresión que era una réplica exacta de la de su padre, y extendió la mano con expectación. —La orden, por favor. Saqué la bolsa de papel azul de detrás de mi espalda y la mantuve fuera de su alcance. —Sin orden, todo lo que tengo son pastelitos de crema de avellana. Lila jadeó sorprendida antes de recomponer sus facciones. —Sin orden, no hay entrada. —Lila, deja de molestar a la gente o dejaremos de recibir visitas. —El tono exasperado de Charlie me

