Clayton
—¡Hola Clayton, soy tu viejo! —La profunda voz rasposa de mi padre sonó al otro lado de la línea, feliz como siempre.
—Sé quién eres, papá —le respondí. Diego Reyes siempre se aseguraba de decirme exactamente quién era cada vez que hablábamos, como si pudiera olvidar la voz del hombre que me crió—. ¿Cómo van las cosas en Florida? Se había mudado al estado del sol hace algunos años, cuando él y su esposa número tres buscaban un cambio de escenario.
—Todo bien, pero ya me mudé de Florida. Vivo en Colorado ahora, Denver, con mi nueva mujer —dijo con naturalidad, como si eso fuera algo habitual en él—. Por eso llamo. Le pedí matrimonio a Trish y dijo que sí. Ahora necesito un padrino.
Un padrino para su cuarta boda. Contuve un gemido, preguntándome si había algún límite. Después de
